instante en su mente. Un joven alto, ancho de hombros y de pelo ondulado y castano, dotado de unos intrigantes y juguetones ojos de color avellana y de una sonrisa traviesa que inexplicablemente -e innegablemente- la habia fascinado desde el instante en que ambos se habian conocido en Londres hacia tres anos en casa de los Wexhall. Incluso en ese instante, el corazon parecio darle un vuelco… sin duda el resultado de la severa irritacion provocada por el simple recuerdo del doctor Oliver.
Con la imagen de el firmemente instalada en su cabeza, la asaltaron los inquietantes recuerdos de aquella noche vivida hacia ya tres anos. Victoria acababa de celebrar entonces su decimo octavo cumpleanos y se habia visto arrebolada de seguridad femenina ante su fabulosamente exitosa primera temporada, una seguridad a la que habia dado alas el incuestionable interes que habia despertado en los ojos del pecaminosamente atractivo invitado de su padre. La imaginacion de Victoria habia catalogado de inmediato al doctor Oliver como un aventurero, un disoluto pirata que se fugaria con ella y que se la llevaria a su barco para besarla y… en fin, no sabia con total seguridad que mas, pero sin duda, fuera lo que fuese, era lo mismo que arrebolaba ferozmente las mejillas de su doncella Winifred cuando la joven mencionaba a Paul, el apuesto lacayo nuevo.
La instantanea atraccion que el doctor Oliver desperto en ella habia sido embriagadora y sobrecogedora, en absoluto comparable a nada de lo que lady Victoria habia experimentado con anterioridad, a pesar de que francamente la habia confundido pues bien era cierto que habia visto a otros apuestos caballeros antes… incluso mas apuestos que el guapo joven. El propio hermano del doctor, lord Sutton, que se encontraba a menos de tres metros de donde ella estaba, era sin duda el mas apuesto de los dos, y parecia mucho mas caballeroso y correcto.
Sin embargo, nadie podria haber negado que Victoria era incapaz de explicar su reaccion ante el doctor Oliver. Habia algo en el… quiza fueran sus cabellos, un poco demasiado largos, o la corbata ligeramente arrugada, o los destellos traviesos que rondaban su mirada y las comisuras de sus deliciosos labios lo que habia capturado su fantasia. Lo que la llevo a desear tocarle el pelo, alisarle la corbata y preguntarle que era lo que le resultaba tan divertido.
Pero era, sobre todo, su forma de mirarla lo que le habia acelerado el corazon, produciendole acaloradas punzadas de placer de la cabeza a los pies. Nathan habia posado en ella la mirada con una combinacion de calida diversion y un imperturbable flirteo que orillaba los limites del decoro. Y aunque Victoria deberia haberse sentido horrorizada, lo cierto es que se mostro encantada. El doctor Oliver no se parecia a nadie ni a nada de lo que habia experimentado hasta el momento, y cuando el le sugirio que le llevara a dar una vuelta por la galeria de los retratos, ella habia accedido de inmediato, decidiendo que no habia nada de indecoroso en ello. Su tia y lord Sutton estarian en la habitacion contigua. La puerta que unia ambas salas estaria abierta de par en par…
Sin embargo, en cuanto estuvo a solas con el, el aplomo que normalmente caracterizaba a Victoria la abandono. Horrorizada, vio como sus esfuerzos por impresionar al doctor Oliver con su madurez, su vestido nuevo y su conversacion no llegaron a buen puerto. Se vio parloteando sin aliento y dando muestra de una incontinencia verbal que no era capaz de controlar. Todo lo que habia aprendido sobre modales parecio abandonarla y se limito a balbucear, incapaz de poner freno al nervioso torrente de palabras que borbotaban de sus labios. Aunque la cabeza le ordenaba callar, que levantara el menton y que se limitara a obsequiar a su acompanante con una larga y fria mirada, por motivos que no alcanzo a comprender, sus labios siguieron moviendose y las palabras derramandose de ellos. Hasta que por fin el la silencio con un beso.
Una oleada de calor la abraso al recordar aquel beso… aquel increible beso con el que el la habia dejado sin aliento, confundiendole los sentidos, deteniendole el corazon en el pecho y debilitandole las rodillas. Fue un beso tan breve… Demasiado. Victoria habia abierto los ojos y se habia encontrado con la mirada de el y con una sonrisa maliciosa en sus labios.
– Asi que ha funcionado -murmuro entonces Nathan con un ronco suspiro. Al ver que ella se quedaba muda, el arqueo una ceja y dijo-: ?No tiene nada mas que decir?
Ella logro susurrar dos palabras como unica respuesta:
– Otra vez.
Algo oscuro y delicioso habia asomado a los ojos de Nathan, quien la deleito con un tipo de beso distinto: una lenta, profunda y lujuriosa fusion de bocas y alientos, un apareamiento asombrosamente intimo de lenguas que desperto todas y cada una de las terminaciones nerviosas del cuerpo de Victoria. Se pego a el, colmada de una desesperacion y de un deseo que no alcanzaba a comprender. Tan solo alcanzaba a saber que queria mas, que deseaba que el no dejara de besarla. Pero no fue asi y, con un gemido, el la tomo de los brazos y, retirandolos de alrededor de su cuello, la separo con firmeza de el.
Se miraron fijamente durante largos segundos y, a pesar de que Victoria se vio obligada a interpretar la intensa expresion que leyo en el rostro de el, tan aturdida estaba que le resulto del todo imposible. Luego los labios de Nathan se curvaron hasta esbozar una maliciosa sonrisa y tendio los brazos hacia ella. Con un pequeno movimiento de sus dedos largos y fuertes, le ajusto el cuerpo del vestido, que, a pesar de que ella ni siquiera habia reparado en ello, estaba asombrosamente torcido, y a continuacion le paso la yema del pulgar por sus labios aun hormigueantes. El doctor parecio a punto de decir algo cuando su hermano le llamo desde la habitacion contigua. Se llevo entonces la mano de Victoria a la boca y pego los labios a sus dedos.
– Un interludio del todo inesperado y placentero, mi senora -susurro, tras lo cual, despues de despedirse de ella con un guino disoluto, salio apresuradamente de la habitacion.
Temerosa de enfrentarse a su tia antes de recuperar el juicio, Victoria corrio a su habitacion. De pie, delante de su espejo de cuerpo entero, se quedo perpleja al ver en el su reflejo. El perfecto peinado estaba salvajemente desordenado, el vestido arrugado, la piel encendida y los labios rojos e inflamados. Sin embargo, aun sin esas manifestaciones externas del apasionado intercambio con el doctor Oliver, la expresion de asombro y de descubrimiento que iluminaba sus ojos la habria delatado de inmediato.
El sentido comun la conminaba a horrorizarse ante su mas que sorprendente comportamiento, ante las libertades que le habia concedido al doctor, pero su corazon se nego en redondo. ?Como podia esperarse de ella que pensara con claridad cuando, por primera vez en su vida, lo unico que deseaba era sentir? No habia permitido a ninguno de los numerosos caballeros que habian intentado ganarse su favor durante la temporada que la besaran. Habia sonado con su primer beso. Sin duda habia planeado la escena al detalle, como lo hacia con todo en la vida: tendria lugar en los sobrios jardines, despues de que el caballero en cuestion se lo hubiera solicitado y hubiera recibido su permiso. Sin embargo, en apenas un instante todos sus planes se habian desvanecido en una nube de vapor. Ni en sus mas atrevidas fantasias habria osado conjurar nada semejante a los increibles y magicos momentos que habia compartido con el doctor Oliver. No veia la hora de volver a verle, y despues de lo que habian compartido, sabia que el se pondria en contacto con ella.
Pero Victoria no habia estado tan equivocada en toda su vida. Nunca volvio a verle ni a saber de el.
Ahora, al contemplar desde la ventanilla del carruaje las interminables colinas verdes salpicadas de pequenas casas de campo con sus techos de paja que marcaban la presencia de una nueva aldea, Victoria cerro los ojos y se avergonzo en silencio al darse cuenta de lo estupida que habia sido, ante la idiota expectacion esperanzada que habia regido su vida durante las semanas siguientes a aquel encuentro. Habia buscado a Nathan en cada velada, esperando impaciente dia tras dia la llegada del cartero, sobresaltandose cada vez que oia el repiqueteo del llamador de bronce contra la puerta principal, anunciando alguna visita. No cayo ante la verdad a la que tan ciega habia estado hasta una manana a la hora del desayuno, seis semanas despues de que el doctor Oliver le hubiera robado ese beso, cuando, sin darle mayor importancia, menciono el nombre del joven a su padre. Con una sola frase, su padre habia hecho anicos todas sus esperanzas. El doctor Oliver habia regresado a Cornwall la manana siguiente de su visita a la casa y no tenia intencion de regresar a Londres.
Victoria recordaba aun la fiebre de humillacion que la habia abrasado. ?Menuda estupida habia sido! ?Habia atribuido todos esos ideales romanticos y heroicos a un hombre que no era mas que un rufian! Un hombre que la habia besado hasta hacerle perder el sentido sin la menor intencion de volver a hablar con ella. Un hombre que le habia robado su primer beso, un beso que hasta la fecha no habia podido borrar de su cabeza cuando sin duda el ni siquiera debia de acordarse del encuentro. Era la primera vez en la vida que Victoria se habia visto tan sumariamente despreciada, tratada con tanta mezquindad, y no le habia gustado ni un apice. Que hombre tan grosero e insufrible. Quiza fuera un caballero por nacimiento, pero no habia duda de que su educacion y su moral brillaban claramente por su ausencia, puesto que no poseia un minimo de modales.
Muy bien, cuando llegara la hora de marcharse de Cornwall, Nathan se acordaria de ella. Habia sido joven e impresionable, y el era lo suficientemente experimentado para saber que se estaba aprovechando de su inocencia. Habia jugado con ella de un modo que sin duda Victoria habria olvidado y por el que podria haberse reconocido