mi inocencia. Hasta un ciego habria podido leer la sombra de duda que velaba sus ojos. -La imagen de Colin que habia quedado grabada en su mente y la de su amigo mirandole con los ojos prenados de duda y de sospecha destellaron en su mente, provocando de inmediato una afilada punzada de dolor. Nathan parpadeo en un afan por deshacerse del recuerdo y prosiguio-: En cuanto a Gordon, mi mejor amigo, me acuso abiertamente.
– ?Tenia alguna prueba que te inculpara?
– Ninguna. No habia ninguna. Tan solo insinuaciones y mera especulacion, aunque mucho me temo que eso es algo que puede resultar igualmente danino. A Gordon, entre otros, le parecio muy conveniente que yo hubiera sido el unico en escapar del incidente ileso.
– ?Como respondiste a semejante acusacion?
– No respondi. Era obvio que nada de lo que yo pudiera decir le convenceria de su error. -Y, maldicion, cuanto habia dolido eso. Casi tanto como que el propio Colin dudara de el. Volvio a centrar su atencion en Victoria y casi pudo ver girar los mecanismos de su mente. ?Cuanto tardaria en preguntarle si tambien su padre le creia culpable? ?Cuanto en ser consciente de las implicaciones que suponia el hecho de que si el y su padre eran las unicas dos personas que estaban al corriente de la mision, y el no era culpable…?
– Dices que ni tu hermano ni tu padre proclamaron tu inocencia. ?La proclamaste tu?
Nathan aparto los ojos de los de ella y echo una mirada a la espesura del bosque.
– Les dije que no habia traicionado a mi pais, aunque mis palabras cayeron en oidos sordos. Colin se sentia enganado y sospechaba de mi continuo secretismo. Mi padre, perplejo al descubrir que sus hijos habian estado trabajando para la Corona, me acuso de ser el responsable de la herida de Colin. Segun dijo, Colin podia haber muerto. Como si yo no lo supiera. Como si eso no fuera a carcomerme la conciencia durante el resto de mi vida. Tuvo lugar una terrible discusion. Se dijeron palabras enojadas e hirientes. Ellos se sentian traicionados y embaucados, y yo me sentia… -Su voz se apago.
– ?Como te sentias? -pregunto Victoria con suavidad.
– Culpable. Presa del remordimiento. Destrozado. Mi padre me ordeno que me fuera y asi lo hice.
– Debe de haber sido muy doloroso.
Nathan se volvio a mirarla, buscando en su rostro algun atisbo de condena. Sin embargo, en el tan solo pudo detectar un velo de compasion. De algun modo, eso le hizo sentirse aun peor que si Victoria le hubiera dedicado una mirada de censura.
– Por no decir… mas. Despues de ir de aqui para alli durante dos anos, descubri por fin Little Longstone. Alli todos me aceptan simplemente como el doctor Nathan Oliver. Nadie esta al corriente de la elevada posicion de mi familia, de mi pasado de espia ni de mi mancillada reputacion. Me dedico en cuerpo y alma a la profesion que amo y vivo como siempre quise hacerlo. Del modo que siempre me ha hecho sentir mas comodo. Con toda sencillez. Y pacificamente.
– Pacificamente quiza, aunque no estes realmente en paz.
A pesar de que una inmediata negacion asomo a labios de Nathan, las palabras murieron ante la calida compasion y la gentil ternura que supo leer en la mirada de Victoria.
– Puedo verlo en tus ojos, Nathan -dijo ella con renovada suavidad-. Las sombras. El dolor. En cuanto volvi a verte supe que no eras el mismo hombre que conoci hace tres anos.
Maldicion, ?como se las ingeniaba esa mujer para deslizarse tras su guardia de ese modo? Victoria le hacia sentirse… vulnerable. Indefenso. Y eso no le gustaba.
– Estoy seguro de que lo dices en el mejor de los sentidos -dijo Nathan en un tono seco como la grava.
– Lo que quiero decir es que enseguida supe que algo te habia cambiado. Ahora se lo que es. Y lo siento por ti.
– Porque te resulte encantador la primera vez que nos vimos.
Aunque habia una inconfundible dosis de sarcasmo en las palabras de Nathan, Victoria le sorprendio respondiendo en un tono de extrema seriedad:
– Si. -Entonces sonrio-. Aunque sin duda eso debio de resultarle obvio a un maestro del espionaje como tu. Creo recordar que tambien yo te guste.
Dios, si, por supuesto. A Nathan le habia gustado el aspecto de Victoria. El brillo de sus ojos. Su seductora sonrisa. Esa dulce inocencia mezclada con malicia revestida de delicada belleza. Su encantador parloteo nervioso, que le habia llevado a silenciarla con un beso. Y tambien su deleitable sabor. Su delicioso contacto y el olor no menos agradable. Nada ni nadie habian logrado encenderle la sangre ni afectarle tan profundamente ni antes ni desde entonces.
– Si, Victoria -respondio con voz queda-. Me gustaste. -Dios del cielo, todavia le gustaba. Y mucho se temia que demasiado.
Un rubor tenido de rosa mancho las mejillas de Victoria y el agarro con firmeza las riendas de Medianoche para evitar sucumbir a la tentacion de tocarla.
– No se si sabes que… esa noche… fue mi primer beso -dijo ella.
Nathan sintio que algo se expandia en su interior.
– No, no lo sabia con seguridad, aunque debo confesar que lo sospechaba.
Las mejillas de Victoria se ruborizaron aun mas y su mirada termino apartandose de la de el.
– Mi inexperiencia debe de haberte aburrido.
Nathan no pudo hacer mas que clavar en ella la mirada. Debia de estar de broma. ?Aburrirle? Ojala. Sin embargo, el rubor y la verguenza que evidenciaba Victoria eran un claro indicador de que hablaba en serio. Mientras que el sentido comun le decia que lo mas sensato era dejarla creer lo que quisiera, su conciencia no le permitio que Victoria abrigara un malentendido tan intolerable. Tendio la mano y apoyo las yemas de dos de sus dedos bajo el menton de ella. Incluso ese infimo contacto con la suave piel de Victoria provoco en el una oleada de calor. Cuando las miradas de ambos se encontraron, Nathan dijo con extrema delicadeza:
– No me aburriste, Victoria. Estuviste… -Se detuvo y quiso anadir: Me embriagaste. Me embrujaste. Me encantaste. Me cautivaste. Te convertiste en alguien irrevocablemente inolvidable con solo un beso, pero solo dijo-: Estuviste encantadora.
Nathan juraria haber visto un destello de alivio en esos ojos que eran del mismo vivido azul que el del mar. El atisbo de una sonrisa temblo en los labios de Victoria.
– Quiza tambien yo podria decir lo mismo de ti.
– ?Podrias decirlo… o lo dices? -A pesar de su tono ligeramente burlon, Nathan fue de pronto consciente de lo mucho que anhelaba la respuesta a su pregunta.
– ?Estas seguro de que quieres oir la respuesta, Nathan? -pregunto ella empleando un tono igualmente burlon e imitando la pregunta que el le habia hecho en mas de una ocasion.
Nathan retiro los dedos de debajo del menton de Victoria y sonrio.
– De hecho, siendo como soy un maestro del espionaje, conozco la respuesta. Tu entusiasta reaccion fue buena prueba de que nuestro encuentro te resulto tan delicioso como a mi.
Victoria inclino la cabeza en un gesto de asentimiento y se encogio de hombros.
– He aprendido que los hombres duchos en el arte de besar suelen estar acostumbrados a recibir entusiastas respuestas.
Nathan entrecerro los ojos, aunque ella no lo percibio porque se habia vuelto a mirar a un par de pajaros que canturreaban en una rama cercana. ?Que demonios habia querido decir Victoria con eso? Un espasmo de celos, abrasador e innegable, lo atraveso. ?Que sentido tenia siquiera preguntarselo? Obviamente, solo habia una forma de que Victoria hubiera obtenido semejante informacion: besando. A Hombres. Hombres que no eran el.
Maldicion. La noche anterior Nathan habia sufrido horas de insomnio, atormentado por ideas de esa indole. Bueno, toda la noche no. Habia dedicado parte de ella a permitirse disfrutar de fantasias eroticas en las que se imaginaba tocandola, besandola, haciendole el amor de una docena de formas distintas, explorando cada centimetro de su piel suave y fragante con las manos, la boca y la lengua. Sin embargo, otra parte de la noche le vio sumido en un intento por apartar de su mente imagenes atormentadoras de ella compartiendo esas intimidades con otro hombre. Cuando volviera a Londres, Victoria elegiria esposo. Uno de sus malditos barones. O peor aun, a Gordon o a Colin, ambos claramente atraidos por ella. No obstante, el verdadero problema era la dolorosa, creciente y extremadamente infortunada atraccion que ella despertaba en el.
Victoria se volvio a mirarle.
– ?Mi padre te considero inocente?
– Eso dijo.