– Si, pero ha intentado matar a Kateb con veneno, asi que ahora sera condenado a morir de la misma forma, antes de que se ponga el sol.

Todavia aturdido, Kateb se dirigio al salon principal del palacio. Tenia muchas cosas que hacer y no podia quedarse descansando.

Conocia la ley y sabia lo que le ocurriria a Fuad. Le parecia ridiculo, innecesario.

Habia hecho llamar a Victoria, pero no la habian encontrado.

Debia de haberse marchado, tal y como le habia dicho. El la habia dejado marchar.

Llego frente a Zayd y se arrodillo. Entonces se dio cuenta de que tenia que salvar a Fuad, si lo hacia, seria merecedor de Victoria.

Hizo que llevasen al chico ante el. Parecia muy joven y asustado.

Kateb espero a que la habitacion estuviese en silencio para hablar. Leyo los cargos y la sentencia. Fuad debia morir envenenado.

– ?Alguien quiere hablar en nombre del chico? -pregunto Kateb.

Solo hacia falta una persona. Alguien que no fuese miembro de su familia, ni de la de Kateb. Alguien que dijese que merecia la pena salvar al chico.

– Yo hablare por el -dijo una voz.

Kateb vio a Victoria avanzar hacia el.

No se habia marchado. Se sintio aliviado y deseo ir hacia ella. Seguia alli y alguien le habia dicho como salvar a Fuad.

– ?Entiendes cual es la responsabilidad de lo que estas haciendo? -le pregunto Kateb a Victoria.

– Si. Tengo un plan. He llamado al palacio de Bahania y he hablado con uno de los principes. Le daran trabajo en los establos. He oido que se le dan bien los caballos. Alli se ocuparan de el. Podra empezar de cero.

– ?Por que lo haces? -le pregunto Kateb-. Ni siquiera conoces al chico.

– Porque me da pena. Perdio a su padre cuando era pequeno y se quedo solo. Vas a tener que cambiar eso.

– Si, tendre que hacer algo.

– Bien. No creo que Fuad sea malo. Creo que esta enfadado. No es lo mismo. Quiero darle una oportunidad.

– ?Es ese el unico motivo?

– No. Tambien se que tu no quieres que muera. Lo hago por ti.

A su alrededor, los presentes empezaron a murmurar. Kateb los ignoro y miro solo a la mujer que tenia delante. La mujer a la que amaba.

– Te concedo la vida de Fuad. ?Que me das tu a cambio?

Los guardias se llevaron al muchacho.

– ?Que deseas? -le pregunto Victoria.

– Esto es lo que quiero -continuo Kateb-. Quiero el resto de dias de tu vida. Quiero tu corazon, tu alma y tu cuerpo. Quiero tus hijos, tu futuro, tu sabiduria, tu risa. Te quiero toda, Victoria McCallan.

– Eso es mucho -dijo ella entre dientes-. ?Por que deberia dartelo?

– ?Quieres que te lo diga en publico?

– Si no puedes decirmelo delante de tu gente, es que no tiene valor.

El se levanto y fue hacia ella. Tomo su rostro con ambas manos y la miro a los ojos.

– Te amo. Te he amado desde el momento en que te vi, pero he luchado contra ello. Te ofrezco todo lo que tengo y todo lo que soy. Eres mi mundo. Quedate conmigo, casate conmigo. Amame.

– De acuerdo.

– ?Eso es todo lo que tienes que decir?

– Si.

– ?Me quieres?

– Ya te lo he dicho cuarenta veces.

– Quiero volver a oirlo.

– Eres muy exigente -se rio ella-. Te quiero, Kateb.

Todo el mundo los aclamo.

– ?Te casaras conmigo?

– Si.

– Bien -la beso-. Eso significa que vas a ser una princesa. Podras comprarte los zapatos que quieras.

– Van a ser muchos -se rio ella.

– El palacio es grande.

Epilogo

Noche de Navidad

Victoria estaba tumbada sobre los cojines que habia delante del arbol de Navidad, al lado de la chimenea. Kateb se tendio a su lado y la rodeo con el brazo.

– ?Has tenido un buen dia? -le pregunto Victoria.

– Nunca habia pasado una Navidad igual.

Ella se levanto y fue hacia el arbol. En la parte trasera, metido entre dos ramas, habia un ultimo regalo. Tomo la pequena caja y se la llevo a Kateb.

– Para ti -le dijo, sentandose junto a el.

El se incorporo con el ceno fruncido.

– Yo no tengo nada mas para darte.

– Ya me has regalado bastantes cosas: cinco pares de zapatos, diamantes, ropa. Solo me ha faltado el poni.

– ?Quieres un poni?

– No, quiero darte esto.

Victoria no habia estado segura hasta un par de dias antes. Y habia necesitado la ayuda de Yusra para conseguir el regalo.

Observo como el hombre al que amaba abria la caja y sacaba unos minusculos patucos y, luego, bajaba la vista a su estomago.

– ?Estas segura?

– He conseguido un test de embarazo y todo. Aunque no me ha sido facil -se mordio el labio inferior-. ?Estas contento? Quiero que estes contento.

El la tomo entre sus brazos y la beso.

– Gracias -susurro-. Gracias.

Sus ojos oscuros brillaron de orgullo y placer. Sus brazos eran para ella, como siempre, un refugio. Kateb le habia dado el mundo… y su corazon. No podia pedirle mas.

SUSAN MALLERY

***
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