rodeando el ombligo. Paseo la mirada por su vientre, totalmente plano, y llego a los marcados musculos del pecho. Si tenia alguna duda acerca del tiempo que habia transcurrido, la vision de Jack la borro de golpe. Sin duda, aquel no era el muchacho que ella habia conocido. Aquel era un hombre en toda regla.

Se obligo a alzar la mirada hacia su recio menton, el definido contorno de sus labios, y la fijo en sus ojos. Sintio que se le secaba la garganta. Jack Parrish siempre habia sido un chico muy guapo, pero ahora su belleza tenia un toque letal. Un mechon de pelo le colgaba sobre la frente rozandole una ceja. Aquellos claros ojos verdes que ella tan bien recordaba, aquellos ojos que antano la habian mirado con una mezcla de pasion y posesion, la miraban ahora con el mismo interes que habrian mostrado por un perro callejero.

– ?Has venido aqui solo para mirarme?

Daisy dio un par de pasos por la cocina y se metio las manos en los bolsillos del chubasquero.

– No, he venido para decirte que pasare unos dias en el pueblo visitando a mi madre y a mi hermana.

El alzo el carton de leche y le dio un trago, como si esperara que ella elaborase un poco mas su respuesta.

– Crei que tenias que saberlo.

La miro con el carton de leche todavia en la boca. Algunas cosas no habian cambiado. A pesar de ser un chico malo y tener fama de peleon, Jack Parrish siempre habia sido un bebedor de leche empedernido.

– ?Que te ha hecho pensar que eso iba a importarme? -le pregunto secandose la boca con el reverso de la mano.

– No sabia si te importaria. O sea, me pregunte que te pareceria, pero no lo tenia claro. -Estaba resultando mucho mas duro de lo que habia imaginado. Y lo cierto es que lo que habia imaginado ya lo era bastante.

– Ahora ya no tienes que preguntartelo. -Senalo hacia la puerta con el carton de leche-. Si has acabado, alli esta la puerta.

– No, no he acabado. -Daisy se miro la punta de las botas, la lluvia habia humedecido la piel negra-. Steven queria que te dijese algo. Queria que te dijese que lo lamenta… Todo. -Sacudio la cabeza y se corrigio a si misma-. No… Lo que quiero decir es que lo lamentaba. Ya hace siete meses que murio, pero sigue costandome mucho hablar de el en pasado. De algun modo, no me parece correcto. Es como si al hacerlo el dejase de existir para siempre. -Miro a Jack, su expresion no habia variado un apice-. Te agradezco mucho que enviases flores.

Jack se encogio de hombros y dejo la leche sobre la encimera.

– Fue Penny quien las envio.

– ?Penny?

– Penny Colten. Se caso con Leon Kribs. Ahora trabaja para mi.

– Pues dale las gracias a Penny de mi parte. -Pero Penny no las habria enviado ni habria firmado a su nombre si el no hubiera dado su consentimiento.

– No le des mas importancia.

Ella sabia lo mucho que Steven habia significado para el durante una epoca.

– No finjas que no te afecto su muerte.

Jack enarco una de sus oscuras cejas.

– Olvidas que intente matarle.

– Tu no le habrias matado, Jack.

– No, tienes razon. Supongo que el esfuerzo no habria merecido la pena.

La conversacion estaba tomando un rumbo equivocado y ella tenia que hacer todo lo posible para enderezarla.

– No seas desagradable.

– ?Te parezco desagradable? -Jack dejo escapar una risa forzada-. Esto no es nada, florecita. Si te quedas un rato mas vas a ver lo desagradable que puedo llegar a ser.

Ella ya estaba al corriente de lo desagradable que podia llegar a ser. Pero si bien Daisy podia pecar de cobarde, tambien era muy testaruda. Asi como Jack tenia poco que ver con el muchacho que ella conocio, Daisy tampoco era la misma chica de entonces. Habia ido a su casa para contarle la verdad. De una vez por todas. Para poder seguir adelante con su propia vida, tenia que hablarle de Nathan. Le habia costado quince anos llegar hasta ahi, de modo que Jack podia ponerse todo lo desagradable que quisiera, que de todos modos tendria que escucharla.

Justo despues de que Daisy percibiera un destello blanco con el rabillo del ojo, una mujer entro en la cocina vestida con una de las camisas blancas de Jack.

– Hola a todos -dijo la mujer acercandose a Jack.

El la miro.

– Te dije que te quedases en la cama.

– Sin ti me aburria.

A Daisy se le subieron los colores; fue la unica de los presentes que se sintio incomoda por la situacion. Jack tenia novia, asi que aquello no era nada raro. Siempre habia salido con alguien. Hubo un tiempo en que la situacion habria destrozado a Daisy.

– Hola, Daisy. No se si te acuerdas de mi. Soy Gina Brown.

Ahora ya no le dolia, y casi le daba verguenza admitir que, en gran medida, lo que sintio en ese momento fue una sobrecogedora sensacion de alivio. Habia viajado desde Seattle para hablarle de Nathan, y todo lo que sentia en ese momento era alivio… Como si de pronto algo hubiese liberado su estomago del nudo que lo habia estado oprimiendo. Se dijo que posiblemente era mas cobarde de lo que creia. Daisy sonrio y cruzo la cocina para tenderle la mano a Gina.

– Por supuesto que me acuerdo de ti. Ibamos juntas a clase de historia en el ultimo ano de instituto.

– Con el senor Simmons.

– Exacto.

– ?Recuerdas cuando tropezo con el borrador? -le pregunto Gina como si no estuviese en la cocina vestida tan solo con una de las camisas de Jack.

– Nos reimos de lo lindo. Fue como…

– ?Que demonios es esto? -la interrumpio Jack-. ?Una maldita reunion de ex alumnas?

Ambas mujeres le miraron y Gina dijo:

– Estaba intentando ser amable con tu invitada.

– No es mi invitada, y ademas ya se iba. -Le dedico a Daisy una mirada tan fria e implacable, como lo que habia visto en sus ojos a su llegada.

– Ha sido un placer, Gina-dijo Daisy.

– Lo mismo digo.

– Buenas noches, Jack.

El apoyo la cadera en la encimera y cruzo los brazos.

– Ya nos veremos. -Daisy recorrio la casa a oscuras y salio por la puerta. Habia dejado de llover, pero tuvo que esquivar los charcos hasta llegar al Cadillac de su madre, que habia aparcado junto al taller. Sin lugar a dudas, la proxima vez telefonearia antes.

Cuando llego a la altura del coche sintio que la agarraban del brazo. Daisy se volvio y se encontro con el rostro de Jack. Las luces de la calle lo iluminaban desde arriba y dejaban en la penumbra la expresion severa de su boca. La miro fijamente. Ya no era una mirada fria sino iracunda.

– No se que has venido a buscar aqui, si lo que quieres es la absolucion o el perdon -dijo con un acento sureno mas marcado que nunca-. Pero no vas a tener ninguna de las dos cosas. -Bajo la mano como si le incomodase el mero hecho de tocarla.

– Si, ya lo se.

– Muy bien. Pues mantente alejada de mi, Daisy Lee -espeto-, o me ocupare de que tu vida sea un infierno.

Ella observo su rostro, tocado por una pasion y una rabia que no habian disminuido en quince anos.

– Alejate de mi -repitio una ultima vez antes de volverse y desaparecer entre las sombras.

Daisy sabia que la opcion mas inteligente era hacerle caso. Lo malo era que no tenia mas remedio que desobedecerle.

Aunque el todavia no lo sabia.

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