– Si, doctor Nathan. -Langston se aclaro la garganta-. Quiza desee ponerse una camisa antes de hacerlo.
Perplejo, Nathan bajo la mirada hacia su pecho desnudo.
– Buena idea. Gracias.
Con una leve reverencia, el mayordomo salio de la habitacion dejando la puerta abierta de par en par. Nathan abrio el armario, saco su maletin de medico con una mano y una camisa doblada y limpia con la otra. Luego cruzo la estancia hacia la cama. Fijo entonces la mirada en el palido semblante de Victoria y se le encogio el pecho ante lo que vieron sus ojos. Haciendo acopio de todo su aplomo profesional, dejo el maletin en el suelo junto a la cama y dedico a Victoria su mejor sonrisa de medico.
– ?Como te encuentras? -pregunto, encogiendose de hombros dentro de la camisa.
– Un poco dolorida -admitio Victoria con una palida sonrisa-. Y sedienta.
Tras meterse apresuradamente en los pantalones los faldones de la camisa, le sirvio un generoso dedo de brandy.
Luego apoyo una cadera en el borde de la cama y le acerco el vaso a los labios.
– Bebete esto.
Victoria obedecio y arrugo la nariz.
– Puaj. Que asquerosidad.
– De hecho, y a juzgar por el refinado gusto de mi padre en lo que hace referencia al brandy y a que he encontrado… hum… varias cajas del mejor Napoleon, sospecho que es un brandy excelente.
Victoria arqueo una ceja.
– ?Encontrado, dices? ?Y donde encuentra uno cajas de brandy frances?
Nathan se encogio de hombros y adopto su expresion mas inocente.
– Oh, aqui y alli.
– Hum. Bueno, si esto es lo mejor que consiguio hacer Napoleon, no es de extranar que le desterraran.
Una carcajada retumbo en la garganta de Nathan. En ella encontro un alivio mas que bienvenido a la tension que le embargaba.
– Puede que no sea de tu gusto, pero te ayudara a calmar el dolor, asi que bebe.
Victoria le lanzo una potente mirada, pero obedecio. Cuando el vaso estuvo vacio, dijo:
– Esta espantosa porqueria me va a abrir un agujero en estomago.
– Que suerte la tuya que sea medico y pueda curarte.
– Tu y solo tu eres el causante del problema por haberme obligado a tomarlo.
– Que no se diga que no pongo solucion a las aflicciones que causo. -Dejo a un lado el vaso vacio y humedecio un punado de tiras de algodon en el agua humeante-. Y ahora, si puedes cooperar y dejarme hacer mi trabajo, te lo agradecere de corazon.
Victoria le miro con una repentina combinacion de sospecha y de ansiedad.
– ?Cuanto me lo agradeceras?
– Lo suficiente para ordenar que te traigan una bandeja con la cena y te preparen un bano relajante en tu habitacion. ?Que te pareceria eso?
– Delicioso. Es solo que…
Nathan extrajo el agua de las tiras de algodon.
– ?Que?
– No me fio mucho de los medicos. -Las palabras salieron en tropel de entre sus labios.
Nathan asintio con gesto serio.
– Oh, yo tampoco. Son una pandilla de viejos malvados con las manos frias que se dedican a manosear exactamente alli donde mas duele.
– ?Exacto!
– Pues considerate afortunada de que yo no sea ni viejo ni malvado, de que no tenga nunca las manos frias y de que antes me tiraria al Tamesis que hacerte dano.
Aunque la tension que la atenazaba parecio desvanecer se ligeramente de sus ojos, Victoria todavia parecia nerviosa.
– No estoy muy segura de que eso suene demasiado reconfortante, especialmente dada tu obvia predileccion por chapotear en el agua.
– En el agua del lago, si. ?En la del rio Tamesis? Desde luego que no. -Con suavidad, retiro la mano de Victoria de la tela sucia que seguia presionando contra su cuello-. ?Que ha sido de mi valiente y fiera guerrera del bosque?
– Quiza ella no sea tan valiente como creias.
– Bobadas. Es la personificacion del valor. -Mientras hablaba, Nathan lavo suavemente la sangre seca, aliviado al ver que la herida habia dejado por completo de sangrar-. Y tiene mi permiso para aporrearme con la licorera si en el curso de mis obligaciones la disgusto de algun modo.
– De acuerdo.
– Muy de acuerdo, intuyo. Sin embargo, ni se te ocurra aporrearme hasta que haya concluido con mis obligaciones. Ahora cuentame lo que piensas sobre el rufian que ha huido con nuestra nota.
– ?Huido, dices? -exclamo Victoria-. No se si ese es el termino que mejor describe lo ocurrido. Me ha parecido que le has dado la nota de muy buena gana. -Su tono de voz sono ligeramente acusador.
– Sin duda. Viendo que su cuchillo bien podia haberte cortado el cuello en cuestion de segundos, me parecio la mejor opcion. -Tras aplicarle un balsamo al corte, Nathan centro su atencion en las rasgunadas manos de Victoria.
– No sabia que llevaras la carta encima.
– Queria mantenerla a salvo.
Victoria dejo escapar un bufido poco propio de una dama.
– Pues esta claro que tendrias que haber elegido un lugar distinto.
Nathan arqueo una ceja y le dio ligeros toques en las palmas.
– ?Estas enfadada conmigo?
– ?De verdad quieres saberlo?
– Por supuesto.
– Bien, pues si, lo estoy. O, al menos, decepcionada. ?No hiciste nada por detener a aquel hombre! Creia que los espias conocian toda suerte de tretas y de maniobras para desarmar a sus rivales y ser mas listos que ellos. Sin embargo, te limitaste a hacer lo que el te pidio y ahora el mapa obra en su poder.
– Y tu cabeza sigue sobre tus hombros. ?Cual de las dos opciones crees que es mas importante para mi?
Victoria se mostro escarmentada al instante.
– No quiero que me tomes por una desagradecida. Simplemente me preocupa que pueda encontrar las joyas antes que nosotros.
– No creo que eso ocurra. Al menos, no con la carta y con el mapa que tiene.
– ?Que quieres decir?
– Que la carta y que el mapa que obran en su poder le enviaran a lo que el Manual Oficial del Espia llama afectuosamente «La caza de la oca salvaje». -Le subio las faldas para lavarle las rodillas.
– Pero… ?como?
– Escribi una carta falsa con informacion equivocada. Dibuje un mapa tambien falso en el que retrate las islas de Scilly, situadas a cuarenta y cinco kilometros de la costa de Lands End. -Nathan se encogio de hombros-. Eso deberia mantenerle lo bastante alejado de aqui hasta que concluyamos nuestra investigacion con la nota y el mapa autenticos, que, por cierto, estan a buen recaudo.
Victoria clavo en el la mirada, claramente perpleja, y su expresion cambio entonces, tinendose de una mezcla de admiracion y humillacion.
– Oh -dijo con un hilo de voz-. Al parecer, te debo una disculpa.
– Bueno, si de verdad lo crees necesario…
– Oh, si. -Levantando los ojos hacia el, dijo con voz suave-: Lo siento, Nathan. Deberia haber sabido que eres de una brillantez…«insobrepasable».
– Hum. Si, deberias haberlo sabido. -Sonrio y dio un ligero masaje al unguento que acababa de aplicarle sobre la palma de la mano.