Simon le masajeo suavemente las manos.

– ?Esto te alivia?

– Si, es muy… agradable.

– Por eso te quedaste a vivir en Little Longstone. Para estar cerca de las aguas termales.

Ella asintio.

– Es verdad. Me alivian bastante. El dolor empezo hace varios anos; al principio eran punzadas ocasionales, pero luego empeoraron y aparecio la hinchazon.

– ?Has hablado con algun medico?

– Con Varios. Pero al margen de las cremas y de las aguas, no pueden hacer nada.

– Lamento mucho que te duela. Pero quitate los guantes, por favor. Quitatelos y tocame bajo la luz del dia. Anoche tuve ocasion de sentir sus caricias y fueron magia pura. Deja que las vea mientras me tocas.

– No, Simon. No es posible.

– ?Por que? Yo mismo tengo cicatrices. No se puede decir que sea perfecto.

Genevieve se aparto.

– Ya, pero ?te han rechazado alguna vez por tus cicatrices?

Genevieve lo pregunto sin darse cuenta. Y para su horror, los ojos se le llenaron de lagrimas.

Simon la miro con expresion extrana.

– No, pero doy por sentado que a ti, si.

Ella asintio para confirmar su teoria.

– Mi marido no toleraba la fealdad. Aborrecia mis manos.

Simon penso que no habia sido su supuesto marido, sino su amante.

– Siento que te hiciera dano; pero yo no soy el, Genevieve. Quiero verte y que me toques.

El tomo una de sus manos, introdujo un dedo por debajo del guante y empezo a acariciarle la palma. Genevieve quiso resistirse, pero la tocaba con tanta delicadeza que no fue capaz.

– La belleza y la perfeccion son dos cosas distintas -continuo el-. Aqui no hay nada que no sea precioso ni exquisito. No hay parte alguna de tu cuerpo que no desee ver.

Simon le llevo la otra mano a la parte delantera de los pantalones. Genevieve sintio un escalofrio de placer y cerro los dedos sobre su sexo.

– Confia en mi, por favor. El unico miedo que debes tener no es que te rechace al ver tus manos, sino que me encierre en esta habitacion, contigo, hasta que llegue la noche.

Ella no podia hablar, no podia respirar. Sentia su ereccion contra la mano y no pensaba en otra cosa que no fuera hacer el amor con el.

De repente, se aparto, se quito los guantes y los tiro al suelo. Seguia completamente vestida, pero se sentia desnuda y mas vulnerable que nunca.

Sin apartar la mirada de sus ojos, Simon se quito la camisa, la tomo de las manos y se las llevo a su pecho.

– No puedes ni imaginar cuanto me gusta que me acaricies.

Genevieve trago saliva y le acaricio. El bajo la mirada y contemplo sus manos. Ella se puso tensa, pero todos sus temores desaparecieron al unisono cuando Simon se inclino y se las beso con dulzura.

Genevieve suspiro.

– Son magicas -dijo el-, tan magicas como el resto de ti, tan deliciosas como el resto de ti, tan bellas como el resto de ti.

En la garganta de Genevieve se ahogo un sollozo. Sus palabras y la vision de sus labios contra las manos resultaron tan estremecedoras que empezo a llorar sin poder evitarlo. Simon la abrazo en silencio y la beso en la boca lentamente, con toda su pasion, explorandola. Genevieve se apreto contra el, dominada por el deseo, y le acaricio el cabello.

– Yo tambien quiero verte, Simon. Quiero tocarte… por favor. Ahora…

Respirando con pesadez, Simon retrocedio y se desnudo por completo. Ella se acerco y acaricio su ereccion, inmensamente satisfecha no solo por el gemido de su amante, sino tambien por las gotas de fluido nacarado que surgieron de su pene. Aprovecho la humedad para frotarlo y siguio adelante con sus caricias.

– Si insistes con eso, no podre seguir de pie.

– Ni yo.

Las palabras de Genevieve lo excitaron. Agarro su vestido y tiro de el hacia abajo, llevandose tambien la camisa. Mientras Simon terminaba de retirarle la ropa, ella se quito los zapatos; ya solo llevaba las medias y las ligas.

La tumbo en la cama, se acosto contra ella y le quito las horquillas del pelo.

– Cabalga conmigo.

Genevieve se sento sobre el y descendio despacio, de tal manera que su sexo la penetro hasta el fondo. Despues, apoyo las manos en su pecho y empezo a moverse contra el, alzando y bajando las caderas.

Simon cerro los dedos sobre sus pechos y jugueteo con sus pezones, aumentando el placer que sentia. Genevieve echo la cabeza hacia atras, hechizada, y acelero el ritmo hasta quedarse al borde del climax, a menos de un segundo; pero ese segundo desaparecio cuando el introdujo una mano entre sus piernas y le acaricio el clitoris.

El orgasmo se presento con la fuerza de un trueno, entre espasmos que la dejaron agotada y la obligaron a tumbarse sobre el.

Cuando por fin levanto la cabeza, descubrio que Simon la estaba mirando.

– Gracias -dijo el.

Ella sacudio la cabeza.

– No, gracias a ti.

Simon arqueo una ceja.

– ?Por que?

– Por haberme devuelto algo que creia perdido para siempre -respondio-. Por aceptar mi deformidad. Por no rechazarme. Por encontrar belleza donde no la hay.

– La belleza esta en la mirada.

– Trabajos de amor perdidos… Ahora parafraseas a Shakespeare.

– En efecto. Donde tu no ves belleza alguna, yo veo abundancia.

– Gracias, Simon. Pero, ?por que me has dado las gracias a mi?

Algo brillo en los ojos de su amante; algo que no supo interpretar. Pero desaparecio tan deprisa que penso que lo habia imaginado.

– Por decirme la verdad, por confiar en mi.

Genevieve se sintio terriblemente culpable. Le habia dicho la verdad sobre sus manos, pero le ocultaba mucho mas que eso.

Sin embargo, alzo la cabeza y sonrio.

– De nada. Pero dime, ahora que has descubierto mi secreto, ?que propones para el resto de nuestro dia?

Simon le acaricio suavemente el trasero.

– Se me ocurre media docena de cosas.

Ella arqueo una ceja.

– ?Media docena? Son unas cuantas…

– Solo las que se me ocurren ahora, hasta la hora del almuerzo. Pero seguro que mi imaginacion se despierta mas tarde.

– Oh, vaya… pero no se si podremos almorzar. Tengo entendido que tu despensa esta medio vacia -le recordo.

– Tengo pan, jamon y… miel.

– Que casualidad. Me gusta el pan, me gusta el jamon y me gusta la miel.

La sonrisa de Simon habria derretido las suelas de sus zapatos si los hubiera llevado puestos.

– Magnifica noticia. Porque la miel te quedaria muy bien aqui…

El le acaricio un pezon y se inclino para lamerselo.

– Pero solo para empezar -dijo ella-. Hay mas posibilidades.

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