puerta medio abierta, a la izquierda de la sala. En cuanto entro, hizo una reverencia y dijo:
– Alteza…
El rey Hassan estaba sentado tras su impresionante escritorio. Generalmente llevaba trajes hechos a mano cuando estaba trabajando y aquel dia no era una excepcion.
– ?Que te trae por aqui, Rafe?
Rafe tuvo que quitar a un gato de la butaca para poder sentarse, y cuando lo hizo, el animal le salto al regazo. Estaba deseando dejar aquel trabajo y volver a su empleo normal. Al menos, a su jefe tampoco le gustaban particularmente los gatos.
– Hay un asunto inusual que debemos tratar.
Hassan arqueo una ceja. Estaba a punto de cumplir sesenta anos, pero parecia mucho mas joven. Apenas tenia unas cuantas canas en la barba y en su rostro se veian pocas arrugas, pero Rafe ya habia aprendido que podia parecer terriblemente severo y distante.
Rafe llevaba una buena temporada en el palacio en calidad de consejero de seguridad de Bahania, que acababa de firmar un acuerdo para crear unas fuerzas aereas conjuntas con los vecinos paises de El Bahar y la Ciudad de los Ladrones. Pero a pesar de ello, todavia no se habia formado una idea exacta del caracter del rey y no sabia como podia reaccionar.
– ?Algun asunto de seguridad?
– No, es algo personal. Todavia no lo he hablado con nadie, y huelga decir que jamas dire nada al respecto si desea que guarde silencio.
Hassan sonrio levemente.
– Estoy intrigado. Continua.
Rafe dudo. Estaba a punto de entrar en aguas peligrosas.
– Esta manana, una joven vino al palacio. Estaba en una visita guiada y uno de los guardias se fijo en ella por su notable parecido con la princesa Sabra.
Hassan asintio y Rafe siguio hablando.
– He hablado con la joven en cuestion, quien recientemente ha descubierto ciertos papeles que pertenecian a su madre. Son cartas, de hecho. Y cree que pudieron haber sido escritas por usted.
– ?Quien es? -pregunto el rey, repentinamente serio-. ?Cuantos anos tiene?
– Se llama Zara Paxton y tiene veintiocho anos.
El rey carraspeo y extendio una mano para que le diera las cartas. Rafe se las dio y supo, por su reaccion, la verdad: habia reconocido el apellido y la edad de la joven.
El rey comenzo a leer las cartas, una a una. Cada vez estaba mas palido, y aprovechando la ocasion, Rafe se quito de encima al gato.
Cuando termino de leer, le enseno el anillo.
– Fiona… -dijo el rey, mirando a Rafe-. Es su hija. ?Donde esta?
– Zara se aloja en un hotel de la ciudad. Parece ser que su madre murio hace unos anos y que ella descubrio las cartas y el anillo hace poco tiempo, a traves de su abogado. Cree que usted podria ser su padre.
Hassan se levanto y Rafe hizo lo mismo.
– Por supuesto que es mi hija. Fiona y yo estuvimos juntos durante dos anos… Mi hija. Despues de tanto tiempo, mi hija esta aqui… No puedo creerlo. ?Y dices que se parece a Sabrina?
– Tienen los mismos rasgos y el mismo color de pelo, aunque Zara es mas delgada y lleva gafas.
Hassan sonrio.
– Mi querida Fiona era cegata como un topo, pero muy coqueta. Nunca se habria puesto gafas… Tanto era asi que tenia que acompanarla a todas partes para que no tropezara con algo. Pero vamos, salgamos de aqui. Quiero verla ahora mismo.
Rafe recogio las cartas, pero el rey se quedo con el anillo.
– Pero Alteza, tal vez deberiamos hablar antes de ello…
– ?Por que?
– Porque no podemos saber si es realmente su hija.
– Es cierto, aunque sospecho que lo es.
Por el brillo de sus ojos, Rafe noto que estaba deseando que lo fuera.
– Zara es algo timida y creo que no esta preparada para enfrentarse de repente al rey de un pais. Y por otra parte, esta el asunto de la prensa… Hasta que no estemos seguros, creo que seria mejor que mantengamos el asunto en secreto.
El rey asintio lentamente.
– Si, comprendo tu punto de vista. ?Que sugieres entonces?
– Que se reuna con ella en algun lugar neutral. Tal vez en uno de los grandes hoteles de la ciudad. Podriamos reservar una de las suites y el servicio de seguridad podria encargarse de introducirlo discretamente mientras yo llevo a Zara.
Hassan miro la hora en su reloj de pulsera.
Muy bien, pero quiero que todo este preparado para las cuatro en punto de la tarde. No esperare mas.
Rafe maldijo su suerte. Solo tenia dos horas.
– Como quiera, Alteza. Me encargare de todo.
– Creo que voy a vomitar – dijo Zara.
Se encontraba en mitad del enorme salon de la suite presidencial del hotel Bahanian Resort. A su izquierda, varios balcones ofrecian una magnifica vista del mar Arabigo, habia intentado tranquilizarse contemplando las aguas, pero se encontraba en un piso tan alto que se mareaba.
La decoracion de la suite ya habria sido suficiente para ponerla nerviosa. En el salon habia cinco sofas y un piano de cola, asi como multitud de mesas y mesitas de cafe. Cleo y ella ya se habian perdido dos veces en las distintas habitaciones, asi que al final habian dejado de explorar el lugar porque temian que el rey llegara en cualquier momento y las descubriera atrapadas en un cuarto de bano o en un armario.
– No vomites, hermana. No le darias una buena impresion -bromeo Cleo.
Zara intento sonreir, pero no podia.
– ?Que estamos haciendo aqui? ?Es que nos hemos vuelto locas?
Cleo paso una mano por uno de los sofas y respondio:
– No lo se, Zara. Yo no le daba demasiada importancia al asunto, pero admito que ahora estoy asustada.
– Cuentamelo a mi -dijo, mientras se sentaba-. Al menos, Rafe lo ha arreglado todo para que nos encontremos aqui en lugar de hacerlo en nuestro hotel.
– Si, desde luego. Sospecho que el rey no ha estado en un hotel de dos estrellas en toda su vida. Por cierto, ?te gustaria que te dijera que estas palida?
– No, no me gustaria. En que estaria pensando cuando decidi venir a este pais…
– En que querias tener una familia -respondio, acomodandose a su lado.
– Tu eres mi familia. Y pase lo que pase hoy, quiero que lo recuerdes. Lo demas carece de importancia.
– Bueno, pero si el rey resulta ser tu padre y tu resultas ser una princesa, acuerdate de mi y regalame tus joyas cuando te aburras de ellas…
Zara rio.
– Esta bien. Te las arrojare cuando esten viejas y desgastadas.
– Excelente. Asi podre llevarlas al trabajo.
Imaginar a Cleo con collares y anillos de diamantes mientras trabajaba en la tienda de fotocopias le resulto tan hilarante que consiguio relajarse un poco. Pero no le duro demasiado.
– No puedo hacerlo, Cleo…
– Claro que puedes. Pero si no consigues controlar tus deseos de vomitar, hazlo detras de alguna planta mientras yo le cuento un chiste verde.
En ese momento, Rafe entro en el salon de la suite. Y un segundo despues aparecio un segundo hombre que reconocio de inmediato porque lo habia visto en muchas fotografias. Un hombre que la miro como si ella fuera la criatura mas sorprendente de la tierra.
La intensidad de su oscura mirada la puso aun mas nerviosa.
– Alteza, le presento a la senorita Zara Paxton -dijo Rafe.