– En efecto. No me quedo mas remedio que dejar a mi madre y buscarme un trabajo mejor pagado para intentar ayudarla. Me dieron un puesto como ama de llaves, pero tarde poco en descubrir que el senor de la casa esperaba que me acostara con el. Y supongo que lo habria hecho, porque no tenia eleccion. Pero un dia, mi madre me llamo y me dijo que a uno de los clientes del burdel, un hombre rico y poderoso, le habian gustado mucho mis cuadros. Queria conocerme.

– El era el aristocrata del que me hablabas antes, ?verdad?

Genevieve asintio.

– Resulto ser un hombre guapo, amable y extremadamente generoso. Ser su amante me permitio escapar de la casa donde trabajaba y sacar a mi madre del burdel.

– Entonces, tambien la salvaste a ella.

Genevieve sacudio la cabeza con pesar.

– Murio menos de un ano despues. Pero al menos, sus ultimos meses fueron comodos y agradables.

– ?Lo amabas?

– ?A quien? ?A mi amante?

– Si.

– Con el tiempo llegue a apreciarlo sinceramente. Era muy bueno conmigo. O lo fue hasta que… bueno, esa parte ya la conoces. Dejo de quererme.

– ?Has vuelto a verlo desde entonces?

– No, ni espero verlo. Dejo bien claro que no queria saber nada mas de mi, que nuestra relacion quedaba rota para siempre.

– ?Sigues enamorada de el?

Genevieve considero la pregunta durante unos segundos y respondio:

– No, el apago aquella llama. Aunque siempre le estare agradecida por haberme sacado de la pobreza y haber hecho posible que mi madre saliera del burdel. Al final, resulto que el hombre a quien yo amaba no existia en realidad… si hubiera sido real, no me habria abandonado de ese modo. Pero en fin, no le culpo.

– Deberias -declaro, irritado-. El motivo que tuvo para abandonarte es tan deshonroso como egoista en extremo.

Ella sonrio sin humor.

– Me siento halagada por tus palabras, Simon, pero dime: ?de que sirve una amante cuando ya no te da placer?

– Un hombre que no obtenga placer de ti, es un ciego. Y un completo idiota.

Genevieve lo miro a los ojos y le dedico una sonrisa tremula.

– Gracias.

– ?Que paso con tus cuadros?

– Segui pintando durante muchos anos, pero ahora me cuesta demasiado.

– ?Lo has intentado?

– No, ultimamente no. Tenia miedo de…

– ?De que?

Genevieve fruncio el ceno.

– De fracasar, de no ser capaz de crear belleza. Pero ahora, tu me has reavivado la esperanza de que… en fin, no se. Tal vez lo intente de nuevo.

– Deberias intentarlo. Y espero que lo consigas… Por cierto, ?el cuadro que esta sobre la chimenea, el que vi en tu casa, es tuyo?

Ella asintio.

– Si, siempre ha sido mi preferido.

– No me extrana. Es una obra extraordinaria.

– Gracias, Simon. Pero quiero que sepas una cosa. Hasta que te conoci, mi amante habia sido el unico hombre de mi vida. No ha habido otros.

Simon se sintio como si el corazon le fuera a estallar.

– Te agradezco que me lo digas. Es algo tan personal que te habra resultado dificil.

– Y ahora que sabes todo lo que hay que saber de mi, ?aun te gustaria repetir este dia?

– Si -dijo sin dudarlo-. ?Y a ti?

– Tambien.

Ella sonrio y el maldijo que su tiempo se hubiera acabado. Baxter apareceria de un momento a otro.

Los dos bajaron la mirada y vieron que Belleza se habia quedado dormida a sus pies.

– La hemos matado de aburrimiento -dijo el.

– Mejor. De lo contrario, echaria a correr por el camino y nos obligaria a seguirla a toda prisa.

El la abrazo y la beso. Ella se entrego inmediatamente a el y permitio que su lengua explorara el calor sedoso de su boca.

Simon solo penso una cosa mas. Esperaba poder disfrutar de otro dia como aquel antes de que su mision y su vida en Londres los separara.

Capitulo Quince

Simon miro el cuadro de la chimenea, el cuadro de Genevieve. Habia encendido una vela y su luz escasa bastaba para resaltar los colores, tan vibrantes que parecian querer salir del lienzo. Observo la marca de las pinceladas y el paisaje marino y se pregunto si la mujer rubia seria la propia Genevieve. Ademas de ser inteligente, amable, encantadora, bella y sensual, tenia un talento asombroso. O lo habia tenido, al menos, hasta que el problema de sus manos le robo la confianza.

Suspiro, decidio concentrarse en su labor y paso a otra habitacion, buscando paneles sueltos en las paredes, ladrillos flojos, fondos falsos en los cajones, tablones huecos o cualquier otra cosa que pudiera ocultar el lugar donde Genevieve habia escondido la carta.

Se sentia terriblemente frustrado. Llevaba varios dias en Little Longstone y no habia avanzado nada en la investigacion, incluso penso en enviar una nota a Waverly para preguntarle si Miller, Albury o el mismo habian descubierto algo en su ausencia. Pero descarto rapidamente la idea.

Los mensajes se podian interceptar; era un riesgo excesivo. Solo sabia que el conde debia de haber muerto a manos de alguno de sus enemigos politicos; lamentablemente, Ridgemoor tenia tantos enemigos en vida que esa informacion no le servia de nada. Necesitaba la carta. El tiempo se estaba acabando. Cuando llego al dormitorio de Genevieve, miro la cama y su imaginacion lo traiciono de inmediato con escenas de amor. Cerro los ojos para borrarlas, pero no lo consiguio hasta que se dio la vuelta y miro el escritorio.

Aunque ya lo habia registrado con anterioridad, decidio abrir otra vez el cajoncillo superior. Mientras pasaba las paginas de la que seguramente iba a ser la segunda parte de Guia para damas, penso que era una suerte que Genevieve hubiera encontrado aquel lugar. En Little Longstone estaba a salvo. Era una pena que su vida y su trabajo estuvieran en Londres, tan lejos.

Sus ojos se fijaron entonces en la papelera. En su interior habia una hoja arrugada que alcanzo, aliso y leyo:

La mujer moderna debe mantener la cabeza sobre los hombros cuando se encuentre en compania de un caballero atractivo y encantador. Cuanto mas atractivo y mas encantador sea el hombre, mas dificil sera de conquistar; en consecuencia, hay que concentrarse en algo que no guarde la menor relacion con el; como por ejemplo, recitar mentalmente el monologo de Hamlet o realizar alguna tarea tediosa como contar hasta cien.

Simon sonrio. Genevieve era una mujer notablemente astuta. Y por motivos que ni el mismo comprendio, doblo la hoja y se la guardo en un bolsillo en lugar de devolverla a la papelera donde la habia encontrado.

Varias horas despues, cuando empezaba a amanecer, habia registrado hasta el ultimo rincon de la casa.

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