– ?Esta despierto! -Apoyandose con la cadera en el borde de la cama, alargo la mano y le toco la frente-. La fiebre ha remitido. ?Gracias a Dios! -exclamo con una sonrisa.

Stephen la observo, intentando poner orden en sus ideas. El tacto de su mano era suave, reconfortante y familiar. ? Quien era aquella mujer? ?Y donde diablos estaba?

– ?Le apetece beber un poco de agua? -le pregunto con una voz suave y rasgada que le recordo a un buen brandy, suave, penetrante y calido.

Stephen tenia los labios secos y le dolia la garganta. Era como si un batallon entero de Napoleon le hubiera entrado por la boca y pisoteado la garganta con las botas puestas. Consiguio hacer un pequeno gesto afirmativo con la cabeza.

Ella cogio una jarra que habia en la mesita de noche y vertio agua en un vaso. Lo incorporo ligeramente, sosteniendole la cabeza con una mano, le acerco el vaso a los labios con la otra y le ayudo a beber. El agua fresca le bajo por la garganta, calmando la sensacion de sequedad. Cuando el vaso estuvo vacio, ella lo volvio a acostar con delicadeza.

– ?Quien…? -dijo la palabra con un ronco susurro.

– Me llamo Hayley. Hayley Albright. -Una dulce sonrisa ilumino sus carnosos labios-. ?Puede decirme como se llama usted? Me encantaria poderme referir a usted de otra forma que con la palabra «herido».

– Ste… Stephen. -La palabra apenas fue audible, pero ella parecio oirla.

– ?Stephen? -El asintio a duras penas y ella amplio la sonrisa-. Bueno, Stephen, bienvenido de nuevo al mundo de los vivos. Hemos estado muy preocupados por usted. ?Como se encuentra?

Queria contestarle que habia tenido dias mejores, pero un dolor agudo le atenazo repentinamente el brazo, e hizo una mueca. La mueca le exacerbo el latido de las sienes. Cerro los ojos y emitio un gemido.

– No intente moverse ni hablar, Stephen -le insto ella dulcemente-. Limitese a quedarse quieto. Ha estado muy grave durante esta ultima semana.

– ?Grave? -repitio Stephen, haciendo un esfuerzo por volver a abrir los ojos. «Bueno, eso tiene sentido. Sabe Dios lo fatal que me encuentro.»

– Si, le encontramos medio sumergido en un riachuelo en un bosque que hay aproximadamente a una hora de Londres. Le habian disparado en el brazo y tenia una herida profunda en la cabeza, sin mencionar las costillas rotas y un sinfin de cortes, rasgunos y moretones. Conseguimos traerle a casa y le hemos estado cuidando desde entonces. -Sus ojos recorrieron el rostro de Stephen, con expresion de sincera preocupacion-. ?Se acuerda de algo?

Stephen la escucho mientras su mente retrocedia al pasado, intentando asimilar aquellas palabras. Al principio, no tenia ni idea de sobre que le estaba hablando Hayley, pero, de repente, empezo a recordar. Oscuridad. Peligro. Alguien siguiendole. Un disparo. Olor a quemado. Un calor abrasador. Un dolor candente en el brazo. Corriendo a toda prisa a lomos de Pericles por el bosque. Un segundo disparo. Y luego una caida.

Las pinceladas y las piezas del rompecabezas encajaron rapidamente. Alguien habia intentado matarle. Otra vez. Era la segunda vez que le ocurria en solo un mes. Pero, ?quien queria verle muerto? Y ?por que? Se le hizo un nudo en el estomago. Fuera quien fuese su enemigo, sin duda lo volveria a intentar en cuanto descubriera que seguia con vida. Tenia que averiguar donde estaba.

– ?Donde… estoy? -«Maldita sea», penso, «tengo la garganta como si me la hubieran rasurado con una navaja de afeitar oxidada.»

– En mi casa, la casa de los Albright, justo a las afueras del pueblo de Halstead, en Kent. Unas tres horas al sureste de Londres.

Menos mal. Afortunadamente estaria a salvo en un pueblecito tan alejado de la ciudad. Stephen abrio la boca con la intencion de hablar, pero, en vez de hacerlo, se encontro a si mismo mirando a Hayley fijamente, completamente prendado de la expresion de su rostro. Ademas de tener unos ojos preciosos, su mirada era la mas bondadosa que habia visto nunca. Transmitia ternura, compasion y sincera preocupacion, como un dulce bano de miel. «?Cuando fue la ultima vez que alguien me miro asi?», se pregunto. No habia habido ninguna otra vez. Nadie le habia mirado de aquel modo. Nunca.

Paso un largo minuto antes de que pudiera preguntar con voz ronca:

– ?Y mi caballo?

Ella esbozo una sonrisa.

– Su caballo esta bien. Es el animal mas distinguido que he visto en toda mi vida. Y uno de los mas listos. Fue el quien nos guio hasta usted. Se hizo un corte en la pata delantera y algunos rasgunos sin importancia, pero esta practicamente curado. Hemos cuidado muy bien de el, se lo prometo. -Hayley se acerco a Stephen y le cogio la mano, apretandosela suavemente entre sus palmas-. No debe preocuparse por nada. Solo concentrese en ponerse bien y en reponer fuerzas.

– Duele. -Trago saliva-. Cansado.

– Lo se, pero ya ha pasado lo peor. Lo que ahora necesita es comer y dormir. ?Tiene hambre?

– No. -Vio como ella vertia varias gotas de un medicamento en un vaso de agua. Luego lo incorporo, le sostuvo la cabeza para que pudiera beber y le volvio a colocar la cabeza sobre la almohada.

– Le he dado laudano para el dolor. Tambien le ayudara a conciliar el sueno. -Le puso la mano en la frente.

Stephen noto su suave tacto y, de repente, recordo por que aquella mujer le resultaba tan familiar.

– Angel -murmuro mientras cerraba los ojos-. Es el angel.

Varias horas despues, Hayley se unio al desayuno familiar.

– Tengo buenas noticias para todos -informo al grupo con una radiante sonrisa en el rostro-. Parece ser que nuestro paciente va a salir de esta. Esta madrugada se ha despertado y hemos estado hablando un rato. He ido a ver como se encontraba y le he tocado la frente justo antes de venir. Esta durmiendo placidamente y no parece tener fiebre. -«Y tiene los ojos verdes. De un precioso verde musgo. Como un bosque en el crepusculo», anadio para sus adentros.

– Son muy buenas noticias, senorita Hayley -dijo Grimsley mientras dejaba en la mesa una gran fuente de huevos revueltos y arenques ahumados.

– Ya lo creo que si -intervino Andrew, de catorce anos-. ?Crees que el tipo ese sabra jugar al ajedrez? Nathan juega fatal. -Andrew dirigio a su hermano menor una mirada fulminante.

– Se llama Stephen, no tipo ese -informo Hayley a su hermano con una mirada de aviso. Supuso que aun debia de estar agradecida porque Andrew no hubiera utilizado una expresion mas dura, como asqueroso y repugnante canalla, para referirse al herido.

– ?Crees que le gustaran las meriendas con pastas y te, Hayley? -pregunto Callie, de seis anos, con la esperanza brillando en sus ojitos azules.

– Por descontado que no -intervino Nathan. Puso los ojos en blanco con toda la aversion masculina de que puede hacer acopio un nino de once anos-. Es un hombre, no una…

– Ya basta, Nathan -le regano Hayley con un tono que hizo callar al nino inmediatamente. Se giro hacia Callie y acaricio los negros rizos de la pequena-. Estoy segura de que le encantara tomar el te contigo.

Nathan y Andrew resoplaron disgustados. Callie sonrio alegremente.

Winston entro en el comedor con ropa de trabajo. A peticion de Hayley, tanto el como Grimsley comian en el comedor con el resto de la familia. En casa de los Albright nadie estaba para formalismos, y los dos sirvientes eran como dos miembros mas de la familia.

Hayley saludo al ex marinero con una afectuosa sonrisa, haciendo un esfuerzo por no reirse abiertamente ante la expresion que se dibujaba en su rostro. Tenia cara de haberse levantado con el pie izquierdo, como un oso a quien han despertado en plena hibernacion.

– Buenos dias, Winston. Tengo buenas noticias. El hombre se ha despertado y le ha bajado la fiebre.

Winston nego repetidamente con la cabeza y senalo a Hayley con su recio dedo acusador.

– ?Que me encadenen a la regala y me golpeen con el sextante! Hay que tener cuidado con quien mete uno en casa. Espero que no sea ningun asesino, zenorita Hayley. Lo arrastramos hasta aqui, le salvamos su miserable vida y ahora tenemos que rezar para que no sea un criminal que nos pueda matar mientras durmamos. Parece despiadado, ya lo creo que lo parece. He visto suficiente mundo con su padre, que en paz descanse, para reconocer a un canalla en cuanto lo veo. Lo matare con mis propias manos. Le…

Вы читаете Rosas Rojas
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×