No soy muy bueno en esto del… amor.
– Nosotros podriamos ensenarte. Harry y yo. Y Ruby y Darrell y Ted…
– Creo que ya lo habeis hecho -contesto el con suavidad.
Marcus sonreia, y en ese momento era un hombre que, despues de haber visto muchas cosas, habia vuelto a casa. Con ella. Rose le devolvio la sonrisa y de alguna manera supo que todo estaba bien. Que iba a funcionar.
– Te he traido un par de regalos -dijo Marcus.
– No quiero diamantes.
Pero el ya estaba sacando de la bolsa una cajita de terciopelo. Dentro habia un sencillo anillo de plata trenzada, con tres diminutos zafiros. Brillaban a la luz del sol, y en sus profundidades estaba el color de los ojos de Rose. El color del mar.
– Es un anillo hecho especialmente para ti. Por quien eres y por lo que eres -Rose abrio la boca, pero Marcus la silencio poniendole un dedo en los labios-. Y hay mas.
Tomo de nuevo la bolsa y saco de ella… ?unas botas de goma? Pero no eran unas botas normales. Habian sido usadas como lienzo y en ellas lucia la obra de arte mas sorprendente que Rose habia visto en toda su vida. Habia cuatro maravillosas obras de arte. Dos del numero de Rose y otras dos del de Marcus.
– He tenido que remover cielo y tierra para que un amigo las hiciera. Podremos usarlas en el establo… juntos.
– ?Durante dos semanas al ano?
– Bueno, de eso tambien quiero hablarte. Se que te encanta tu porche, y se que no dejaras que los chicos duerman en tu lado pero, ?podrias echarle un vistazo a esto? -saco de su maletin un juego de planos y los extendio frente a ellos.
– ?Planos? -pregunto ella.
– Si. Mira, aqui esta tu porche. Aunque en los planos se ha convertido en el dormitorio principal, aun sigue siendo un porche.
– Marcus… Te dije que no queria una mansion.
– Dejalo ya, Rose. Hay mucha diferencia entre tu porche y lo que el resto del mundo llama una mansion. Y creo que no pasaria nada si le anadieramos alguna extravagancia. Como… una ducha caliente. Tu porche permaneceria casi intacto. La cocina tambien, porque se que te encanta, y a mi tambien. Solo habria que reformarla un poco. Anadiriamos un gran comedor, para cuando los chicos vengan a casa, un lugar donde puedan recibir a sus amigos. Y una habitacion para cada uno. Y dos banos. Se que te parece mucho, pero sigue sin parecerse a una mansion.
– Marcus…
– Y esto de aqui es el despacho -dijo el con cierta ansiedad-. He pensado que ya que Ruby esta alli, podria usar tu casa como base, delegando la mayor parte de las responsabilidades en gente de aqui. Ruby y yo podriamos trabajar con el telefono, el fax e Internet. Probablemente necesitaria venir a Nueva York… un par de veces al ano. Y te prometo no viajar en primera clase. ?Que opinas?
– ?Viajarias en clase turista por mi?
– Haria cualquier cosa por ti.
– Marcus, yo me quedaria en tu apartamento de marmol negro si tu estuvieras alli.
– ?De verdad?
– De verdad.
– ?Te pondras mi anillo?
Rose miro la cajita de terciopelo. Saco el anillo y se lo puso.
– Oh, Marcus. Es precioso. Yo tambien deberia haberte traido algo.
– Tu eres suficiente.
– ?Te pondras las botas de goma por mi? -pregunto Rose con voz temblorosa.
Marcus se quito rapidamente los zapatos y se puso las botas.
– Solamente veo un problema en todo esto -dijo el-. Estoy un poco preocupado por este cuento de hadas en el que nos hemos metido. Mis pies ya se han transformado. Si me besas, ?me convertire en una rana?
– Vamos a comprobarlo -susurro ella-. Y vamos a comprobarlo bien. Y si te conviertes en una rana… prometo seguir queriendote. Soy tuya para siempre.
Marion Lennox