Capitulo Catorce

El sol se ponia y el cielo de otono se llenaba de tonos dorados y rojizos cuando Simon y Genevieve, animados por la energetica Belleza, se acercaron al camino que llevaba a la casa. Simon redujo el paso porque sabia que Baxter se presentaria en cualquier momento y queria alargar el dia tanto como le fuera posible.

Llevaban quince minutos de paseo por los bosques. Se habian acercado al manantial para que Genevieve recibiera su sesion diaria de aguas termales; y por mucho que lo intentaba, Simon no recordaba un dia mas maravilloso.

Le parecia increible que en casi treinta anos de existencia mas o menos facil, con dinero, familia, amigos, fiestas, pasion y aventuras, su mejor experiencia fuera un simple paseo con aquella mujer.

Habian hecho el amor durante horas; despues habian almorzado en la alfombra del dormitorio y habian aprovechado la miel para seguir amandose. Genevieve no era unicamente una mujer preciosa, sino tambien inteligente, divertida y con caracter; alguien que sabia mantener una conversacion. Le gustaba tanto que no podia dejar de tocarla; de haber sido por el, la habria abrazado y se habria quedado asi, apretado contra su cuerpo, hasta el fin de sus dias.

Con ninguna mujer se habia sentido tan comodo ni tan relajado como con ella, y ninguna lo habia excitado tanto. Ademas, cada minuto que pasaba en su compania lo convencia mas de que no tenia nada que ver con el asesinato de Ridgemoor; de hecho, se inclinaba a pensar que ni siquiera sabia que habia muerto. La persona que se habia atrevido a quitarse los guantes y mostrarle lo que consideraba su mayor verguenza, era indudablemente una persona digna de confianza.

Le habia pedido que confiara en el; y aunque no tenia motivos para hacerlo, Genevieve se habia arriesgado.

Naturalmente, la sinceridad de su amante tuvo la consecuencia de que Simon se sintiera culpable. No podia confesarle que era espia de la Corona britanica y que estaba en Little Longstone para conseguir la carta. No podia decirle la verdad, pedirle la prueba que buscaba y esperar que todo siguiera igual entre ellos.

Mas de una vez, a pesar de ello, habia considerado la posibilidad de sincerarse. Pero su mente le decia que debia ser cauto; que cuanto menos supiera Genevieve, mas a salvo estaria; y que, a fin de cuentas, Genevieve tampoco habia sido totalmente sincera con el: aunque le habia confesado lo de sus manos, todavia no habia dicho nada de su relacion con Richard ni de su identidad literaria secreta, Charles Brightmore.

Pero ahora sabia algo importante. Un dia en su compania habia bastado para que llegara a la conclusion de que el conde habia sido un estupido; evidentemente, el hombre que habia rechazado a Genevieve no era su esposo inventado, sino su amante real. Y le parecia increible que hubiera abandonado a una mujer tan valiente y tan honrada por un defecto sin ninguna importancia.

Genevieve noto su cara de preocupacion y pregunto:

– ?A que viene ese ceno tan fruncido? ?Que te preocupa?

Simon se relajo un poco y sonrio.

– Nada. Estaba pensando en ti.

– Pues no parecia nada bueno.

– Al contrario. Era buenisimo.

– Tu expresion decia otra cosa.

– No, fruncia el ceno por mi falta de habilidad con las palabras. Intentaba encontrar una forma de describir el dia que hemos pasado juntos y no se me ha ocurrido otra que… placentero. Pero ese adjetivo es a todas luces insuficiente. Ha sido…

– ?Mas que meramente placentero? -pregunto, sonriendo.

– Si. Ha sido uno de esos dias que me gustaria repetir.

Su esperanza de que el sentimiento fuera reciproco, se esfumo cuando Genevieve se puso seria de repente y permanecio en silencio. Por lo visto, aquellas horas no le habian resultado tan maravillosas como a el.

– Al parecer, no eres de la misma opinion…

Ella sacudio la cabeza.

– Claro que si. Es que…

Genevieve se alejo y dio unos cuantos pasos antes de volverse nuevamente hacia el.

– Me temo que no he sido completamente sincera contigo, Simon. Y si vamos a pasar mas tiempo juntos, si vamos a repetir dias como este, prefiero que no quede ninguna mentira entre los dos -declaro.

Simon se sintio un poco mas culpable.

– Adelante, te escucho.

Ella dudo.

– Genevieve, te doy mi palabra de que lo que me cuentes permanecera entre nosotros.

– Gracias, Simon. Veras… mis circunstancias personales no son como tu crees. No estoy viuda; de hecho, no me he casado nunca. Durante diez anos fui la amante de un noble, de un aristocrata con quien aun estaria si no el no hubiera roto nuestra relacion por considerar que mis manos eran imperfectas.

– Comprendo.

– Por motivos evidentes de discrecion, hice creer a todo el mundo que era viuda. Seguramente pensaras que soy una cualquiera y no te lo reprocho, pero…

El le puso un dedo en los labios.

– No, jamas he pensado que seas una cualquiera, Genevieve. Hiciste lo que tenias que hacer, lo mas adecuado en tales circunstancias. Y te estoy muy agradecido por contarme la verdad.

– Yo…

Simon le acaricio la mejilla.

– ?Como te convertiste en su amante?

Genevieve tardo unos segundos en responder.

– Mi madre era prostituta; ella no queria que yo siguiera sus pasos y ahorro hasta el ultimo penique para pagar mis estudios. Yo tenia talento para la pintura, asi que me compro todo lo necesario. Cuando cumpli los quince anos, nos mudamos a Londres y ella empezo a trabajar en un burdel de la ciudad.

– ?En un burdel?

– Si, yo tambien trabajaba en aquel local, pero limpiando y preparando la comida. Alli fue donde conoci a Baxter. Lo encontre en un callejon, una manana de invierno. Le habian dado una paliza y lo habian dejado por muerto. Yo lo lleve a mi dormitorio, cuide de el y, milagrosamente, se recupero.

Simon se estremecio sin poder evitarlo. Mientras el habia llevado una vida de riqueza y privilegios, las personas como Genevieve y Baxter se las veian y se las deseaban para sobrevivir un dia mas.

Carraspeo y dijo:

– Le salvaste la vida. No me extrana que sea tan protector contigo.

– Y yo con el, porque me devolvio el favor por el procedimiento de convertirse en el hermano que no tenia. Yo seguia trabajando y pintaba en mi tiempo libre. A Claudia, la madame del burdel, le gustaban tanto mis cuadros que los expuso en la casa… hasta albergue esperanzas de convertirme algun dia en una artista de verdad.

– ?Y que ocurrio?

– Que Claudia murio. Llego una madame nueva y el burdel y el tipo de clientela empezaron a cambiar… para mal. A mi madre le dieron palizas varias veces. Yo estaba desesperada por sacarla de alli.

– Lo siento tanto, Genevieve…

– Desgraciadamente no teniamos muchos sitios adonde ir; sobre todo, sitios donde yo no tuviera que trabajar de prostituta y pudiera limitarme a las tareas de sirvienta. Para empeorar las cosas, la nueva madame se empeno en que mi madre le debia dinero por todo el tiempo que habia perdido en recuperarse de las palizas, y sus intereses eran tan exorbitantes que no los podiamos pagar.

– Una situacion dificil -comento el.

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