de tragarselo, dijo-: Imagino que Branripple y Dravensby esperan ansiosos tu regreso a Londres.

Dios del cielo, a punto estuvo de preguntar a quienes se referia antes de que la vocecilla interior le recordara justo a tiempo: «Tus barones. Uno de los cuales vas a desposar».

?Estarian esperando ansiosos su regreso? Con toda probabilidad estarian ocupados asistiendo al torbellino de fiestas asociadas con la temporada. Y en las que, dada su idoneidad, serian objetivo de primer orden de una panda de jovencitas casaderas. Que no dudarian en adularles. Y flirtear con ellos. Y bailar con ellos. Quiza incluso compartir con ellos sus besos. Perspectiva que…

No la molestaba en lo mas minimo.

Fruncio el ceno. Sin duda semejante posibilidad tendria que haberla molestado. Tendria que sentir algo al pensar en otra mujer capturando la atencion de Branripple o de Dravensby. Algun atisbo de preocupacion. Una punzada de fastidio. De celos. Aun asi, lo que sentia era… nada.

Pero entonces se volvio a mirar a Nathan, quien la miraba a su vez con encendida intensidad, y de pronto sintio algo. Una crepitante oleada de algo que le encogio los dedos de los pies en los botines de montar. Y, en ese instante, un destello cegador le abrio violentamente los ojos a una verdad hasta entonces velada y supo que el simple hecho de imaginar a otra mujer besando a ese hombre le encogia el estomago. Le daba ganas de romper algo. De abofetear con fuerza a la otra mujer hasta que los labios que habian osado besar a Nathan se le cayeran de la cara. Al suelo. Donde pudiera entonces aplastarlos en el barro con el tacon del zapato.

– ?Estas bien, Victoria? Por tu expresion se diria que estas… furiosa.

Victoria parpadeo en un afan por deshacerse de la imagen de una mujer abofeteada y sin labios, y arremetio contra las garras de los celos, tan innegables como confusas. ?Que diantre le ocurria?

– Estoy bien -dijo, tomando un apresurado sorbo de sidra.

– Bien. -Nathan dejo a un lado su plato vacio y se dio una palmadita en el estomago-. Delicioso. Pero ahora es cuando viene la mejor parte de un picnic.

– ?El postre?

– Mejor aun. -Nathan se quito la chaqueta, la doblo, aunque no con demasiada pulcritud, y a continuacion se tumbo boca arriba, utilizando el amasijo de ropa como improvisada almohada-. Ahhh… -El profundo suspiro de satisfaccion se abrio paso entre sus labios y sus ojos se cerraron.

Victoria siguio sentada totalmente inmovil y fijo en el la mirada. Bueno, totalmente inmovil con excepcion de las pupilas, que recorrieron el cuerpo de Nathan comiendoselo con los ojos y sometiendolo a una exhaustiva… ejem… supervision. Los rayos de sol iluminaban los brunidos mechones de sus desordenados cabellos, sumiendo su rostro en un intrigante diseno de luz dorada y sombras humeantes. El niveo algodon, en el que la chaqueta habia perfilado sus arrugas, se tensaba sobre su poderoso pecho y sus anchos hombros. Las manos descansaban sobre el abdomen y los largos dedos se entrelazaban relajadamente justo encima de la cintura de sus pantalones de color crema. Ah, si… esos pantalones que abrazaban sus musculosas piernas de aquel modo absolutamente fascinante y arrebatador. Los pantalones desaparecian justo debajo de las rodillas en unas botas de montar negras y gastadas. La imagen de absoluta relajacion se completaba con sus lobulos cruzados.

Dios del cielo, ?habia creido acaso que estaba bien? Debia de haber perdido el juicio. El hombre estaba repantigado delante de ella, dispuesto a su vista como un festin. Un festin del que Victoria deseaba desesperadamente comer y beber.

?Cuando, exactamente, se habia vuelto tan fascinante el cuerpo masculino? Sin duda la culpa la tenian las explicitas descripciones de la anatomia del hombre que aparecian en la Guia femenina. Si bien es cierto que Victoria siempre habia hecho gala de una curiosidad natural, nunca habia sentido nada igual. Ni Branripple ni tampoco Dravensby habian inspirado jamas en ella esa desesperada compulsion por tocar. Por explorar. Por quitarles la ropa.

Sin poder apartar sus fascinados ojos de el, tuvo que tragar saliva dos veces para encontrarse la voz.

– ?Que… que estas haciendo?

– Disfrutar de la ultima fase del picnic.

– No me parece que echarte una siesta aqui sea una buena idea, Nathan. -Cielos, menuda remilgada estaba hecha. Cuanto le gustaria poder sentirse asi de remilgada, y dejar de sentirse como un melocoton excesivamente maduro a punto de reventar contra la excesiva tirantez de su piel.

– No estoy echandome una siesta. Me estoy relajando. Deberias probarlo. Es muy bueno para la digestion.

– Estoy perfectamente relajada, gracias.-Si. Y si los mentirosos estallaran en llamas, quedaria incinerada alli mismo. Un amasijo de palabras nerviosas se le arracimaron en la garganta y Victoria supo que estaba a punto de empezar a farfullar-. Dime, ?por que decidiste ser medico? -Las palabras salieron de sus labios en un jadeante reguero, aunque suspiro aliviada por dentro al ver que por lo menos tenian sentido.

– Siempre me atrajo poder curar, incluso cuando era nino. Pajaros con las alas rotas, perros con las patas despedazadas, ese tipo de cosas. Eso, combinado con mi amor por la ciencia y mi curiosidad por los mecanismos del cuerpo humano. Nunca tuve la menor duda del camino que seguiria.

Victoria habia observado, sumida en una especie de trance, como la hermosa boca de Nathan formaba cada palabra y sintio como sus dedos hormigueaban con la abrumadora necesidad de tocarle los labios. Para evitar sucumbir a la tentacion, levanto las rodillas, se abrazo con fuerza las piernas y entrelazo los dedos. Bien. Se habia salvado de la tentacion de ponerse en ridiculo.

– ?Y si no hubieras sido medico? ?Que profesion habrias elegido?

– Pescador.

– Bromeas.

– ?Que tiene de malo ser pescador?

– Nada. Es solo que no me parece… -Su voz se apago y de pronto se sintio estupida.

– ?No te parece que?

– Una ocupacion propia de un caballero.

– Quiza tengas razon. Aun asi, es un trabajo honrado. Y sin duda mas util que las caballerescas ocupaciones del juego y de la caza del zorro. Aunque lo cierto es que siempre he fijado mis propias normas. Nunca he entendido por que debia pasarme la vida haciendo cosas que no me gustaban simplemente porque eso era lo que se esperaba de mi. Creo que habria sido un buen pescador. Mount's Bay es una excelente zona de pesca y ofrece proteccion incluso cuando el mar se embravece, cosa que suele ocurrir con frecuencia. Aunque siempre me ha gustado pescar, en cualquier epoca del ano, el verano era sin duda el mejor momento. Todos los meses de julio esperaba ansioso la excitacion anual que traia consigo la gran pesca de la sardina.

– ?Que es eso?

– La sardina de Cornwall, un pez local. Los hombres lanzan enormes redes desde sus barcos, formando un inmenso circulo alrededor del grupo de peces, que recibe el nombre de banco. El procedimiento bien podria compararse al modo en que las ovejas son conducidas a los rediles. Docenas de personas, entre quienes me incluia, esperabamos en la orilla, donde tirabamos de las tremendas redes llenas de miles de peces hasta la playa. Luego amontonabamos esos miles de peces en cualquier contenedor, cesta y cubo del que dispusieramos. Resultaba estimulante y agotador, y era sin duda el evento mas esperado de la temporada.

– ?Que hacias durante el resto del verano?

– Pasear por las playas. Coleccionar conchas. Hacer gamberradas con Colin. Estudiar las estrellas. Disfrutar de los picnics. Coger cangrejos y langostas.

– ?Las cogias tu?

– Si. -La miro a hurtadillas con un solo ojo y sonrio-. Rara era la vez que llegaban por su propio pie a los platos de la cena, ?sabes?

Victoria sonrio a su vez y en su mente se materializo una imagen: la de un joven apuesto y despeinado, con la piel dorada por el sol, cogiendo cangrejos, caminando por la arena con el cabello a merced de la energica brisa del mar. La imagen quedo entonces reemplazada por la de si misma de joven, y el contraste le resulto cuando menos desgarrador.

– Mientras tu te dedicabas a todas esas cosas, yo aprendia a bailar, a bordar y a hablar frances. Tu pasabas el tiempo aqui, junto al mar, mientras yo me criaba en Londres. Nuestra casa de campo queda a tres horas de viaje de la ciudad. Tu disfrutabas de la compania de tu hermano mientras el mio se habria dejado matar antes de pasar tiempo conmigo. Tu te criaste sabiendo que querias ser medico mientras yo creci sabiendo que tendria que hacer un buen matrimonio para asegurar mi futuro. Cuan distintas han sido nuestras vidas.

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