palabras para que sintiera un calor en la parte inferior del vientre que solo tenia un nombre: deseo.

Intento hacer caso omiso, pero fracaso estrepitosamente. Aunque su sentido comun le decia que aquello era absurdo e indecoroso, no podia hacer nada por evitarlo.

Por fin, carraspeo y dijo:

– Tambien siente debilidad por los perros bravucones. Seguro que se ha fijado en que era el animal mas travieso de toda la carnada.

– Si, me he dado cuenta. Me gustan asi.

Genevieve sintio otra oleada de calor.

– Tal vez deberia llamarla asi. Traviesa.

– Es un nombre mucho mas bonito que el que le habian puesto… Seguro que no te gustaba que te llamaran Narcisa, ?verdad, pequena?

La perrita ladro como si estuviera de acuerdo y le lamio la mano.

– No, claro que no te gustaba -anadio.

El la apreto contra su pecho y la perrita se quedo muy quieta durante un segundo; pero despues, alzo la cabeza y le lamio la cara.

Genevieve rio.

– Parece decidida a besarlo…

– Menos mal que me encanta que me besen.

Genevieve se estremecio otra vez, pero reacciono enseguida.

– Quiza deberia llamarla Besucona.

– Quiza. A fin de cuentas, hay pocas cosas mas interesantes que un beso bien dado -declaro-. No obstante, y en agradecimiento a la ayuda que usted me ha prestado, creo que le pondre su nombre.

– ?Va a llamar Genevieve a una perra?

– No, no. Genevieve es un nombre precioso, pero ya esta ocupado. Voy a llamarla… Belleza -respondio.

Genevieve parpadeo, encantada por el halago y tan emocionada que se maldijo por ceder tan facilmente a sus galanteos.

El senor Cooper habia logrado que volviera a desear a un hombre, pero tambien habia conseguido que se sintiera atractiva y deseable. Tras la marcha de Richard, Genevieve habia hecho todo lo que estaba en su mano por contener sus necesidades fisicas y olvidar el amor; ahora, Simon Cooper la arrastraba hacia el tan deprisa que sentia vertigo.

Intento recordarse que apenas se conocian y que no debia confiar en el. No habia olvidado que uno de los libros que habia tomado prestados de la biblioteca era nada mas y nada menos que su guia para damas. Tal vez fuera una coincidencia, un detalle sin importancia; pero cabia la posibilidad de que no estuviera en Little Longstone de vacaciones, sino para encontrar a Charles Brightmore.

Fuera como fuera, tenia que descubrir la verdad. Si queria coquetear con ella, le seguiria el juego. Era una forma excelente de descubrir sus verdaderos motivos.

– Belleza es un nombre precioso -dijo-, pero creo que Diablesa seria mas oportuno.

– Es posible, pero me gustan los desafios.

Genevieve lo miro con intensidad.

– ?Por eso se llevo una copia de la Guia para damas? ?Porque penso que la lectura de un libro de tales caracteristicas seria un desafio para usted?

Genevieve observo su reaccion con detenimiento, esperando encontrar alguna senal de culpabilidad, pero solo encontro un fondo leve de verguenza en su expresion.

Y acto seguido, le dedico una de esas sonrisas que la desarmaban.

– Supongo que la eleccion le habra resultado chocante. El titulo del libro me parecio tan interesante que no pude resistirme.

– ?Por que? ?Suele leer literatura para mujeres?

Simon rio.

– No. Espero que no le haya molestado…

– En absoluto. Solo sentia curiosidad.

– Cuando lo vi, me acorde de que el libro y el autor se vieron envueltos en algun tipo de escandalo hace unos meses. Era demasiado intrigante para pasarlo por alto… y no me arrepiento de haberlo leido -le confeso.

Genevieve arqueo las cejas.

– ?Ya lo ha leido?

El asintio.

– Si, lo lei anoche.

Como no dijo nada mas, ella pregunto:

– ?Y que le ha parecido? ?Le ha gustado?

– Teniendo en cuenta los asuntos que trata, no me extrana que se viera envuelto en un escandalo. El senor Charles Brightmore sabe mas de la naturaleza femenina que ninguno de los hombres que conozco. Supongo que tuvo que investigar mucho y muy a fondo para llegar a esas conclusiones. Es un hombre afortunado.

– Y un exiliado -observo ella, atenta a sus reacciones-. Recibio amenazas de muerte y no tuvo mas remedio que marcharse de Inglaterra.

El fruncio el ceno y asintio.

– Si, creo recordar que oi algo al respecto. Una verdadera lastima. Por mi parte, opino que merece un premio por ese libro.

– ?En serio? ?Por que lo dice?

– Porque ofrece informacion que no se puede encontrar en ninguna otra parte. Y desde mi punto de vista, la informacion es poder -contesto.

Genevieve no pudo ocultar su sorpresa.

– Los que se pusieron en su contra no estarian de acuerdo con usted. No quieren que las mujeres tengan acceso a esa clase de informacion y ni a ninguna otra que pueda concederles un poder excesivo sobre sus vidas y sobre sus cuerpos.

Simon la miro con intensidad.

– Porque son gentes ignorantes. Personalmente, prefiero a las mujeres inteligentes y bien informadas. Son una de mis mayores debilidades.

– Parece que no anda escaso de ellas…

Simon no dijo nada durante unos segundos. La miro con una expresion extrana, que Genevieve no supo interpretar y que avivo aun mas su fuego interno.

Despues, carraspeo y dijo:

– Si, eso parece.

Ella se humedecio los labios. El llevo la mirada a su boca.

– Entonces… ?no esta en contra de que las mujeres accedan a esa informacion? ?Aunque contribuya a cambiar su papel tradicional en la sociedad?

– Conocimiento, experiencia, poder… yo diria que son cualidades muy atractivas en el sexo femenino. Tremendamente atractivas, de hecho.

– ?No teme sentirse… sometido?

– No lo se. Supongo que eso depende quien someta.

La seguridad de que el comentario de Simon escondia una insinuacion, desato una rafaga de placer secreto entre los muslos de Genevieve. Habia llevado la conversacion por aguas peligrosas para determinar si intentaba sonsacarla sobre su relacion con Charles Brightmore; pero, a menos que fuera un actor consumado, no parecia especialmente interesado en el asunto.

Por lo visto, Simon Cooper era lo que decia ser, un administrador que habia decidido pasar unas vacaciones cortas en el campo. Aunque no fuera exactamente un amigo, tampoco era un enemigo. No habia nada de malo en dejarse llevar por su galanteria y coquetear un poco; por mucho que la excitara y que la alarmara con ello, estaban entre cientos de personas y la situacion no se le podia escapar de las manos.

– No imagino como podria abrumar nadie a un hombre como usted, senor Cooper.

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