– Si, lo se. Necesito ver cuanto.

– Donde esta…

– Se ha ido.

– Pero tiene…

– Chist… Eso no importa. No te preocupes.

– Pero debes…

– Cuidar de ti. No hables. Ahora vuelve un poco la cabeza hacia aqui… Eso es. -Sintio que Nathan le limpiaba el dolorido cuello con algo suave… debia de ser su camisa-. El corte es pequeno -le oyo decir con una voz calma en la que creyo adivinar un toque de alivio-. Voy a aplicarle presion para detener la sangre. Quedate quieta y relajate.

Se quedo quieta, aunque la posibilidad de relajarse se le antojo un autentico misterio, y vio que Nathan doblaba una parte de su camisa que luego aplico con firmeza a la piel situada justo debajo de su barbilla. Mientras sostenia la tela con una mano, se concentro en el resto de su cuerpo, examinando los rasgunos que Victoria tenia en las palmas de las manos y levantandole las faldas para explorar con suma delicadeza sus doloridas rodillas. Luego le hizo un examen general, apretando aqui y alli, preguntandole si esto o aquello le dolia. Esa era una faceta de el que Victoria no conocia… la profesional. La forma de tocarla era sin duda la de un medico a su paciente: tierna, habil e impersonal.

– Nada serio -le informo Nathan con una tranquilizadora sonrisa-. Estaras dolorida durante un par de dias, aunque tengo un balsamo que te ayudara. -Poso la mirada en el cuello de Victoria-. Y ahora echemos otra mirada a ese corte.

Despues de reducir lentamente la presion que ejercia sobre la herida, retiro el improvisado vendaje.

– Ya casi ha dejado de sangrar. -Volvio a doblar la camisa y de nuevo coloco la tela contra el cuello de Victoria. Luego le tomo la mano y la puso sobre el vendaje-. ?Te sientes lo bastante fuerte para presionar aqui?

– Por supuesto. No soy la engreida flor de invernadero que crees. -Aunque habia pretendido parecer firme en su respuesta, vio avergonzada que le temblaba el labio inferior al tiempo que una caliente humedad se abria paso tras sus ojos. La sonrisa que Nathan le dedico no hizo mas que empeorar la sensacion.

– Mi querida Victoria, eres la muchacha mas valiente que he conocido.

– Lo he intentado…

– Has estado maravillosa.

Una inmensa lagrima quedo prendida de sus pestanas, velandole la vision y deslizandose poco despues por su mejilla.

– No se que me pasa. No soy de esa clase de mujeres lloronas. -Otra lagrima resbalo por su mejilla y Victoria sorbio-. De verdad, no lo soy.

Nathan le seco las lagrimas con dedos tiernos.

– No se, carino. Eres una guerrera. Pero hasta los guerreros sorben las lagrimas despues de la batalla.

– ?De verdad?

– Naturalmente. -Y dicho esto, la levanto en brazos.

– ?Que… que haces?

– Llevarte a casa. -Nathan echo a andar energicamente por el sendero-. Agarrate bien.

Victoria le rodeo el cuello con el brazo que tenia libre, posando la mano sobre su piel calida y desnuda.

– Puedo andar. -Se creia obligada a protestar.

– Lo se. Pero me siento mejor si te llevo en brazos, asi que complaceme. Por favor.

– Bueno, si me lo pides por favor… -Suspiro y se acurruco aun mas contra el, reposando la mejilla sobre su fuerte y calido hombro. Entrecerro entonces los ojos y de pronto sintio como si todas sus fuerzas se evaporaran, dejandola exhausta. Aunque no tanto como para impedirle hacer una pregunta-. Ese hombre te conocia. ?Le conocias tu a el?

– No.

– ?Como supones que estaba al corriente de la existencia de la carta?

– No lo se. Y, para serte sincero, en este momento me preocupa mas asegurarme de que estes bien que preguntarme sobre el maldito bastardo que te ha herido. Podemos hablar de ello en cuanto te haya tratado y estes a salvo y comodamente instalada junto al fuego de la chimenea. Por ahora, limitate a concentrarte en mantener la presion sobre ese corte.

Victoria apenas reparo en el empleo poco caballeresco de semejante muestra de lenguaje obsceno en boca de Nathan pero estaba tan agotada que decidio pasarlo por alto.

Cuando llegaron a la casa, fueron recibidos por un perplejo Langston. Despues de tranquilizar al escandalizado mayordomo y asegurarle que Victoria no estaba herida de gravedad, Nathan dijo sin mas rodeos:

– Necesito que lleven de inmediato a mi habitacion agua caliente, tiras de algodon limpio y una botella de brandy. -Dicho eso, subio la escalera.

– ?A tu habitacion? -dijo Victoria con un susurro escandalizado-. No puedes llevarme a tu habitacion.

– Ya lo creo que puedo. Alli es donde tengo mi instrumental medico y no pienso dejarte sola para ir a por el.

– Podria perfectamente quedarme sola durante unos instantes. No me pasaria nada.

– No me cabe duda. Pero quiza a mi si. Y no tiene sentido discutir pues ya hemos llegado.

Nathan empujo con una rodilla la puerta, que dejo abierta de par en par a proposito por respeto al decoro. Y no es que le preocupara demasiado las normas de comportamiento social, pero no queria causar ninguna preocupacion gratuita a Victoria. Despues de cruzar apresuradamente la alfombra Axminster marron, se dirigio a la cama, depositandola suavemente sobre el edredon.

– Manten la presion sobre la herida un poco mas -dijo, sin alterar un apice la expresion del rostro mientras tocaba con los dedos la mano de Victoria, quien seguia apretandose el cuello con su camisa doblada. La camisa de Nathan, tenida ton las manchas carmesies de la sangre de Victoria-. Voy a buscar mi maletin y a lavarme las manos.

Nathan se dirigio a la jofaina de ceramica colocada en el rincon junto al enorme armario de cerezo donde guardaba su maletin de trabajo. A pesar de que odiaba la idea de apartar los ojos de Victoria durante un segundo, le dio la espalda mientras vertia el agua en la palangana y se frotaba las manos con jabon. Dios bien sabia que necesitaba unos segundos para calmarse.

Maldicion, por muchos anos que viviera, jamas olvidaria la espantosa imagen de Victoria con ese cuchillo contra el cuello. La unica vez que habia sentido un temor semejante habia sido cuando habia encontrado a Gordon y a Colin heridos por los disparos. Y ni siquiera ese episodio podia compararse con el espantoso terror que le habia embargado al ver a ese loco aparecer de la nada, despegandose de las sombras situadas detras de Victoria, y ese destello de acero mortal al sujetarla. La sangre de Victoria deslizandose por su cuello hasta mancharle el vestido.

Era culpa suya, demonios. Se habia alejado demasiado para poder protegerla. ?Por que la habia perdido de vista aunque hubiera sido un solo instante? Creia que ella estaba exactamente detras de el. Cuando se habia vuelto y habia descubierto que no era asi, tendria que haber regresado a buscarla. Pero la habia visto un instante despues, andando hacia el, y la habia visto acercarse, adorando su forma de moverse. Adorando su imagen. Y entonces la conmocion provocada por esa sombra en movimiento…

Cerro con suavidad los ojos para deshacerse de la nauseabunda imagen. Despues. Ya se enfrentaria a ella despues, junto con la retribucion que pensaba reservarle a aquel bastardo cuando diera con el. Y estaba decidido a encontrarle. Aunque en ese momento, lo que Victoria necesitaba era un medico.

Oyo que llamaban a la puerta y vio entrar a Langston con una enorme bandeja en la que llevaba un balde de agua humeante, tiras de algodon y brandy.

– ?En la mesita de noche, doctor Nathan?

– Si. -Y, mientras se secaba las manos, pregunto-: ?Donde esta lady Delia?

– En el salon, con su padre.

– Bien. No deseo alarmarles, sobre todo viendo la naturaleza poco preocupante de las heridas de lady Victoria. Deme un cuarto de hora para que le limpie y le vende los cortes y bajare a contarselo personalmente.

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