cuestion.
– No se si deberia persuadirte para que vengas a verme o dejar que hagas lo que quieras.
– Ya me dabas bastantes ordenes cuando eramos pequenas, asi que creo que deberias darme un descanso.
Janet suspiro otra vez.
– Esta bien. Confio en que sabes lo que haces. Solo que me siento frustrada. Me gustaria poder hacer algo.
– Dimelo a mi -Molly se coloco un mechon suelto detras de la oreja. Al bajar la mano se fijo en el anillo que llevaba en el dedo-. Janet, ?te acuerdas de Dylan Black?
– Vaya forma de cambiar de tema -rio su hermana-. Claro que me acuerdo. Es el chico rebelde de mi pasado, moreno y peligroso, no me convenia en absoluto. Menos mal que aparecio Thomas y me rescato. No habia pensado en el en anos, ?por que lo preguntas?
– Cuando hacia las maletas, encontre el anillo que me dio. El anillo de boda que compro para ti. Todavia lo tengo, y al verlo me he acordado de el.
– Dejame pensar. Fue a la reunion de antiguos alumnos del instituto hace cinco anos. Tiene una empresa de diseno de motos en Riverside. Se llamaba Black algo, no recuerdo exactamente. Segun se decia, habia prosperado mucho.
– Que interesante -dijo Molly, y cambio, de tema. Siguieron hablando durante unos minutos y luego Molly volvio a prometer que pensaria seriamente en la idea de ir a verla. Si no lo hacia, al menos le haria saber donde estaba.
Despues de la llamada de telefono, tardo media hora mas en terminar de hacer el equipaje. Luego, Molly arrastro la maleta hasta la sala de estar, se sento en el sofa y se quedo mirandola. Bueno, ?donde podia ir? Queria huir de su vida durante una semana o dos, encontrar un lugar donde olvidar lo que habia pasado y pensar en lo que haria en el futuro.
?Un crucero? ?Un viaje en tren a Nueva York? Tal vez podria ir a Acapulco y emborracharse durante una semana. Claro que una margarita bastaba para marearla, y dos la dejaban ya fuera de juego, asi que emborracharse era practicamente imposible. Necesitaba planear algo.
Sus ojos se posaron en el anillo. Movio la mano para que el oro centelleara. Incluso despues de todos aquellos anos, todavia recordaba la emocion de aquel momento, cuando Dylan le habia dado el anillo. Claro que para el no habia sido un gesto romantico. Habia sido una manera de hacerle saber que no habia olvidado la promesa que le habia hecho. Cuando Molly se hiciera mayor, los dos partirian en busca de una aventura.
Mientras Molly contemplaba el anillo, una idea cobro forma en su cabeza. Era una tonteria. Seria una locura si la llevaba a cabo, despues de todo, habian pasado diez anos. Ni siquiera la recordaria… ?no? Se puso en pie.
– Al menos, puedo empezar por ahi -susurro-. Un lugar al que irme manana.
Y necesitaba eso mas que cualquier otra cosa. El resto, no importaba. Haria la locura de ir a visitar a Dylan Black, y luego ya pensaria que hacer. Tal vez iria al norte a visitar a su hermana. No importaba. Lo unico que queria era irse de alli y poder olvidar.
Dylan Black colgo el telefono con fuerza y se quedo mirandolo con enojo. Evie, su ayudante, levanto sus cejas oscuras.
– Destruir el material de la oficina no me parece muy productivo, pero a fin de cuentas, solo soy una empleada.
Dylan se recosto en su asiento y la miro.
– Estan haciendo el acuerdo tan atractivo que cuesta resistirse. No puedo decidir si voy a salir ganando o a vender mi alma al diablo.
– Si son el diablo, sus precios han subido. La mayoria de la gente que conozco venderia su alma por mucho menos que varios millones de dolares.
Dylan tenia que darle la razon. Pero claro, muchas personas ponian un precio demasiado bajo a su alma. No era estupido, sabia exactamente por que lo estaban tentando… querian lo que tenia y no tenian nada que perder. ?Pero y el?
– Ya estas con esa mirada pensativa -dijo Evie, moviendo la cabeza-. Detesto cuando te pones asi, asi que voy a volver a mi mesa. Si necesitas algo, llamame.
– Lo hare, gracias.
Cerro la puerta al salir. Dylan giro en su sillon y se quedo mirando por la ventana. El desierto abrupto y seco de California se extendia mas alla del complejo de una sola planta que era su oficina. Sus criticos decian que levantar su empresa de diseno de motocicletas, Relampago Black, en pleno Riverside habia sido un gran error. Pero el solar habia resultado barato, disponia de buena mano de obra y Dylan podia disfrutar de los espacios abiertos. Hacia un calor infernal en verano y estaba a casi dos horas del aeropuerto de Los Angeles, pero era un precio muy pequeno que pagar por su autonomia. Habia invertido todo lo que tenia en aquella compania. En menos de cinco anos, habia demostrado a los criticos que se habian equivocado. En aquellos momentos lo calificaban de visionario en su industria… el mago que marcaba la pauta de la moda. Entonces, ?por que estaba pensando en vender?
Ya sabia la razon, y no tenia nada que ver con la magia o con el diablo. Queria vender su compania porque la oferta que le habian hecho era demasiado dulce como para dejarla pasar. No solo le ofrecian una cantidad ingente de dinero, sino que tenia un puesto garantizado en la nueva empresa. Por fin, contaria con los recursos necesarios para hacer toda la investigacion que queria. Podria disenar a placer, y explorar todos los proyectos que habia dejado aparcados hasta entonces. Seria un estupido si dejaba pasar por alto aquella oportunidad.
Excepto por un detalle. El dinero y la oferta de trabajo iban acompanados de un jefe al que tendria que responder. Dylan se conocia lo bastante bien como para saber que aquello supondria un problema. La pregunta era si seria un gran problema o podria soportar las consecuencias. Ganaria en recursos, pero perderia el control de Relampago Black. Su abogado no lo dejaba ni a sol ni a sombra desde hacia semanas. A fin de cuentas, aquella era la oportunidad de su vida, pero su instinto seguia diciendole que debia esperar y pensarlo mejor. Despues de todo, el habia sido quien habia trabajado veinticuatro horas al dia durante todos aquellos anos. Los disenos innovadores eran suyos. Habia llevado sus motos al circuito de carreras, y a veces se las habia dado a los pilotos para que pudieran probar nuevos sistemas en las peores condiciones. Se habia entregado en cuerpo y alma a su empresa, ?como podia venderla? Seria como vender un brazo o una pierna.
El dinero contra los principios. Un antiguo dilema. Los filosofos ya habian debatido aquel asunto cuando la corteza terrestre todavia estaba enfriandose. Entonces, ?que debia hacer?
Aquello resultaria mucho mas facil, reconocio, si no fuera tan cinico. Anos antes, cuando todavia era un sonador, le habria ofendido que insinuaran que podian comprarlo. Si su abogado de entonces hubiera sugerido la venta de la empresa, le habria ensenado la puerta de salida y lo habria despedido. ?Cuando habia dejado de ser tan sencilla la vida?
– Al diablo con todo -murmuro, concluyendo que no tenia por que decidirlo en aquel momento.
La compania compradora le habia dado quince dias para fijar una reunion preliminar. Si se negaba, retirarian la oferta, asi que esperaria hasta que algo cambiara, hasta que supiera de que lado ponerse. Mientras tanto, tenia que repasar algunos informes.
Se volvio y se puso delante del ordenador. Luego empezo a teclear. Ya estaba absorto en el extracto de cuentas trimestral cuando Evie lo llamo por el interfono.
– Tienes visita -le dijo-. Molly Anderson. No tiene cita, Dylan, pero dice que la conoces de hace anos.
Los recuerdos tardaron un segundo en ordenarse. Molly, la hermana pequena de Janet. Claro que la recordaba, con su pelo claro y rizado y sus ojos grandes. Era una nina dulce y siempre lo habia idolatrado. Normalmente eso le habria molestado, pero en el caso de Molly se habia sentido halagado. Tal vez porque la nina tenia buen corazon y era sincera con el. No podia decir lo mismo de muchas personas aquellos dias.
– Que pase -le dijo.
Se puso en pie y cruzo la estancia. Cuando Evie abrio la puerta del despacho, ya estaba alli para recibirla. Tenia el brazo extendido y la sonrisa en los labios, pero la mujer que entro en su despacho no era la adolescente que recordaba.
Seguia siendo bajita, de un metro sesenta de estatura. Le habia crecido el pelo y lo llevaba recogido en una trenza. Un ligero maquillaje acentuaba sus grandes ojos de color avellana, los granos habian desaparecido y sus