aquella noche, y sabia que la razon dormia ahora un piso mas arriba, en el otro ala de la casa.

Cathy. Su presencia casi bastaba para ahuyentar a los fantasmas, a pesar de que ella, de alguna manera, lo era en si misma.

No se parecia a Evelyn. Ni fisicamente, ni en temperamento, ni siquiera en sus circunstancias personales, excepto que las dos habian crecido en el seno de familias que a duras penas llegaban a final de mes. Y sin embargo, eran tan parecidas…

Inspiro profundamente y se prometio a si mismo que aquella vez seria diferente. Aquella vez, no cometeria los mismos errores. Aquella vez, no perderia el control de lo que estaba ocurriendo. Podia ayudar a Cathy de un modo en que no habia podido ayudar a Evelyn. De alguna manera, eso podria redimirle de los pecados del pasado. Quizas si esta vez lo hacia bien, el dolor se atenuaria.

Sin querer, casi sin darse cuenta, se rozo con los dedos las cicatrices de la mejilla izquierda.

En esta ocasion, no iba a dejarse llevar. No iba a permitir que sus sentimientos lo arrastraran. Le gustaba Cathy, y la amistad era un sentimiento seguro. Nada mas le estaria permitido. Se aseguraria de que su relacion no llegase a nada mas.

Cuando estuviese curada tanto de sus heridas como en su interior, la dejaria marchar. Ella se iria mas fuerte y quizas el pudiera quedar en paz.

Cathy se desperto temprano a la manana siguiente, y se las arreglo para ir al bano y volver, aunque tardo unos veinte minutos en hacerlo.

– Ojala hubiese estudiado ballet o algo asi -murmuro en voz baja al sentarse en el borde de la cama para recuperar el aliento-. O haber por lo menos leido las cien maneras de manejar unas muletas.

La agilidad y la gracia de movimientos le eran ajenas. Las muletas le hacian dano en los brazos y los hombros, y no se manejaba nada bien con ellas. Aun asi, consiguio apoyarlas contra la pared entre la mesilla y el cabecero de la cama y se tumbo para levantar las piernas. El camison se le subio, dejando al descubierto unos muslos palidos y ligeramente gruesos. Llevaba toda la vida peleando con aquellos dichosos diez kilos que le sobraban. Y para colmo, tenia la sensacion de que en los dos ultimos meses, los diez kilos habian llegado a ser doce o catorce. Con toda aquella obligada inactividad, las cosas estaban empeorando.

El estomago le rugio. Genial. Encima, tenia hambre.

Cuando volviera a casa, se pondria a dieta inmediatamente. Incluso empezaria a hacer ejercicio. Nada complicado: solo caminar.

Aquella promesa era tan vieja que se tapo con la ropa de la cama para apaciguar la sensacion de derrota. Tantas oportunidades perdidas… ?Cuantas veces se habia jurado no comer una sola onza de chocolate mas hasta que no perdiera algunos kilos? ?Cuantas veces se habia prometido ponerse en forma, para acabar despues pasandose las horas muertas leyendo?

Una llamada a la puerta interrumpio su sesion de autocompasion. Que alivio.

– Adelante -dijo.

Ula, el ama de llaves, abrio la puerta y entro.

– Buenos dias -la saludo. Era una mujer pequena, con el pelo gris recogido en un mono y ojos oscuros-. ?Que tal has dormido hoy?

– De maravilla. La pierna cada vez me molesta menos.

La mujer asintio y Cathy cambio de postura en la cama. No estaba segura de si la mujer era simplemente austera en sus maneras, o si no le gustaba su presencia alli. Quizas la considerase una cazafortunas, o un caso de caridad. La segunda posibilidad suscito en ella una mueca de dolor, ya que en realidad, podia encajar con ella.

– No sabia bien que le gustaria comer -dijo Ula, y la severidad de su expresion se suavizo-. Si me dijera que clase de comida es la que mas le gusta, estaria encantada de prepararsela. El senor Ward no presta demasiada atencion a la comida; a veces me da la impresion de que ni sabe lo que come.

Cathy recordo la silueta del cuerpo de Stone. Parecia delgado. Ula tambien lo era. Genial. Estaba en medio de un grupo de gacelas.

?Que que le apetecia comer? Chocolate. Unos tres kilos.

?Basta!, se reprendio. Ya era hora de hacer algo de verdad, y aquella parecia la oportunidad perfecta. Durante los proximos dias, no iba a poder prepararse su propia comida, y mucho menos ir a la compra, asi que ?por que no empezar ya con el programa que queria poner en marcha al llegar a casa?

Carraspeo levemente.

– ?Seria mucho pedir que preparase algo bajo en calorias? -sugirio, enrojeciendo-. Nada complicado. Pollo o pescado a la plancha, si no le supone mucho trabajo.

– En absoluto. Tengo varias recetas interesantes. ?Quiere perder un poco de peso? -pregunto, tras una breve pausa. Cathy asintio.

– No hay problema -la mujer parecio dudar-. Se que no es asunto mio, pero quizas podria preguntarle a la terapeuta si hay algun programa de ejercicio que pudiera hacer mientras se cura su pierna.

A Cathy no se le habia ocurrido pensarlo.

– Que idea tan buena. Lo hare. Gracias.

Ula esbozo una sonrisa.

– No se lo que Stone le habra dicho de mi -empezo, intentando tener valor para explicar. Hizo una pausa esperando que Ula dijese algo, pero no fue asi-. Somos amigos. Le conozco hace dos anos… no en persona, por supuesto. Se que no sale mucho. Nos conocemos por telefono. El utiliza el servicio de contestador para el que yo trabajo, asi que hablabamos casi todas las noches.

Carraspeo. No estaba segura de por que se sentia en la obligacion de darle explicaciones al ama de llaves, pero es que tenia la sensacion de que no podria seguir estando alli si a Ula no le parecia bien. Una estupidez quizas, pero cierta.

– En fin, que estaba hablando por telefono con Stone cuando se declaro un incendio en el edificio de la oficina, y Stone tuvo la amabilidad de preocuparse por mi cuando estaba en el hospital. Despues me trajo aqui, y yo… yo no quiero causar molestias. Solo somos… bueno, que no soy muy importante para el.

La expresion de Ula no cambio.

– Gracias por la explicacion. No era necesaria, pero ha sido muy amable. El senor Ward me dijo que era amiga suya, y como tal, es bienvenida en su casa. Si hay algo mas que pueda hacer por usted, no dude en llamarme.

Y dio la vuelta para salir, pero se detuvo en la puerta.

– Mas tarde puedo pasarme con las recetas que tengo y podemos verlas para que me diga cuales le interesan mas.

No es que aquel comienzo fuese gran cosa, pero al menos era algo, asi que Cathy sonrio.

– Me encantaria. Muchas gracias.

Y cuando el ama de llaves se marcho, Cathy no se sintio tan sola.

Capitulo 5

– Tu debes ser Cathy -dijo la joven que subia por la escalera.

Cathy estaba sentada en el patio porque Ula habia insistido. Despues del desayuno, el ama de llaves le habia dicho que hacia un dia precioso y que la terapia podia seguirse tanto dentro como fuera. A pesar de las protestas de Cathy, Ula la habia ayudado a llegar hasta la escalera y a bajarlas muy despacio, asi que ahora estaba sentada en la silla de hierro forjado de espaldas al sol y odiando la vida en general.

Los brazos y los hombros le dolian de las muletas, y la rodilla le palpitaba. Habia disfrutado de su desayuno bajo en calorias, pero seguia teniendo hambre y en lo unico que parecia capaz de pensar era en el chocolate. Y para colmo, la joven que sonreia delante de ella debia medir uno cincuenta y pesar al rededor de cincuenta kilos. Ula era pequenita, y aquella mujer tambien. ?Por que tendria que estar en un mundo de gente perfecta y pequena, y ser ella el unico troll?

– Hola -contesto Cathy, intentando no mostrar su mal humor.

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