le habia hecho a Nita, llevando un vestido de su coleccion gitana, y en el derecho, a Chloe y Francesca. La madre y la hija estaban de pie ante el fondo de papel blanco, ambas vestidas de negro.

El fondo blanco, la piel blanca palida, y sus capas negras de terciopelo con capuchas corrientes hacian de la fotografia un estudio de contrastes. La unica muestra de color, era el verde impactante… los ojos inolvidables de Serritella que saltaban hacia fuera de la pagina, brillando como joyas imperiales.

Despues que el impacto de la fotografia pasaba, los lectores mas criticos notaban que las caracteristicas encantadoras de Chloe no eran, quizas, tan exoticas como las de su madre. Pero aun el mas critico no pudo encontrar defecto alguno en la nina.

Ella parecia una fantasia de nina perfecta, con una sonrisa beatifica y una cara en forma de ovalo que parecia trazada por un angel. Solo el fotografo que habia tomado la foto habia notado algo diferente en la nina. Tenia dos cicatrices pequenas, identicas en el dorso de su mano, donde sus pequenos dientes finos delanteros le habian mordido la piel.

– No, no, carino -Chloe habia amonestado esa tarde a Francesca por haber mordido al fotografo-. No debes morder a este senor tan agradable.

Y le coloco con una una brillante la capucha de ebano de su hija.

Francesca miro de forma indignada a su madre. Ella preferiria estar jugando en casa con su teatro de titeres nuevo, y no estar de pie para hacerse una foto, con un hombre feo que le decia continuamente que se estuviera quieta.

Dio una patada con su zapatito negro de charol hacia el fondo blanco arrugando el papel y se saco sus rizos castanos fuera de la capucha negra de terciopelo.

Su mami la habia prometido un viaje especial a ver a Madame Tussaud si se portaba bien, y Francesca adoraba a Madame Tussaud. A pesar de todo, no estaba segura de haber hecho un trato justo. Tambien adoraba Saint-Tropez.

Despues de consolar al fotografo por la mano herida, Chloe volvio a ponerle el cabello bien en su sitio y pego un grito repentino cuando su mano siguio la misma suerte que la del fotografo.

– ?Nina traviesa! -gimio, llevandose la mano a la boca y chupando la herida.

Los ojos de Francesca se nublaron inmediatamente con lagrimas, y Chloe se sintio furiosa consigo misma, por haber hablado tan duramente a su hija. Rapidamente, cogio a la pequena y la abrazo.

– Nunca mas -canturreo-. Chloe no esta enfadada, mi cielo. Mami es mala. Te comprare un regalito precioso de camino a casa.

Francesca se acurruco segura en los adorados brazos de su madre, y por el resquicio que quedaba miro hacia el fotografo. Y le saco la lengua.

Esa tarde fue la primera pero no la ultima vez que Chloe sintio los agudos dientes de Francesca en la piel.

Pero aun despues de que tres nineras hubieran renunciado, Chloe se negaba a admitir que su hija tuviera un problema por morder. Francesca era muy alegre, y Chloe ciertamente no tenia intencion de ganar el odio de su hija haciendo una montana de un grano de arena.

El reinado del terror de Francesca podria haber continuado si no hubiera probado su propia medicina. Un nino extrano la mordio en la espalda en el parque, luchando por un columpio. Cuando Francesca descubrio que la experiencia era dolorosa, termino de morder.

Ella no era un nina deliberadamente cruel; solo queria hacer todo a su manera.

Chloe compro una casa estilo Reina Anne en Upper Grosvenor Street, no lejos de la embajada americana y en la orilla oriental de Hyde Park. Cuatro plantas, pero menos de diez metros de ancho, la estructura estrecha habia sido restaurada en la decada de los treinta por Syrie Maugham, la esposa de Somerset Maugham y una de las decoradoras mas celebres de su epoca.

Una escalera de caracol ascendia desde la planta baja al salon, pasando por un retrato que Cecil Beaton habia hecho a Chloe y Francesca. Las columnas de coral marbre foux encuadraban la entrada al salon, que tenia una combinacion elegante de frances y retazos italianos asi como varias sillas de Adan y una coleccion de espejos venecianos.

En la siguiente planta estaba el dormitorio de Francesca decorado como el castillo de la Bella Durmiente. Unas cortinas de encaje recogidas por unos cordones con rosas de seda y una cama con un dosel en forma de corona dorada de madera cubierta por muchos metros de tul trasparente blanco, Francesca reinaba como una princesa en todos sus dominios.

Ocasionalmente recibia visitas en la corte de su habitacion de cuento de hadas, sirviendo te dulce de una tetera de Dresde para la hija de uno de los amigos de Chloe.

– Soy la Princesa Aurora -le dijo a la honorable Clara Millingford en una visita particular, retirando su bonita cabellera castana rizada que habia heredado, junto con su naturaleza temeraria, de Jack Day 'Negro-. Y tu eres una de las amables aldeanas que ha venido a visitarme.

Clara, la unica hija del Vizconde Allsworth, no tenia la menor intencion de ser una amable mujer aldeana, mientras la altanera Francesca Day actuaba como si fuera de la realeza. Dejo en la mesa su tercera galleta de limon y exclamo:

– ?Quiero ser yo la Princesa Aurora!

La sugerencia asombro tanto a Francesca que se echo a reir, un repiqueteo pequeno delicado de sonido plateado.

– Eres tontita, querida Clara. Tu tienes esas enormes pecas. No es que las pecas no sean agradables, pero ciertamente no para ser la Princesa Aurora, que era la belleza mas famosa de la tierra. Yo sere la Princesa Aurora, y tu puedes ser la reina.

Francesca penso que su arreglo era eminentemente justo y se angustio cuando Clara, como tantas otras ninas que habian venido a jugar con ella, se nego a volver.

Su desprecio la desconcerto. ?No habia compartido con todas ellas sus juguetes? ?No habia permitido que camparan a sus anchas por su hermoso dormitorio?

Chloe ignoraba cualquier insinuacion sobre que su hija llegaba a ser espantosamente repelente.

Francesca era su bebe, su angel, su nina perfecta. Contrato a los tutores mas liberales, le compraba las munecas mas modernas, los ultimos juegos, la abrazaba continuamente, mimandola, y consintiendole todo lo que se le antojaba, cuidandola en exceso de cosas que la pusieran en peligro.

La muerte inesperada ya habia golpeado dos veces en la vida de Chloe, y solo de pensar que algo le pudiera suceder a su preciosa nina, se le helaba la sangre en las venas. Francesca era su ancla, la unica fijacion emocional que habia sido capaz de mantener en su vida. A veces pasaba las noches en vela, la piel humeda, cuando imaginaba los horrores que podian acontecer a una nina maldecida con la naturaleza temeraria de su padre.

Ella veia saltar a Francesca a una piscina para no subir otra vez, cayendo de un telesilla, rompiendose los musculos de las piernas al practicar ballet, magullando su cara en un accidente de bicicleta.

No podia quitarse de encima el temor atroz que algo terrible estaba al acecho mas alla de su vista preparandose para arrebatarle a su hija, y quiso envolver Francesca entre algodones y mantenerla lejos en un lugar hermoso donde nada pudiera hacerla dano.

– No! -grito cuando Francesca se alejo corriendo de su lado y cruzo a la otra acera persiguiendo una paloma-. ?Regresa aqui! ?No puedes cogerla!

– Pero quiero correr -protesto Francesca-. El sonido del viento silba en mis oidos.

Chloe se arrodillo a su lado y la envolvio en sus brazos.

– Correr desordena el pelo y te pone la cara roja. La gente no te querra si no estas guapa.

Abrazo mas fuertemente a Francesca entre sus brazos mientras le susurraba otras amenazas horribles, utilizandolo como otras madres hablaban a sus hijos del hombre del saco.

A veces Francesca se rebelaba, practicando volteretas laterales en secreto o columpiandose de una rama cuando la atencion de su ninera se distraia. Pero tarde o temprano siempre era descubierta, y su adorada madre, que nunca le negaba nada, la reprendia por su conducta de forma tan atroz, que llegaba a atemorizar a Francesca.

– Te podrias haber matado! -chillaba, senalando a una mancha de cesped en el vestido amarillo de lino de Francesca o una mancha sucia en la mejilla-. ?No ves lo fea que estas! ?Terriblemente fea! ?Nadie quiere a las ninas feas!.

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