quiero, Marcus, pero no quiero tus diamantes.
Estaba en una reunion cuando llego la siguiente entrega. Su secretaria lo interrumpio, ya que Marcus le habia dicho que lo hiciera si recibian algo de Australia.
Habia dos cajas. La primera contenia el vestido de novia de Rose, con los zapatos a juego y los lazos del cabello. La nota decia: Gracias por el cuento de hadas.
En la segunda caja habia un par de botas de goma del numero de Marcus. Y otra nota: La realidad es mas divertida.
Ruby lo llamo a finales de mes. Marcus se excuso, salio rapidamente de la reunion y se encerro en su despacho para poder hablar con ella.
– Ruby, ?donde demonios estas? Eres mi empleada.
– Estoy donde tu deberias estar. En Australia, pasandolo estupendamente. Y ya no trabajo para ti. Me despido. Darrell me ha pedido que me case con el. Silencio. ?Ruby se iba a casar con Darrell? Ruby nunca dejaba que su vida personal interfiriera en el trabajo. ?Ruby no tenia vida personal!
– Hemos decidido quedarnos y ayudar a Rose con la granja durante una temporada -continuo ella-. ?Marcus, se ordenar! Todo es estupendo.
– Pero… tu sitio esta aqui.
– No. Mi sitio esta donde Darrell este. Rose dice que podemos redecorar la casa rosa y quedarnos todo el tiempo que queramos. Tenemos algunos ahorros y Darrell cuenta con su pension de veterano. Podemos ser realmente ricos sin tener nada. Solo el uno al otro.
– ?Sabes que le pedi a Rose que se casara conmigo? -pregunto el despues de unos momentos de silencio.
– ?Te refieres a enviarle ese maldito diamante?
– Costo una fortuna -respondio el-. Ademas, ella dijo que me queria.
– Si, pero tu no le pediste que se casara contigo, sino que te visitara en Nueva York.
– Si ella me quisiera…
– Dejaria su vida por ti, ?no? Tal vez se le este rompiendo el corazon porque no puede hacerlo. Esta Harry, sus otros hermanos, los perros… ?Y tu que le ofreces? ?Diamantes?
– Ruby…
– Ese es tu miedo, Marcus. Nunca te lo he dicho porque a mi me pasaba lo mismo. Tienes miedo de la vida. Sabes muy bien que Rose nunca podria aceptar tu oferta de riquezas, pero te ama. Tu, sin embargo, no la quieres. Solo quieres lo que ella podria ser si olvidara sus responsabilidades. Tu oferta de matrimonio es un insulto.
– Ruby…
– Si, lo se, lo se. Esa no es forma de hablarle a mi jefe. Es una suerte que me haya despedido, ?verdad?
Pasaron tres meses. Tres meses en los que cada manana Rose se sentaba a ordenar y se preguntaba que habia dejado en Nueva York. Hasta que una manana ya no pudo mas. Entro en la cocina, donde Harry se estaba preparando el desayuno, y le pregunto:
– Harry, ?te importaria si volviera a Nueva York por unos dias?
– ?Para traer a Marcus? Pero Ruby dice que tenemos que esperar a que sea sensato.
– Creo que ya he esperado demasiado. ?Estaras bien aqui?
– Claro. Darrell y Ruby cuidaran de mi. ?Crees que vendra Marcus?
– Eso espero.
Cuando Marcus salio de la reunion, su chofer lo estaba esperando.
– Hay alguien esperandolo en la escalera de incendios, senor. Alguien con comida.
A Marcus le dio un vuelco el corazon. ?Seria…? Por supuesto que si. Rose. Estaba sentada en el rellano donde se vieron por primera vez. Sostenia una bolsa con bocadillos y un par de bebidas.
– Rose -dijo con cautela. Ella sonrio-. ?Que estas haciendo aqui?
– Pense que podriamos empezar de nuevo. Podriamos compartir. He traido suficiente comida para los dos.
– Pero…
– Ruby dice que deberia darte mas tiempo, pero me sentia sola. Y si yo estaba sola, pense que tu debias de sentirte aun peor. Asi que he venido para ver si podemos ser amigos y compartir. Podriamos compartir unos bocadillos, o la escalera de incendios. O la vida.
– Rose…
– Te quiero, ya lo sabes. Tu me salvaste, y ahora me toca a mi salvarte. Ya eres millonario y siempre estas ocupado haciendo dinero. ?Por que? ?Para poder comprar mas marmol negro?
– No.
– ?Que mas quieres comprar?
– ?Una cama nueva para tu porche? -dijo con cautela-. Una grande. Y tal vez un jet. Como transporte.
– ?Para venir a casa los fines de semana? -pregunto ella.
– ?A casa?
– «Casa» es donde yo estoy, Marcus. Te quiero. Ruby dice que deberia dejar de decirlo, pero no puedo. Te quiero, te quiero, te quiero. Te quiero tanto que no puedo aceptar tu oferta de dos semanas al ano y algunos fines de semana. Me volveria loca. Esa vida es para alguien que quiere tu posicion. Pero yo no quiero tu posicion, Marcus. Te quiero a ti.
– No puedo…
– Ya lo se. Por eso estoy aqui… para ver si hay alguna posibilidad de que pueda funcionar -se levanto y agarro la bolsa de la comida-. Tienes cosas que hacer. Te vere manana. ?A la misma hora en el mismo lugar? - pregunto-. ?Traigo bocadillos?
– ?No!
– No voy a comer caviar.
– No tienes que hacerlo -quiso agarrarla, pero ella fue mas rapida. Con un rapido movimiento, bajo al siguiente rellano y se alejo.
– ?Nos vemos manana!
Fue un dia muy largo. Marcus no podia dejar de pensar en Rose, en sus ojos, en su voz…
«Te quiero, te quiero, te quiero», le habia dicho. No podia quitarse esas palabras de la cabeza.
A media tarde salio del edificio y se dirigio a Central Park. Camino y camino pensando en Rose y, cuanto mas caminaba, mas sonreia. No era Cenicienta; era su adorable Rose. Lo habia seguido y le estaba ofreciendo… el mundo.
Pero, ?donde estaba? ?No estaria en el mismo horrible lugar que la ultima vez? ?No! Marcus tomo rapidamente un taxi y atraveso la ciudad. No estaba alli. ?Donde, entonces? Llamar a todos los hoteles de Nueva York no parecia muy sensato.
?Diablos! ?Para que estaba el dinero? Volvio a la oficina y puso a todos sus empleados a llamar a los hoteles. Ni rastro de Rose. Entonces se dirigio a los apartamentos de Ruby y de Darrell. Nada.
No habia nada mas que pudiera hacer, solo esperar. O… Tal vez si hubiera algo…
Rose se sento en la escalera de incendios y espero. Las doce. Las doce y media. Marcus se estaba retrasando…
De repente se abrio la puerta y aparecio. Llevaba su maletin y una bolsa.
– Hola -dijo el, y le dedico una sonrisa-. ?Puedo sentarme?
– Claro -Rose se hizo a un lado en el escalon-. Se mi invitado.
Marcus se sento. Puso el maletin entre los dos y lo abrio.
– Yo tambien he traido comida. Espero que no se haya estropeado. Sopa de pescado y tortitas de maiz. Recuerdo que te gustaba.
– Ya lo creo. ?Quieres compartir mis bocadillos?
– Ese es el plan. Si tu compartes mi comida.
No dijeron nada mas. El silencio entre ambos era extrano, pero no tenso. Rose podia sentir una especie de calidez entre los dos, una especie de… ?amor?
– Es una pena que no podamos quedarnos aqui para siempre -dijo ella suavemente-. En terreno neutral.
– En realidad, quiero hablarte de eso -Marcus dejo su plato en el suelo y espero a que ella hiciera lo mismo-.