hicieron mas intensos a medida que se acercaba.
Se detuvo junto a un edificio de ladrillo y contemplo la escena. Habia multitud de puestos y cientos de personas, muchas mas de las que esperaba. Su mirada paso sobre ellas hasta que encontro a la senora Ralston. Estaba en la plaza, al sol, sonriendo a su mayordomo gigantesco. Llevaba un abrigo verde y un sombrero a juego, y estaba tan preciosa que volvio a excitarse sin poder evitarlo.
Genevieve Ralston era una mujer exquisita. De piel de porcelana, grandes ojos azules, rasgos delicados, labios carnosos y cabello dorado. Comprendia perfectamente que Ridgemoor la hubiera tomado por amante, pero seguia sin entender que el conde hubiera despreciado a una mujer tan bella; especialmente, porque ahora sabia que era la autora de aquel libro y que debia de ser un verdadero tesoro en la cama.
Sin embargo, Simon se conocia lo suficiente como para sospechar que en la atraccion que sentia habia algo mas que deseo, algo que lo desequilibraba y que apelaba a emociones mas profundas. Tal vez fuera el fondo de vulnerabilidad e incluso de timidez que habia descubierto en ella, un detalle sorprendente en una mujer de tanta experiencia. Unos cuantos halagos habian bastado para incomodarla, lo cual no tenia ningun sentido; las mujeres de su clase estaban tan acostumbradas a las atenciones masculinas que no se incomodaban asi como asi.
Cruzo la plaza y camino hacia ellos. Ya estaba a punto de llegar a su altura cuando Baxter lo vio y le lanzo una mirada de desprecio.
– Ah, esta aqui, senora Ralston… -dijo Simon con una sonrisa-. Le ruego que me perdone por la tardanza. Me han abordado una docena de comerciantes y luego no podia encontrarla entre la multitud. No me figuraba que en Little Longstone residiera tanta gente…
– El festival atrae a gentes de todo el condado -explico ella-. Tardaba tanto, que he llegado a pensar que ya no vendria.
– Ni mucho menos…
Simon la miro a los ojos y volvio a sentir la misma excitacion primaria. Genevieve era un bocado verdaderamente suculento, y olia tan bien que no pudo resistirse a la tentacion de acercarse un poco mas a ella.
– Estaba deseando volver a verla -anadio.
Ni siquiera supo por que lo dijo. Las palabras salieron sin mas de su boca, y se quedo alli, mirandola, como si estuviera hechizado. El ruido, la multitud y la musica parecieron desaparecer de repente. Genevieve entreabrio los labios un poco, derivando hacia su boca la atencion de Simon, y el se imagino inclinandose hacia delante, tomandola entre sus brazos y besandola apasionadamente.
Pero la voz de Baxter rompio el hechizo. Miro a Simon con su dureza habitual y dijo:
– He visto a unas cuantas personas que venden cachorros, pero ha tardado tanto en llegar que es posible que ya no quede ninguno. Por cierto, me extrana no haberlo visto antes; no he notado que estuviera hablando con ninguno de los comerciantes.
– Yo tampoco lo he visto a usted -replico Simon con naturalidad-. Ni he visto que vendan perros… ?donde estan?
Baxter senalo un punto por encima del hombro de Simon.
– Alli. Se lo ensenare.
Baxter consiguio que ese «se lo ensenare» sonara como «voy a destrozarle los huesos y a arrojarlo al Tamesis». Pero la senora Ralston intervino antes de que Simon pudiera responder.
– Yo ensenare los cachorros al senor Cooper, Baxter.
El mayordomo abrio la boca para protestar. Ella se dio cuenta y soluciono el problema con una excusa.
– La senorita Mary Winslow viene hacia aqui… Tengo la impresion de que necesita un acompanante.
Baxter giro el cuello tan deprisa que Simon creyo oir un crujido. Se volvio para mirar y vio a una joven de cabello rojo oscuro y ojos marrones.
– Buenos dias, Baxter… -dijo la joven, sonriendo.
Para sorpresa de Simon, Baxter se ruborizo.
– Buenos dias, senorita Winslow…
– Un dia precioso, ?verdad, senora Ralston?
– Ciertamente -respondio con un poco de humor-. ?Ha tenido ocasion de conocer al senor Cooper? Va a alojarse en la casa del doctor Oliver durante dos semanas.
Simon inclino la cabeza y se alegro de que Genevieve le hubiera ahorrado las presentaciones. Estaba tan asombrado con la reaccion de Baxter al ver a la joven, que podria haberse olvidado de que en Little Longstone era Simon Cooper, no Simon Cooperstone, vizconde de Kilburn.
– Encantado de conocerla, senorita Winslow.
– Igualmente, senor Cooper. Bienvenido a Little Longstone. Ultimamente recibimos muchas visitas… primero ese artista, el senor Blackwell, y ahora usted. Espero que disfrute de su estancia en nuestro pueblo.
– No lo dudo en absoluto.
La senorita Winslow dirigio su atencion a Baxter. El mayordomo permanecia tan rigido y clavado en el sitio que Simon tuvo que morderse las mejillas por dentro para no reir.
– Puede que a la senorita le apetezca un pastel, Baxter -sugirio Genevieve.
– Oh, si, me encantaria…
Baxter trago saliva.
– Yo… si, claro, un pastel. Perfecto…
Baxter reacciono al fin, lanzo a Simon otra mirada fulminante y se dirigio a Genevieve.
– Estare cerca, por si me necesita.
Cuando la pareja ya se habia marchado, Simon dijo:
– Baxter parece una mole de granito por fuera, pero por dentro…
– Es blando como unas gachas, lo se. Pero no se le ocurra comentarlo delante de el…
– Su secreto esta a salvo conmigo. Aunque es la primera vez que veo a un hombre tan ruborizado y tan palido al mismo tiempo -bromeo.
La senora Ralston solto una carcajada.
– Si, es verdad.
– Parece que Cupido le ha acertado con toda una aljaba de flechas.
– Sin duda. Conozco a Baxter desde siempre y nunca lo habia visto tan fuera de lugar -declaro, sonriente-. Pero en fin, puede que usted se reblandezca tanto como el cuando vea los cachorritos que venden en la feria.
Simon la miro a los ojos y su corazon se acelero al instante. Si pretendia seducirla, tendria que andarse con cuidado. Los encantos de aquella mujer eran demasiado intensos; corria el riesgo de convertirse en otra de sus victimas.
– Quien sabe. ?Que le parece si vamos a verlo?
Capitulo Seis
Una hora mas tarde, Genevieve y el senor Cooper paseaban tranquilamente entre la multitud. El llevaba una perrita entre los brazos, una criatura minuscula y de ojos brillantes cuya lengua rosa parecia empenada en lamerlo todo.
– Lo suyo ha sido el enamoramiento mas rapido que he visto en mi vida -comento.
El sonrio y Genevieve penso que su sonrisa era deslumbrante.
– Bueno, es que me ha demostrado tanto afecto que me ha conquistado a primera vista…
Genevieve arqueo una ceja.
– Si, pero ha sido usted quien se ha enamorado de ella. Ha caido a sus patas como un ladrillo lanzado a las aguas del Tamesis.
– Es evidente que siento debilidad por las bellezas rubias -murmuro, mirando Genevieve mientras acariciaba a su mascota.
Genevieve tomo aire e intento mantener la calma. Las sensaciones que aquel hombre despertaba en ella amenazaban con florecer en cualquier momento. Bastaba una mirada suya, un roce de su hombro o un par de