normal, porque la supervivencia de Tung Chih dependia de la armonia que reinase entre nosotros.

Invite al principe Ch’un y a Yung Lu a tomar el te en mi tienda. Mi cunado llego pronto y le pregunte por la salud de su bebe y de mi hermana Rong. Rompio a llorar y me dijo que mi sobrino habia muerto. Culpaba a su mujer y decia que el bebe habia muerto de malnutricion. No podia creerlo, pero luego me di cuenta de que podia ser cierto. Mi hermana tenia ideas extranas sobre la comida. No creia en alimentar a su hijo «hasta que se convirtiera en un Buda de vientre grueso»; por tanto nunca dejaba que el bebe comiera hasta llenarse. Nadie supo que aquello fue debido a la enfermedad mental de Rong hasta que dos de sus otros hijos tambien murieron en la infancia.

El principe Ch’un me suplico que hiciera algo para frenar a Rong, pues volvia a estar embarazada. Le prometi que le ayudaria y le aconseje que tomara un poco de vino de name. En mitad de la conversacion, llego Yung Lu vestido con su uniforme y con las botas llenas de barro. Se sento en silencio y tomo un cuenco de vino de name. Le observe mientras seguiamos hablando con el principe Ch’un.

Nuestra charla iba de nuestros hijos a nuestros padres, del emperador Hsien Feng al principe Kung. Hablamos de lo bien que habian salidos las cosas y de la suerte de nuestro triunfo sobre Su Shun. Queria que discutieramos las empresas que teniamos por delante, la inestable situacion de los Taiping, los tratados y negociaciones con las potencias extranjeras, pero el principe Ch’un se aburria y bostezaba.

Yung Lu y yo nos sentamos frente a frente. Le vi beber cinco cuencos de vino de name; tenia la cara enrojecida, pero no hablaba conmigo.

– Yung Lu es atractivo incluso a los ojos de los hombres -dijo An-te-hai aquella noche arropandome amorosamente con las mantas-. Admiro vuestra fuerza de voluntad, mi senora, pero estoy desconcertado por vuestras acciones. ?Que bien os hace eso cuando parece que no os importa en absoluto?

– Disfruto de su presencia y eso es todo lo que me puedo permitir -le explique mirando al techo de la tienda y sabiendo que me esperaba una dura noche.

– No lo entiendo -confeso el eunuco.

Suspire.

– Dime, An-te-hai, ?es cierta esa maxima que dice que si uno afila una barra de hierro, la barra se convierte en una aguja?

– No se de que esta hecho el corazon de las personas, mi senora, asi que yo diria que no estoy seguro.

– Intento convencerme a mi misma de que hay otras cosas interesantes en el mundo por las que merece la pena vivir ademas de… intentar conseguir lo imposible.

– El resultado puede ser la muerte.

– Si, como una polilla no puede resistirse a la llama. La cuestion es ?puedo hacer otra cosa?

– El amor es venenoso en este sentido, pero uno no puede vivir sin amor. -Su voz era firme y llena de confianza en si mismo-. Es una devocion involuntaria.

– Me temo que no es mi unico vistazo al rio siempre cambiante del sufrimiento.

– Sin embargo, vuestro corazon se niega a protegerse.

– ?Puede alguien protegerse del amor?

– Lo cierto es que no podeis dejar de preocuparos por Yung Lu.

– Debe de haber distintos modos de amor.

– El tambien os lleva en su corazon, mi senora.

– Que el cielo tenga piedad de el.

– ?Teneis vos modos de consolaros a vos misma? -pregunto An-te-hai.

– Estoy pensando en convertirme en una alcahueta.

El eunuco parecia horrorizado.

– Estais loca, mi senora.

– No hay otro modo.

– ?Y vuestro corazon, mi senora? ?Quereis que sangre hasta la muerte? ?Si me hiciera rico por recoger vuestras lagrimas del cielo, mi riqueza superaria a la de Tseng Kou-fan!

– Mi deseo se extinguira una vez Yung Lu este comprometido. Me obligare; ayudandole a el, me ayudare a mi misma.

An-te-hai bajo la cabeza.

– Lo necesitais demasiado para…

– Debo… -No pude acabar la frase.

– ?Habeis pensado alguna vez en lo que hariais si el viniera, digamos esta noche, a medianoche, por ejemplo? -me pregunto el eunuco despues de un momento de silencio.

– ?Que estas diciendo?

– Sabiendo lo que vuestros corazones desean, mi senora, sabiendo que es seguro, que no estamos dentro de la Ciudad Prohibida, yo cederia a la tentacion… es decir, deberiais invitarlo a venir.

– ?No, no lo haras!

– Si pudiera controlarme, mi senora, si no os amara tanto.

– Prometemelo, An-te-hai. ?Prometeme que no haras eso!

– Entonces golpeadme, porque mi deseo es veros sonreir otra vez. Creereis que estoy loco, pero debo expresarme. Quiero que vuestro amor se vea satisfecho tanto como desearia recuperar mi hombria. No puedo dejar pasar semejante oportunidad.

Yo daba vueltas dentro de la tienda. Sabia que An-te-hai tenia razon y que necesitaba hacer algo antes de que la situacion me superase. No era dificil ver que mi pasion por Yung Lu conduciria a la derrota de mi sueno por Tung Chih.

Llame a Li Lien-yin.

– Ve a traer artistas del teatro local -le ordene.

– Si, mi senora, ahora mismo.

– Las bailarinas nocturnas -especifico An-te-hai para asegurarse de que su discipulo comprendia a que me referia.

Li Lien-yin me hizo una reverencia tocando el suelo con la frente.

– Se un buen lugar a medio kilometro de aqui, el pueblo de Melocoton.

– Envia a tres de sus mejores chicas a Yung Lu ahora mismo -le inste, y luego anadi-: Di que es un regalo de mi parte.

– Si, su majestad.

Y el eunuco se fue.

Levante la cortina y mire a Li Lien-yin desaparecer en la noche. Notaba una pesadez insoportable y aplastante. Me sentia como si tuviera el estomago lleno de piedras. No quedaba nada de la muchacha que habia llegado a Pekin en el deslustrado crepusculo de una manana de verano diez anos antes. Ella era ingenua, confiada y curiosa, rebosaba juventud, calidas emociones y estaba presta a probar la vida. Los anos que habia pasado dentro de la Ciudad Prohibida habian formado un caparazon en torno a ella y el caparazon se habia endurecido. Los historiadores la describirian como cruel y despiadada, dirian que su voluntad de hierro la llevaba de una crisis a otra.

Cuando me di media vuelta, An-te-hai me miraba con una expresion desconcertada.

– Soy como cualquier otra persona -exclame-. No tenia donde refugiarme.

– Habeis hecho lo imposible, mi senora.

Al dia siguiente no habia viento. Los rayos del sol se filtraban a traves de las finas nubes. En el palanquin mis pensamientos se calmaron. Creia que ahora podia pensar en Yung Yu de otro modo, me sentia menos incomoda. Mi corazon aceptaba lo que habia pasado y se levantaba lentamente de las ruinas. Por primera vez en mucho tiempo, senti brotar la esperanza dentro de mi. Me convertiria en una mujer que habia experimentado lo peor, asi que no tenia nada que temer.

Sin embargo mi corazon deseaba obstinadamente lo anterior, lo cual se hizo evidente cuando oi el sonido de cascos de caballo cerca de mi silla. Al instante, mi mente se emociono con la familiar locura, danando mi voluntad.

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