Oh, maldito fuera. Queria hacerla sentirse culpable. Y eso no le gustaba nada a Emma. Sus padres habian sido expertos en inculcarle remordimientos.
– Yo la acompanare a Bahania para asegurarme de que llega sin problemas -siguio Alex-. Una vez que este instalada, volvere a Washington -hizo una pausa-. Es una gran oportunidad para usted, senorita Kennedy. Espero que no la pierda. Si podemos salir para el aeropuerto dentro de una hora, estaremos en Bahania manana por la tarde.
A Emma empezo a darle vueltas la cabeza.
– ?Quiere que nos vayamos ahora mismo?
– Por favor.
Emma miro al otro hombre, que seguia junto a la puerta corredera. Temia que si se negaba la llevarian contra su voluntad, y no era un pensamiento muy tranquilizador. De modo que parecia inexorablemente abocada a hacer un viaje.
Dos horas y media mas tarde, estaba sentada en un lujoso jet privado que se elevaba sobre las luces de Dallas. Tenia una maleta en el compartimiento de carga, una pequena bolsa junto a sus pies y, como habia prometido, Alex Dunnard iba sentado a su lado.
Aun no estaba segura de como habia sucedido todo. De alguna manera Alex la habia convencido para que llamara al hospital, hiciera el equipaje y les dejara un mensaje a sus padres diciendoles que se iba de viaje con una amiga.
Luego, se habia duchado y cambiado de ropa, y a los pocos minutos estaba en una limusina tan grande como un campo de futbol, en direccion al aeropuerto.
Si lo miraba por el lado bueno, estaba siendo raptada, en caso de ser un rapto, por alguien con dinero y estilo. Lo malo era que habia dejado aparcada su vida para las proximas dos semanas con tan solo un par de llamadas telefonicas y el ruego a su vecina para que le recogiera el correo. ?Que decia todo eso de ella?
Antes de que pudiera responderse, se le acerco una mujer joven con uniforme.
– Senorita Kennedy, soy Aneesa, y sera un placer atenderla durante el vuelo a Bahania.
La informo sobre la hora prevista de llegada, menciono una escala en Espana para repostar y le ofrecio la seleccion de platos para cenar.
– Cuando desee retirarse a dormir, hay un compartimiento para su uso exclusivo -continuo con una sonrisa-. Esta equipado con bano completo.
– Genial -respondio Emma, intentando no mostrarse impresionada, como si aquello le sucediera todos los dias.
– ?Quiere que le sirva la cena?
– Eh… claro, ?por que no?
La azafata se alejo y Emma se volvio hacia Alex.
– ?Va a decirme que esta pasando aqui realmente?
– Le he dicho todo lo que se.
– Que el rey quiere que sea su invitada durante dos semanas.
– Si.
– ?Y no sabe por que?
– No.
No le servia de mucha ayuda, asi que devolvio la atencion al paisaje que iba dejando atras y se pregunto si volveria a ver Texas alguna vez.
Decidida a no dejarse llevar por pensamientos desagradables, agarro la guia del avion y fingio que se interesaba por los DVDs disponibles.
Media hora mas tarde les sirvieron la cena. Estaba exquisita, y Alex la devoro con avidez. Emma se tomo el pollo ahumado, pero rechazo el vino, y observo a su companero de viaje. Alex Dunnard era un hombre atractivo, de cuarenta y pocos anos, y, a juzgar por su anillo, casado. ?Le importaria a la senora Dunnard que su marido se marchara sin previo aviso? ?O el ya se esperaba aquel viaje? ?Y por que el rey de Bahania queria conocerla? Mas preguntas sin respuesta. Cuando intento sonsacarle mas informacion a Alex, este se mostro cortes, pero nada comunicativo.
Tras noche inquieta en una cabina de lujo, varias franjas horarias y una escala para repostar, Emma no sabia mas de lo que habia sabido al subirse al avion en Dallas. La unica diferencia era que estaban aterrizando en un aeropuerto que lindaba con el desierto. Miro por la ventanilla e intento no quedarse boquiabierta. Las vistas eran tan impresionantes que casi la dejaron sin aliento.
Un mar azul turquesa acariciaba una playa de arena blanca, tras la que se extendian kilometros y kilometros de edificaciones, follaje exuberante y suburbios que poco a poco iban dejando paso a la interminable extension del desierto. Emma pudo ver zonas industriales, enormes edificios que parecian muy antiguos y docenas de parques diseminados por toda la ciudad.
Aterrizaron con una ligera sacudida y el avion se detuvo junto a la terminal. Emma fue escoltada a la pista, donde la tarde era calurosa, soleada y seca. El sol brillaba con tanta fuerza que casi la cego. Al entrar en una sala acondicionada, un hombre uniformado hizo una reverencia cuando ella se presento y le mostro el pasaporte.
– Senorita Kennedy -dijo con una sonrisa radiante-, bienvenida a Bahania. Le deseo una estancia muy agradable.
– Gracias -murmuro ella, preguntandose si todos serian siempre asi de educados.
Las sorpresas no acabaron. Minutos mas tarde, Alex la escolto hasta otra enorme limusina, en cuyo interior habia una botella de champan en un cubo de hielo y un pequeno ramo de flores.
– ?Son para mi? -le pregunto a Alex.
– Dudo de que el rey las haya mandado para mi -respondio el, y senalo la botella-. ?Le apetece un poco de champan?
– No he dormido en el avion, y entre el cansancio, lo extrano de la situacion y la diferencia horaria, lo ultimo que necesito es beber alcohol.
Cuando salieron del aeropuerto, Alex empezo a hablarle de la ciudad. Le enseno el distrito financiero, el bazar y el acceso a las famosas playas de Bahania. Emma hizo lo posible por prestar atencion, pero cuanto mas avanzaban por la carretera, mas se arrepentia por haber ido hasta alli. Bahania era preciosa, sin duda, pero ella acababa de recorrer medio mundo con un desconocido para conocer a un rey del que apenas habia oido hablar. Y, aparte de ese rey y de su companero de viaje, nadie mas en el planeta sabia donde estaba ella.
No era una situacion que invitara a relajarse.
Cuarenta minutos despues, la limusina cruzo una verja abierta donde habia varios guardias apostados y recorrio lo que parecieron kilometros de jardines y vergeles. Emma miro por la ventanilla y vio el legendario palacio rosa a lo lejos.
– Esto no puede estar pasando -murmuro, incapaz de creerselo.
La limusina se detuvo frente a la entrada, un portal en forma de arco lo bastante grande para que pasara un desfile de musicos.
– Ya hemos llegado -dijo Alex.
– ?Y ahora que? -pregunto ella.
– Ahora conocera al rey.
Genial. Si alguna vez salia de aquello, lo primero que haria seria quejarse por la falta de informacion de Alex.
La puerta de la limusina se abrio y Alex salio primero. Emma se aliso la falda que se habia puesto en el avion y respiro hondo para reunir fuerzas y valor. No fue suficiente, por lo que no la sorprendio que se echara a temblar cuando salia al calor de la tarde.
Habia varias personas a la entrada del palacio. Alex, el chofer de la limusina y unos hombres uniformados que parecian ser criados. Ni rastro del rey. ?Estaria esperando en el interior? ?No deberia haberle explicado Alex cual era el protocolo a seguir?
Antes de que pudiera preguntarselo, noto un movimiento a su izquierda. Se giro y vio a un hombre emergiendo de las sombras. Era alto, de un atractivo oscuro y casi familiar. Entonces la luz del sol le ilumino el rostro y Emma ahogo un grito de asombro. No podia ser. No despues de tanto tiempo. Habia pensado que… El