– Vi a Daisy en el Minute Mart -prosiguio Marvin-. Joder, Jack, sigue estando tan buena como en el instituto.

La sonrisa de Jack se esfumo: el imborrable recuerdo de sus grandes ojos pardos y labios suaves y rosados amenazaba con arrastrarlo de nuevo hacia el oscuro pozo de su pasado.

– ?Recuerdas lo bien que le sentaba el traje de animadora?

Jack se aparto de la puerta y se adentro en la sala, pero no le sirvio de nada. Al parecer, todo el mundo queria recordar el pasado. Todo el mundo excepto el.

Mientras las bailarinas se iban quitando mutuamente la parte superior del bikini, el tema de conversacion no era otro que Daisy. Entre silbidos y aullidos, Cal Turner, Lester Crandall y Eddy Dean Jones le preguntaron si ya la habia visto.

Asqueado, Jack se alejo de alli y regreso a la barra. No habia derecho, que no le dejasen a uno disfrutar del espectaculo de ver a un par de mujeres montandoselo justo delante de sus narices. No tenia ni idea de cuanto tiempo iba a quedarse Daisy en el pueblo, pero deseo con todas sus fuerzas que se tratase de una visita relampago. Quiza de este modo la gente volviera a tener algo mejor de lo que hablar. Pero, sobretodo, esperaba que Daisy tuviese el suficiente sentido comun para no cruzarse en su camino.

Dejo la botella vacia sobre la barra y se dispuso a salir del Road Kill, dejando atras los comentarios y los chismorreos sobre Daisy. La lluvia golpeaba con fuerza la copa de su sombrero y le iba empapando los hombros a medida que cruzaba el aparcamiento. A cada paso los recuerdos se hacian mas presentes. El recuerdo de aquellos hermosos ojos pardos mientras la besaba. La suavidad de sus muslos cuando deslizaba la mano por debajo de su faldita azul y dorada de animadora. Daisy Lee con su par de botas vaqueras con corazones blancos… y nada mas.

– ?Ya te marchas? -le pregunto Gina corriendo tras el.

Jack volvio para mirarla.

– Me estaba aburriendo.

– Podriamos montar una fiesta por nuestra cuenta. -Muy tipico de Gina: nunca esperaba a que el diese el primer paso. Por lo general, a Jack esa actitud le incomodaba. Pero esa noche no. Gina acerco los labios para besarle: sabia a cerveza y avidez. Jack le devolvio el beso. Cuando sus firmes pechos se estrecharon contra su cuerpo, Jack sintio la primera arremetida de deseo en sus entranas. Atrajo a Gina hacia si y la temperatura entre ambos fue aumentando, hasta sentir unicamente el empuje de la lujuria y la humedad de la lluvia que habia calado su camisa. Borro de su mente cualquier pensamiento relacionado con ojos pardos y falditas de animadora y los reemplazo por el roce de aquella hembra contra su entrepierna.

Daisy Monroe alargo la mano hacia la puerta con mosquitero, pero la retiro. El corazon le latia desbocado y tenia un nudo en la boca del estomago. La lluvia repicaba en el tejado del porche y el agua caia desde la bajante sobre el lecho de flores. A su espalda, el cartel del taller mecanico iluminaba todo lo que se alzaba alrededor de Clasicos Americanos Parrish. La zona donde se encontraba Daisy, sin embargo, estaba a oscuras; era como si la luz no se atreviese a adentrarse en el jardin de la casa.

El taller era nuevo; lo habian remodelado por completo desde que ella se habia ido. Tambien habian limpiado el jardin y retirado los coches viejos y las piezas sueltas. Al parecer, la casa seguia exactamente igual; recordo entonces la brisa del verano perfumada de rosas revolviendole el pelo, y todas esas noches que habia pasado en ese mismo porche, sentada entre Steven y Jack, riendose con sus estupidos chistes.

Los truenos restallaron en la lejania y los relampagos iluminaron el cielo nocturno, alterando sus recuerdos. Era como si algo pretendiese decirle que se marchase y volviese en otro momento. No se le daban bien las confrontaciones. No era una de esas personas a las que les gusta mirar los problemas cara a cara. Habia mejorado un poco en ese sentido, pero… tal vez deberia haber llamado antes por telefono. No era lo mas adecuado presentarse en casa de alguien a las diez de la noche sin avisar; y menos aun con la pinta de gato remojado que llevaba.

Antes de salir de casa de su madre, se habia peinado a conciencia: llevaba el pelo perfectamente cepillado con todas las puntas hacia dentro. Se habia maquillado con esmero y puesto una camisa blanca y unos pantalones caqui. Ahora tenia el pelo hecho un desastre, el maquillaje habia desaparecido y llevaba los pantalones manchados de barro. Se volvio con la intencion de marcharse, pero entonces se detuvo en seco y se forzo a permanecer alli. Su aspecto era lo de menos, y sabia muy bien que nunca iba a encontrar el momento adecuado para hacer lo que debia hacer. Llevaba ya tres dias en el pueblo. Tenia que hablar con Jack. Esa misma noche ya lo habia pospuesto demasiado. Tenia que decirle lo que le habia ocultado durante quince anos.

Alargo la mano una vez mas y casi dio un brinco cuando la puerta de madera se abrio antes de darle tiempo a llamar. A traves del mosquitero de la puerta, y a pesar de que estaba todo bastante oscuro, pudo ver la silueta de un hombre. No llevaba camisa, y la luz que brillaba al fondo de la casa le aportaba a sus brazos y hombros desnudos un calido alo dorado. No habia duda: deberia haber telefoneado antes.

– Hola -se apresuro a decir Daisy antes de que la invadieran las dudas de nuevo-. Estoy buscando a Jackson Parrish.

– Pe… pero… -Su voz resono en la penumbra-. Vaya…, Daisy.

Habian pasado quince anos, pero tenia la misma voz de siempre. Era algo mas profunda que la del muchacho que habia conocido, pero ese tono malicioso la hacia inconfundible. Solo Jack podia transmitir tal carga de burla unicamente con la voz. Lo habia descubierto hacia tiempo, y ahora sabia lo que se ocultaba tras aquella. Ya no se enganaba a si misma pretendiendo que lo conocia.

– Hola, Jack.

– ?Que quieres, Daisy?

Ella miro a traves del mosquitero intentando descubrir entre las sombras la silueta de ese hombre que tan bien habia llegado a conocer en el pasado. El nudo que tenia en el estomago se estrecho aun mas.

– Queria… Tengo que hablar contigo, y he pe… pensado que… -Respiro hondo y se esforzo para dejar de tartamudear. Tenia treinta y tres anos. La misma edad que el-. Queria decirte que estaba en el pueblo antes de que te avisasen los demas.

– Demasiado tarde. -El repiquetear de la lluvia en el tejado del porche evitaba el silencio entre los dos. Sintio el peso de la mirada de Jack sobre su rostro y la parte delantera de su chubasquero amarillo; y justo cuando Daisy se convencio de que Jack no volveria a abrir la boca, le dijo:

– Si eso es lo que has venido a decirme, ya puedes irte.

Pero habia algo mas. Mucho mas, de hecho. Le habia prometido a Steven que le entregaria a Jack la carta que le habia escrito pocos meses antes de morir. La llevaba en el bolsillo del chubasquero. Tenia que contarle a Jack todo lo que realmente habia ocurrido hacia quince anos y a continuacion entregarle aquella carta.

– Tengo que hablar contigo, es importante. Por favor.

La miro durante un buen rato; luego se volvio y se adentro en las profundidades de la casa. No le abrio la puerta para que pasase, pero tampoco se la cerro en las narices. Habia dejado bien claro que no iba a ponerselo facil. Pero ?acaso le habia facilitado las cosas alguna vez?

Al igual que antano, la puerta con mosquitero chirrio cuando Daisy la abrio. Le siguio por el salon hacia la cocina. Su alta silueta desaparecio al doblar la esquina, pero ella conocia a la perfeccion el camino.

El interior de la casa olia a pintura fresca. Le parecio ver muebles oscuros y la gran pantalla de un televisor; entrevio la silueta del piano de pared de la senora Parrish; se pregunto cuanto habria cambiado todo desde la ultima vez que habia recorrido esa casa. La luz de la cocina se encendio cuando ella entro, y entonces tuvo la sensacion de haber cruzado el tunel del tiempo. Le parecio ver a la senora Parrish delante del horno, haciendo pan o preparando las galletas preferidas de Daisy. Las marcas que el linoleo verde siempre habia tenido al os pies del fregadero todavia seguian alli y las encimeras eran del mismo color azul turquesa y moteado.

Jack tenia la mitad superior del cuerpo oculta tras la puerta abierta de la nevera. Agarraba el tirador cromado con sus bronceados dedos, y todo lo que Daisy podia ver era la curva de sus nalgas y sus largas piernas. Uno de los bolsillos de sus ajustados Levi’s tenia un desgarron en forma de triangulo, y el zurcido parecia algo gastado.

La adrenalina corria libre por las venas de Daisy, que tuvo que cerrar los punos con fuerza para evitar que le temblaran las manos. Jack se incorporo y entonces todo parecio ralentizarse, como si fuera a camara lenta. Jack, con un carton de leche en la mano se volvio mientras cerraba la puerta de la nevera. La atencion de Daisy se centro durante unos segundos en la fina linea de vello que ascendia desde la cintura del pantalon y que acababa

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