– ?Estas bien, Victoria?
Ella se humedecio los labios.
– ?Lo estas tu?
– Una vez mas, vuelves a responder a una pregunta con otra.
– Cosa que no suelo hacer habitualmente. Tu tienes la culpa. Me haces… -Pego con firmeza los labios para acallar el flujo de palabras.
Nathan dio un paso hacia ella y Victoria sintio que el corazon le daba un vuelco.
– ?Te hago que?
Temblar. Anhelar. Desear cosas que no deberia, penso Victoria.
– Decir cosas que en otras circunstancias jamas diria. Y hacer cosas que no suelo hacer -dijo, en cambio.
– Quiza eso sea bueno. Quiza estes descubriendo aspectos nuevos de tu naturaleza. O mostrando rasgos que hasta ahora habias mantenido ocultos, consciente o inconscientemente.
– ?Y por que iba a hacer algo semejante?
– Por muchas razones. Las rigidas normas de la sociedad. Porque tus experiencias pasadas no te han proporcionado la suficiente libertad para que conozcas tu autentica naturaleza. De ahi que hagas lo que se espera de ti y no lo que desea tu corazon. Decir lo que piensas y actuar siguiendo el dictado de tus impulsos puede resultar muy liberador.
– No podemos ir por ahi diciendo o haciendo lo que nos apetece.
– No muy a menudo -concedio Nathan-, y no con todo el mundo. Pero a veces… a veces si podemos. -Dio un paso mas hacia ella-. Quiero que te sientas libre para decirme lo que quieras. -Otro paso-. O para que hagas lo que te apetezca.
Una media docena de cosas que Victoria deseaba hacerle se arremolinaron al instante en su cabeza, encendiendole aun mas el rostro. La mirada de Nathan se paseo por sus ardientes mejillas y un destello malicioso asomo a su mirada.
– ?Hay alguna posibilidad de que me hagas una oferta similar, mi senora?
«Si, por favor.»
– No, gracias.
– Vaya, que… desilusion. Pero mantengo mi oferta. -Dio tres pasos adelante. La distancia que les separaba era ya de apenas medio metro-. Una de las cosas que he aprendido a admirar de ti es tu valor. No hay nada que temer. Este lugar es absolutamente privado. Dime pues, Victoria… ?que es lo que quieres?
Dios santo, Nathan la llevaba a querer tantas cosas… Aunque lo cierto era que todas ellas bien podian resumirse en una.
– Quiero tocarte.
Las palabras fluyeron de sus labios en un apresurado torrente. Sin la menor vacilacion, el le quito de las manos el olvidado monton de ropa que ella seguia aferrando contra su pecho y lo echo a un lado. Antes de que Victoria tuviera siquiera oportunidad de tomar aliento, el la cogio de las munecas y le coloco las manos en el centro de su pecho.
– Pues tocame.
El fuego que vio arder en los ojos de Nathan disolvio por completo sus pensamientos, fundiendo su modestia y prendiendo su valor. El calor le abraso las palmas y bajo la mirada a sus manos, palidas contra el dorado bronceado de la piel de Nathan. El le solto entonces las munecas, relajando las manos contra los costados, y Victoria estiro los dedos para rozarlo. Templado. Nathan estaba muy templado. Y firme. Suave. Como el saten caliente sobre el hierro.
Despacio, extendio del todo las palmas, aplastando las gotas de agua que seguian aun prendidas de la piel de Nathan, al tiempo que el sedoso y aspero vello del pecho se le enredaba entre los dedos.
– Te palpita el corazon -susurro Victoria. «Casi tan deprisa y con tanta fuerza como el mio.»
– No deberian sorprenderte.
Victoria nego con la cabeza. O al menos eso creyo. Esa era su intencion, pero cada gramo de su atencion estaba puesto en el proceso de ver como sus manos volvian a deslizarse sobre el pecho de Nathan. La respiracion acelerada de el era prueba manifiesta de que disfrutaba con ello, animandola para que se manejara con mayor audacia. Deslizando sus manos hacia arriba, siguio la linea de sus anchos hombros para bajar luego por sus poderosos brazos hasta los codos.
– Eres muy fuerte -murmuro.
Nathan dejo escapar un sonido ronco y carente de humor.
– Normalmente, estaria de acuerdo contigo -dijo con voz profunda, aspera y estridente a la vez-. En este momento, sin embargo, tengo la armadura decididamente… ahhh… -Las yemas de los dedos de Victoria le rozaron los pezones-. Mellada.
Los musculos de Nathan se contrajeron bajo el suave contacto de sus dedos y una oleada de satisfaccion femenina como no habia conocido hasta entonces la recorrio. Envalentonada, fascinada y transfigurada, Victoria deslizo despacio las manos en descendente, absorbiendo la textura de su abdomen liso y musculoso y el escalofrio que recorrio a Nathan. Desplazo entonces las manos hacia los costados, acariciando primero la uve que dibujaba su cintura y despues las caderas hasta que no pudo seguir bajando sin doblar sus rigidas rodillas y posar las manos en aquellos muslos cubiertos de aspero vello. La masculinidad de Nathan se alzaba entre ambos. Fascinante. Seductora. Nathan parecia haber dejado de respirar y Victoria alzo la mirada.
La cruda intensidad que vio en los ojos de el la dejo perpleja. Cualquier duda que pudiera haber albergado sobre si afectaba a Nathan tan profundamente como el la afectaba a ella se desvanecio con esa simple mirada. Sin apartar los ojos de los de el, acaricio la dureza de su excitacion con el dorso de los dedos.
Los ojos de Nathan se cerraron de golpe, y se le dilataron las aletas de la nariz al tiempo que inspiraba bruscamente. De nuevo, Victoria le rozo con los dedos, maravillada al notar la calidez de su dureza. Esta vez, Nathan la recompenso con un gemido apenas perceptible. Con su propia respiracion marcando una serie de irregulares jadeos entre sus labios, Victoria bajo la mirada y se observo mientras acariciaba la dura extension de Nathan, primero con una mano y despues con las dos, al tiempo que los gemidos de el se volvian mas y mas guturales con cada caricia de sus dedos sobre su carne caliente y suave. El mantenia las manos cerradas en un amasijo de nudillos blancos contra los costados, y Victoria pudo verle flexionar los musculos de las piernas, los brazos, los hombros, el menton y el cuello, tensos por el esfuerzo que empleaba en intentar seguir inmovil. Hechizada, envolvio la firme dureza de el con los dedos y la apreto con suavidad.
– Victoria… -Su nombre se disolvio en un suave gemido. Ella volvio a apretar y rozo entonces con la yema del pulgar la aterciopelada cabeza inflamada de su miembro-. Basta. -La palabra fue apenas un gemido torturado que parecio llegar arrancado desde la garganta de Nathan. Cogio a Victoria de las munecas y aparto sus manos de el-. Maldita sea, basta. No puedo mas.
Antes de que ella tuviera siquiera oportunidad de tomar aliento, Nathan la atrajo bruscamente contra el y pego su boca a la suya. Aun asi, ningun aliento habria sido lo suficientemente profundo, ninguna preparacion suficiente, para la embestida de aquel beso. Si durante el picnic Nathan apenas la habia tocado, ahora parecia tocarla por todas partes, de la cabeza a los pies, estrechandola con tanta fuerza entre sus brazos que Victoria pudo sentir su calor y su fuerza a traves de la ropa y hasta los mismisimos pies. Nathan la besaba como si quisiera devorarla, y ella se aferraba a sus hombros, dispuesta, ansiosa, desesperada por ser devorada, deleitandose en cada matiz de esa lengua que no dejaba de explorar su boca con enfebrecida y apasionada perfeccion.
Con un gemido de puro placer, Victoria le rodeo el cuello con los brazos y se aferro a el con fuerza. El volvio a besarla una y otra vez en un arrebato de labios, aliento y lenguas, reduciendola a un minusculo bote a la deriva en una tormenta feroz, intentando desesperadamente mantenerse a flote en el mar de sensaciones en el que se sumergia.
Totalmente perdida, Victoria se aferro aun mas a el, hundiendo los dedos en su pelo todavia mojado, pegando los anhelantes senos contra su pecho, a punto de estallar, en llamas. Necesitada. Sumida en un torbellino de deseo.
Se retorcio contra el y Nathan cambio entonces el tempo, suavizando el frenetico y enloquecido intercambio hasta transformarlo en una profunda y languida seduccion que la sumio aun mas en el vortice de necesidad vertiginosa en la que braceaba. Las manos de Nathan se movieron libremente por la espalda de ella, recorriendo