mucho que disfrutaba nadando en el lago. Obviamente era eso lo que estaria haciendo, pues Victoria dudaba mucho que estuviera buscando las joyas…

Desnudo.

Se agacho y miro el lago entre el denso follaje. El agua era como una lamina de cristal azul que absorbia los brillantes reflejos naranjas y rojos del sol poniente en su pristina superficie. No habia ni rastro de el. ?Maldicion! Ejem… excelente. Podria salir de alli sin ser vista. Su mirada volvio a posarse en el monton de ropa y fruncio los labios. Hum…

Echo una rapida mirada a su alrededor, cerciorandose de que estaba efectivamente sola, y volvio a mirar la ropa, que parecia susurrarle: «Llevame, llevame».

Oh, pero no podia hacerlo. ?O si? La voz de un duendecillo en su interior le decia que por supuesto podia. Nathan estaba acostumbrado a esa clase de juegos… incluso habia confesado que se habia divertido con ellos durante su infancia. ?Cuando diantre iba Victoria a disponer de nuevo de semejante oportunidad? Nunca. Practicamente riendose de jubilo, recogio a toda prisa el amasijo de ropa y se puso en pie. Tras echar una ultima mirada al lago para cerciorarse de que Nathan no se acercaba a la orilla, dio media vuelta. Y se quedo helada.

Nathan estaba de pie ante ella. Nathan empapado, con la piel brillante y finos hilos de agua deslizandose por su cuerpo hacia el suelo…

Dios… Del… Cielo.

«Mirale a la cara. Mirale a la cara.» Pero su desobediente mirada no le hizo el menor caso, sino que quedo fascinadamente prendida en su torso con el estupefacto celo de un ladron que se hubiera tropezado inesperadamente con un saco lleno de dinero. Perlas de humedad serpenteaban por el musculo del pecho de Nathan, aferrandose a la oscura mata de vello que se estrechaba hasta dibujar una sedosa cinta al tiempo que dividia en dos el fibrado abdomen… para luego ensancharse y acunar su…

Dios… Del… Cielo.

Victoria tan solo podia mirar y dar gracias de tener la mandibula sujeta a la cara, de lo contrario la habria visto caer al suelo ante sus pies. Dios santo. Nathan era… magnifico. A pesar de que no tenia con quien compararle, no habia duda de que estaba exquisita y… ejem… generosamente formado. Sin duda, el resto de sus miembros -sus brazos y piernas- eran igualmente exquisitos, cosa que no tardaria en verificar en cuanto sus pupilas recordaran como moverse. Se pregunto neciamente si el Manual Oficial del Espia hacia referencia a esa situacion: ladrona de ropa paralizada, reducida a una masa babeante e insensata con un par de pupilas monstruosamente estaticas ante la vision de un exquisito y magnifico hombre desnudo.

– Vaya. Casi como en El gato con botas, ?no te parece?

El sonido de su voz profunda y divertida arranco a Victoria de su estupor. Alzo bruscamente la mirada para encontrarse con la de el. Un brillo picaro bailaba en los ojos de Nathan. Con toda probabilidad a Victoria se le ocurriria una replica ingeniosa en un plazo de uno o dos anos. Quiza en tres o cuatro. En ese instante tan solo fue capaz de articular el unico sonido que le vino a la cabeza.

– ?Eh?

– El gato con botas. El cuento. Con la unica diferencia de que no hay aqui un rey que pueda ofrecerme su capa. Solo tu. -Arqueo una ceja oscura-. Supongo que no estaras dispuesta a quitarte el vestido.

Santo Dios, nada le habria gustado mas. Sobre todo teniendo en cuenta el calor que hacia alli. Tenia la sensacion de estar asandose por dentro. El buen juicio, sin embargo, prevalecio y Victoria alzo el menton.

– Por supuesto que no. -Diantre, ?de verdad era su voz ese estridente sonido?

– ?Ni siquiera en aras del buen espiritu deportivo? Desde luego, un gesto asi equilibraria las condiciones del juego, ?no te parece?

– No veo que el hecho de estar los dos desnudos igualara las condiciones del juego.

– ?Ah, no? Bueno, estaria encantado de ensenartelo.

– Creo haber visto… -Iba a decir: «Mucho menos de lo que querria», pero se limito a anadir-: Bastante, gracias.

– Quiza podrias explicar que estas haciendo aqui. Me diste tu palabra de que no vagarias por ahi sola.

– No estaba sola. Me acompanaba R. B… -Enmudecio al darse cuenta de que el perro no estaba ya a su lado. Echo una rapida mirada a su alrededor, pero no hubo forma de dar con el. Bah. Maldito desertor. Ya podia volver a pedirle una galleta-. Que estaba aqui hace un momento, te lo aseguro. En cualquier caso, sabia que no estaria sola en cuanto te encontrara.

Una sonrisa que solo habria podido ser descrita como lobuna curvo los labios de Nathan.

– Asi que has venido a buscarme. Me halaga saberlo. ?Acaso esperabas darte un bano conmigo?

– Por supuesto que no. Te he visto adentrarte a hurtadillas en el bosque y…

– ?Y, una vez mas, has vuelto a sospechar que salia a buscar las joyas sin ti?

Otra oleada de calor, en esa ocasion inducida por la culpa, trepo por su cuello.

– No exactamente. Ha sido mas un deseo de probar que no habias salido a buscarlas sin mi.

– Ah, bien. Como veras, asi es.

– Cierto. Estabas nadando. ?No esta fria el agua en esta epoca del ano?

– De hecho, esta muy fria.

– ?Te gusta el agua fria?

– En absoluto.

– Entonces ?por que nadabas?

– ?Estas segura de que quieres oir la respuesta?

Santo Dios, no estaba segura de nada, y menos aun de por que seguia ahi de pie como si la hubieran atornillado al suelo y no dejaba de conversar con el mientras Nathan seguia desnudo. Y mojado. Y desnudo.

Trago saliva.

– ?Por que me preguntas continuamente si quiero oir las respuestas a mis preguntas?

– Porque sospecho que en realidad no quieres. O que no estas preparada para oirlas. Y cuando digo respuestas me refiero a las respuestas sinceras y sin adornos, y no a las tonterias edulcoradas que tus aristocraticos amigos te ofrecerian.

– Te aseguro que estoy perfectamente preparada para oir la respuesta a por que estabas nadando.

– Muy bien. No podia dejar de pensar en ti. La idea de tocarte, de besarte, de hacerte el amor me estaba volviendo loco. Me parecio que un chapuzon en el agua fria del lago lograria calmar mi ardor. Aunque, como ya habras visto, no ha sido asi. -Bajo intencionadamente los ojos y la mirada de Victoria siguio a la suya.

Dios… Del… Cielo.

– Te estas sonrojando, Victoria.

La mirada ella volvio a clavarse en la suya.

– ?Ah, si? Si, supongo que asi es. Es que nunca… ejem… habia visto a un hombre desnudo.

– ?Y por que iba eso a avergonzarte? Si hay alguien en esta fiesta improvisada que deberia estar avergonzado, sin duda tendria que ser la persona que esta desnuda.

– ?Estas avergonzado?

– No. No es verguenza lo que siento. Obviamente.

«Obviamente.»

– Bueno, me alegra oir eso. Porque, por lo que veo, no hay nada de lo que… hum… debas avergonzarte.

– Gracias. Tampoco tu. Ya te he dicho que no tienes de que avergonzarte conmigo, Victoria.

Si, eso le habia dicho. Sin embargo, la verguenza que la embargaba nada tenia que ver con la reaccion de Nathan y si mucho con la suya propia. Con el hecho de que, en vez de volverse de espaldas, no pudiera dejar de mirarle. Era tanto lo que deseaba tocarle que llegaba incluso a temblar. ?Que sentiria al posar sus manos en esa hermosa piel de hombre? ?Sus labios? Aunque siempre se habia considerado una dama de los pies a la cabeza, no habia nada que la calificara de lo contrario en lo que deseaba hacerle a Nathan. Ni en lo que deseaba que el le hiciera a ella.

Sintio la piel tensa y caliente bajo el vestido, que de pronto se le antojo exageradamente restrictivo, constrinendole la respiracion hasta que tan solo pudo respirar en leves jadeos. Los pezones se le endurecieron, convertidos ya en anhelantes puntas, y la carne oculta entre los muslos se torno pesada, palpitando al unisono con su acelerado corazon.

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