que la anarquia esta a la vuelta de la esquina.

Hayley solto una risita involuntaria y de inmediato se sintio mejor. El fino sentido del humor de su hermana siempre conseguia levantarle el animo. Se dio varios golpecitos en la mejilla con los dedos.

– Dile a Pierre que todo lo que prepara es perfecto -pidio a Pamela-. Y asegurate de mantener a la gata alejada de la cocina. Aunque no creo que Pierre cumpla su amenaza de cocinar a Berta, es mejor no tentar a la suerte. Y, en lo que se refiere a Winston…

– ? Ah, si! -La interrumpio Pamela al tiempo que se daba una palmada en la frente-. Casi se me olvida. No te creeras lo que ha hecho hoy.

Medio alarmada y medio intrigada, Hayley pregunto:

– ?Quiero saberlo?

– Probablemente no. Grimsley y yo estabamos fuera ayudando a tia Olivia. Los perros habian volcado la tina de lavar y los chicos y Callie se unieron a la refriega. En casa reinaba el caos. Lamentablemente, el vicario eligio precisamente ese momento para hacernos una visita en sus paseos semanales.

– ?No me digas que fue Winston quien le abrio la puerta!

– Salio vociferando: «?Quien diablos es y que diablos quiere?»

– ?Santo cielo! -exclamo Hayley sofocando un grito, e hizo un esfuerzo por contener la risa al tiempo que se avergonzaba de lo ocurrido.

– Desde luego que santo cielo. El pobre hombre tuvo que tomarse dos copas del mejor brandy de papa para recuperar la compostura.

– Debes mantener a Winston ocupado fuera de casa -dijo Hayley entre risas. Sabia que no deberia encontrar el episodio divertido, pero no lo podia evitar. Winston era un personaje encantador. Malhablado hasta la medula, bajo su malhumor latia, sin embargo, el corazon de un tierno gatito-. Mantenlo ocupado reparando el tejado del gallinero.

– Insulta y les suelta palabrotas a las gallinas, Hayley.

– Ya, pero a ellas no parece importarles demasiado. Por lo visto, tenemos unas gallinas muy resistentes. O tal vez simplemente esten sordas. La excursion es una buena idea. Asi los ninos correran y llegaran a casa cansados.

– Ese es mi mayor deseo -ratifico Pamela con una carcajada.

Hayley hizo una pausa para estudiar atentamente a su hermana durante unos segundos. Resplandecientes rizos de color ebano rodeaban un rostro de delicada belleza. Unas pestanas increiblemente largas enmarcaban sus hermosos ojos azul oscuro, y la finura de su cutis hacia sombra a la textura de un petalo de rosa. Era buena, dulce y modesta. En opinion de Hayley, no habia joven mas encantadora en todo Halstead. Ya habia varios jovenes que se habian fijado en ella, sobre todo uno. Hayley estaba decidida a que Pamela disfrutara de la emocion que supone descubrir el galanteo y el romance, y ella ya se encargaria de que fuera apropiadamente vestida para ello. Costara lo que costase.

Hayley habia estado tentada muchas veces de explicarle su secreto a su hermana, pero sabia que si Pamela sospechaba que el dinero era un motivo de preocupacion para la familia, no le dejaria comprarle vestidos nuevos.

Hayley sonrio.

– Lo estas haciendo de maravilla cuidando a los ninos, Pamela. Hacerte cargo de la casa sera un buen entrenamiento para cuando formes tu propia familia.

A Pamela se le sonrojaron intensamente las mejillas. Carraspeando para disimular su turbacion, se dirigio a la puerta.

– ?Necesitas algo mas antes de que me retire?

«Un milagro», penso Hayley para sus adentros.

– No, gracias. Que descanses. Hasta manana.

De nuevo sola, Hayley coloco la mano en la frente del hombre. Para su alivio, tenia la piel mas fresca. Tal vez, por fin, le estaba bajando la fiebre.

Despues de poner panos frios en la frente a su paciente durante una hora mas, Hayley estaba demasiado agotada para mantenerse en pie. Se tumbo en el sofa acolchado que le habia servido de cama durante la ultima semana y se hizo un ovillo.

A pesar de todos sus esfuerzos por seguir despierta, sus parpados no tardaron en caer y permanecieron cerrados. Su ultimo pensamiento antes de que la reclamara el sueno fue preguntarse si aquel apuesto desconocido se despertaria algun dia.

Capitulo 3

Stephen desperto lentamente.

Tomo conciencia poco a poco de diversas partes de su cuerpo y de inmediato deseo no haberlo hecho.

Todas le dolian endiabladamente.

Era evidente que alguien le habia prendido fuego a su hombro, y una legion de demonios le estaba estrujado las costillas de una forma insoportable. Y, en nombre de Dios, ?quien diablos le estaba aporreando la cabeza? Probablemente la misma bestia que se dedicaba a clavarle cuchillos en las piernas. «?Maldita sea! Que ese indeseable se vaya al infierno», penso.

Con un gran esfuerzo, abrio lentamente los ojos. Intento girar la cabeza, pero enseguida desistio de la idea cuando el mas leve movimiento le hizo palpitar las sienes a un ritmo atroz. «?Dio mio! ?Cuanto bebi anoche? ?Que resaca tan asquerosamente horrible!» En vez de mover la cabeza, deslizo cautelosamente la mirada, inspeccionando el entorno mas inmediato.

Le resultaba completamente desconocido.

De pronto sintio un fuerte mareo que le obligo a cerrar los ojos de golpe, mientras juraba evitar durante el resto de su vida el licor que lo habia dejado en aquel estado. Apretando los dientes a causa del dolor, hizo un gran esfuerzo para volver a abrir los ojos e inspecciono la habitacion. La confusion se unio a los percusionistas que le estaban aporreando la cabeza.

Era la primera vez que veia aquella alcoba. «?Donde demonios estoy y como he llegado hasta aqui?»

En el hogar ardia un pequeno fuego que iluminaba debilmente la estancia con un suave resplandor. Vio una mesa de madera de cerezo y un gran armario ropero de caoba. Paredes decoradas con un descolorido papel a rayas. Recias cortinas color vino. Un par de butacas orejeras a juego. Una jarra y un juego de vasos de cristal.

Habia una mujer durmiendo en un sofa.

La mirada de Stephen se detuvo, fascinado por aquella mujer. En una habitacion llena de objetos desconocidos, aquella mujer le parecia, en algun sentido, vagamente familiar. Un halo de brillantes rizos castanos enmarcaba un rostro exquisito, de finos rasgos. Largas y oscuras pestanas reposaban sobre sus mejillas proyectando sombras crecientes en su cutis color crema, que parecia de porcelana. Stephen se pregunto de que color serian los ojos que ocultaban aquellas pestanas. Su mirada se detuvo en los labios de la mujer y permanecio fija en aquella parte del cuerpo durante un rato. Aquella mujer tenia la boca mas bonita que el habia visto nunca. Labios rosados, carnosos y sensuales. Eran unos labios increibles, que parecian pedir a gritos que alguien los besara. ?Los habria besado el alguna vez? No, concluyo. No recordaba haber probado su sabor. Y el sabia que nunca olvidaria el tacto y el sabor de una boca tan sensual. Pero entonces, ?por que le resultaba aquella mujer tan familiar?

Antes de que pudiera reflexionar detenidamente sobre ello, sintio otro mareo al tiempo que las sienes empezaron a latirle con furia. Un gemido escapo de sus labios.

El sonido, aunque apenas audible, aparentemente penetro en los suenos de la mujer, que abrio lentamente los ojos con un temblor de pestanas. Stephen vio que posaba en el una mirada somnolienta. Durante varios segundos ambos se miraron fijamente a los ojos. «Azules. Sus ojos son azules. Del azul claro de las aguamarinas.»

La mujer abrio los ojos de par en par. Solto un grito sofocado, se puso en pie de un brinco y se acerco a la cama.

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