un escondrijo que tenia en su pabellon de caza, pero no podia explicarle aquello a Hayley.

– Me temo que si, porque no encontramos ninguna bolsa con dinero cuando le rescatamos. Le encontramos en el fondo de un barranco, con medio cuerpo dentro y medio cuerpo fuera de un riachuelo. Estaba inconsciente y sangraba abundantemente.

Stephen percibio claramente la compasion de Hayley en la seriedad de su mirada.

– ?Como me encontraron?

– Vimos a su caballo parado al lado del camino. Tenia varios rasgunos, estaba ensillado y sin jinete. No hacia falta ser ningun genio para suponer que habia ocurrido algo malo. Lo monte y me guio directamente hasta usted.

Stephen hizo ademan de llevarse la mano a la boca, pero se detuvo a medio camino y miro fijamente a Hayley.

– ?Acaba de decir que monto a Pericles? -Stephen no se lo podia creer. Pericles no permitia que lo montara nadie mas que el. Ninguna otra persona podia dominar a aquel animal tan corpulento.

– ?Es asi como se llama? ?Pericles?-Despues de que Stephen asintiera con la cabeza, ella anadio-: Sabia que tendria un nombre regio. Es un animal fabuloso. Tan tierno y carinoso.

Stephen la miro fijamente, sin salir de su asombro. Era obvio que no estaban hablando del mismo animal.

Sin interpretar el silencio de Stephen como una muestra de sorpresa, Hayley prosiguio:

– Cuando mi padre estaba vivo, teniamos varios buenos caballos, pero ahora solo tenemos a Sanson. Es un caballo pio castrado, tan docil como un corderito, pero fuerte y vigoroso.

– ?Pericles se dejo montar? Normalmente no permite que lo monte nadie excepto yo.

Ella nego con la cabeza.

– Se me dan muy bien los caballos. Parece como si tuvieramos una afinidad mutua. Su Pericles es muy inteligente. Es obvio que sabia que usted tenia problemas y supo ver que yo podria ayudarle.

– ?Como consiguio montarlo sin una silla de mujer?

A Hayley se le sonrojaron las mejillas y se mordio el labio inferior.

– Yo… bueno… lo monte a horcajadas.

– ?A horcajadas? -pregunto Stephen. «Seguro que he oido mal.»

Hayley se sonrojo todavia mas.

– Por experiencia, se que las circunstancias extremas a menudo requieren soluciones que se salen de lo corriente.

– Entiendo -dijo Stephen, aunque, de hecho, no entendia nada. Era evidente que Hayley Albright era una mujer que se salia de lo corriente, algo por lo que el debia estar agradecido, puesto que, gracias a eso, habia podido salvarle la vida.

– ?Tiene usted algun familiar o amigo a quien podamos informar sobre su paradero? Estoy segura de que deben de estar muy preocupados por usted.

Stephen tuvo que contenerse la amarga risa que le provocaban las palabras de Hayley. «Muy preocupados. Lo dudo mucho.» Sus padres, el duque y la duquesa de Moreland, no se percatarian de su ausencia a menos que esta interfiriera con alguno de sus interminables compromisos sociales o aventuras extramatrimoniales. Su hermano, Gregory, era demasiado egoista, se emborrachaba demasiado a menudo y estaba demasiado metido en si mismo para preocuparse por el paradero de Stephen. Y la apocada mujer de Gregory, Melissa, parecia tenerle miedo, de modo que era poco probable que lamentara su ausencia.

Solamente su hermana pequena, Victoria, podria preguntarse por su paradero, pero hasta eso era poco probable, puesto que el y Victoria no tenian ninguna cita programada para la semana anterior.

Pero, fuera quien fuese quien estaba intentando matarlo, era evidente que estaria pensando en el. ?Pensaria quien habia intentado asesinarle que habia logrado su objetivo? ?O ya se habia percatado de su fracaso y le estaba buscando?

Sin saber quien queria verle muerto ni por que, Stephen decidio que tal vez seria mejor no informar sobre su verdadera identidad.

Nadie sabia que «el herido» era el marques de Glenfield, heredero de un ducado. Ahora estaba seguro en aquel pueblecito alejado de Londres, un tranquilo refugio donde podria recuperarse y decidir que hacer. Seria un estupido si no se aprovechara de la situacion. Un plan se empezo a fraguar en su mente.

– No tengo familia -dijo, y sintio una punzada de culpabilidad cuando los ojos de Hayley se llenaron inmediatamente de compasion.

– ?Eso es terrible! ?Que triste! -susurro mientras le cogia la mano y se la apretaba suavemente.

Stephen bajo la mirada y miro su mano entre las de Hayley. Las manos de aquella mujer parecian fuertes y capaces, pero tambien suaves y delicadas. El noto que le embargaba una indescriptible ternura y se pregunto por que. Indudablemente porque aquel gesto de cordialidad tan normal era algo completamente desconocido para el.

– Seguro que hay alguien con quien le gustaria ponerse en contacto -dijo ella-. ?Tal vez otro caballero? ?Un amigo? ?O tal vez la persona para quien trabaja?

«?Trabajar?» Era obvio que ella creia que el era un plebeyo. En circunstancias normales, Stephen se habria tronchado solo de pensarlo y su ayuda de camara habria bufado como un gato enrabiado. Pero aquellas no eran circunstancias normales.

Sopeso rapidamente sus opciones. Aunque no queria que nadie conociera su paradero, necesitaba confiar en alguien, y solo habia una persona que merecia toda su confianza. Su mejor amigo y cunado: Justin Mallory, conde de Blackmoor.

– De hecho, me gustaria contactar con alguien.

– Excelente. ?Un amigo?

– Si, alguien con quien solia trabajar.

– ?A que se dedica? -le pregunto ella, con los ojos brillantes de curiosidad.

– Soy… soy tutor-improviso rapidamente-. Trabajo para una familia en Londres.

– ?Tutor? ?Eso es estupendo! ?Que asignaturas imparte?

– Ah, las habituales. Las clasicas.

– ?Matematicas? ?Latin?

– Por supuesto.

Una amplia sonrisa ilumino el rostro de Hayley.

– Lingua latina? Vero?

A Stephen por poco se le escapa un grunido. «?Maldita sea, todas las mujeres saben latin.» El lo habia estudiado, por descontado, pero nunca se le habia dado muy bien esa lengua y hacia anos que no intentaba hablarla. A la desesperada, conjugo para sus adentros unos cuantos verbos y deseo lo mejor.

– Caput tuum saxum immane mittam.

La sonrisa de Hayley dio paso a una expresion de profunda extraneza.

– ?Por que le gustaria tirarme una piedra enorme a la cabeza?

El intento no inmutarse. Al parecer, no habia dicho: «encantado de conocerla».

– Estoy seguro de que no lo ha entendido bien. -Para distraerla, carraspeo varias veces-. ?Puedo beber un poco de agua?

– Por supuesto. -Hayley lleno un vaso y se lo dio a Stephen.

El dio un par de sorbos y le devolvio el vaso.

– Gracias.

– De nada, Stephen. -Se le sonrojaron las mejillas-. En realidad, no deberia llamarle Stephen. ?Cual es su apellido?

Sin pensar, Stephen contesto:

– Barrett… -Y deseo poder darse a si mismo una patada en el culo. «Tanta complicacion solo para mantener

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