Y entonces Chloe comenzaba a llorar de un modo tan angustioso que Francesca realmente se asustaba.

Despues de varios de estos episodios perturbadores, aprendio la leccion: todo en la vida estaba permitido… mientras estuviera guapa e impecable haciendolo.

Las dos vivieron una elegante vida vagabunda gastando el legado de Chloe que tuvo una larga lista de hombres que pasaron por su vida, de la misma manera que antes habian pasado por la vida de Nita.

La forma de ser de Chloe extravagante y derrochona contribuyo a su reputacion en el circuito social internacional como una companera divertida y sumamente entretenida, alguien que siempre animaba la reunion mas tediosa.

Fue Chloe quien creo la moda de pasar las ultimas dos semanas de febrero en las playas de Rio de Janeiro; Chloe que avivo las horas aburridas en Deauville, cuando todos estaban aplatanados con el polo, preparando elaboradas busquedas de tesoros que los hicieron salir a la campina francesa en pequenos coches buscando un sacerdote calvo, esmeraldas en bruto, o una botella de Cheval Blanc '19 perfectamente fria; Chloe que insistio una Navidad en dejar Sant-Moritz para alquilar una casa de campo morisca en el Algarbe donde se entretuvieron encontrando piedras con formas divertidas y con un suministro insondable de hachis.

Con bastante frecuencia Chloe llevaba a su hija con ella, junto con una ninera y algun tutor que fuera en ese momento responsable de la descuidada educacion de Francesca. Estos vigilantes mantenian generalmente a Francesca lejos de los adultos durante el dia, pero por la noche Chloe a veces la presentaba haciendola parecer un especial as en su manga.

– ?Aqui esta Francesca, chicos! -anuncio en una ocasion particular cuando la llevo a la parte trasera del yate de Aristoteles Onassis, el Christina, que estaba anclado esa noche en la costa de Trinidad. Un dosel verde cubria por entero el espacioso salon, y los huespedes se recostaban en sillas comodas en la orilla de una reproduccion en mosaico del Toro de Creta de Minos en la plataforma de teca.

El mosaico habia servido como una pista de baile apenas una hora antes, y mas tarde se bajaria y se llenaria de agua como una piscina para nadar antes de acostarse.

– Ven aqui mi hermosa princesita -dijo Onassis, extendiendole sus brazos-. Ven y dale un besito al tio Ari.

Francesca se froto los ojos con sueno y dio un paso adelante, ofreciendo una imagen de muneca exquisita. La boca pequena perfecta formaba un arco apacible de Cupido, y sus ojos verdes se abrian y cerraban como si los parpados se cargaran delicadamente.

La espuma de encaje belga en la garganta de su camison blanco largo revoloteba con la brisa de la noche, y los pies descubiertos se asomaban por fuera del bajo del dobladillo, revelando sus unas pintadas de la misma sombra rosada que el interior de la oreja de un conejo.

A pesar del hecho de que solo tenia nueve anos y habia sido despertada a las dos de la manana, sus sentidos gradualmente se fueron despertando. Todo el dia habia estado abandonada al cuidado de criados, y ahora estaba ansiosa por una oportunidad para llamar la atencion de los adultos. Tal vez si se portaba bien esta noche, la dejarian sentarse sobre la cubierta de popa con ellos manana.

Onassis, con su nariz parecida a un pico y los ojos estrechos, cubiertos aun de noche por unas siniestras y enormes gafas de sol, la asustaba, pero ella obedientemente dio un paso para abrazarlo. El le habia dado un bonito collar en forma de estrella de mar la noche antes, y no queria arriesgarse a sacrificar cualquier otro regalo que le pudiera dar en el futuro.

Cuando el la levanto en su regazo, ella echo un vistazo a Chloe, que estaba abrazada a su amante actual, Giancarlo Morandi, un piloto de Formula 1 italiano. Francesca sabia todo acerca de sus amantes porque Chloe se lo habia explicado.

Los amantes eran unos hombres fascinantes que cuidaban de las mujeres y las hacian sentirse hermosas. Francesca estaba impaciente por crecer para tener un amante para ella. No como Giancarlo, desde luego. A veces el se iba con otras mujeres y hacia llorar a su madre. En vez de eso, Francesca queria un amante que le leyera los libros, que la llevara al circo y fumara en pipa, como los hombres que habia visto pasear con sus ninas por la orilla del Serpentine.

– ?Atencion, chicos! -Chloe se incorporo y extendio los brazos con las manos por encima de su cabeza, moviendo las manos como Francesca habia visto hacer a los bailaores de flamenco la ultima vez que estuvieron en Torremolinos-. Mi hermosa hija os demostrara lo ignorantes y pueblerinos que sois.

Los silbidos burlones saludaron este anuncio, y Francesca oyo la risita de Onassis en su oido.

Chloe se acurruco cerca de Giancarlo otra vez, frotando una pierna de su Courreges blanco contra su entrepierna mientras ella inclinaba la cabeza en la direccion de Francesca.

– No les hagas caso, mi cielo -dijo con altivez-. Son una chusma de la peor calana. No puedo entender por que me molesto viniendo con ellos.

El modisto se rio tontamente. Cuando Chloe senalo a una mesa baja de caoba, su corte de pelo nuevo le caia sobre la mejilla, formando un borde recto.

– Educalos, Francesca. Nadie salvo tu tio Ari tiene la menor idea de nada.

Francesca se bajo de las rodilla de Onassis y anduvo hacia la mesa. Podia sentir todos los ojos puestos en ella y prolongo deliberadamente el momento, andando lentamente, manteniendo los hombros rectos, fingiendo que era una princesa diminuta caminando a su trono. Cuando llego a la mesa y vio los seis pequenos tazones de porcelana dorados, sonrio y echo el pelo lejos de su cara.

Arrodillandose en la alfombra delante de la mesa, observo los tazones amablemente.

El contenido brillaba contra la porcelana blanca de los tazones, seis montones de caviar brillante en varios tonos de rojo, gris, y beige. La mano toco el tazon final, que tenia un monton generoso de huevas rojas.

– Huevas de salmon -dijo, empujandolo lejos-. No tiene verdadero valor. El verdadero caviar viene solo del esturion del Mar Caspio.

Onassis se rio y una estrella de cine aplaudio. Francesca se deshizo rapidamente de los otros dos tazones.

– Estos son de caviar de lumpfish, asi que tampoco podemos ni considerarlos.

El decorador se inclino hacia Chloe.

– ?Le has pasado la informacion por medio del pecho, o por osmosis?

Chloe le lanzo una mirada de reojo lascivamente malvada.

– Por el pecho, por supuesto.

– Y que gloriosos que son, cara -Giancarlo puso la mano encima de ellos sobre el top de Chloe.

– Este es Beluga -anuncio Francesca, concentrandose en no equivocarse, especialmente despues que habia pasado el dia entero con una institutriz que estuvo murmurando las cosas mas terribles simplemente porque Francesca se negaba a hacer sus aburridas tablas de multiplicar.

Ella coloco la punta del dedo en el borde del tazon central.

– Podeis ver que el Beluga tiene los granos mas grandes -cambiando la mano al siguiente tazon, declaro-.Esto es sevruga. El color es el mismo, pero los granos son mas pequenos. Y esto es osetra, mi favorito. Los huevos son casi tan grandes como el Beluga, pero el color es mas dorado.

Ella oyo un agradable coro de risas mezcladas con aplausos, y entonces todos empezaron a felicitar a Chloe por su nina tan lista. Al principio Francesca sonrio por los cumplidos, pero entonces su felicidad comenzo a desinflarse cuando se dio cuenta de que todos miraban a Chloe en vez de a ella.

?Por que obtenia su madre toda la atencion cuando ella no habia hecho la demostracion? Claramente, los adultos nunca permitirian que ella se sentara en la cubierta de popa por la manana. Enojada y frustrada, Francesca se puso de pie, y barrio con su brazo todos los tazones de la mesa, mandandolos por los aires y desparramando el caviar por todas partes de la brillante plataforma de teca del Christina, que el propio Onassis habia pulido esa tarde.

– ?Francesca! -exclamo Chloe-. ?Que has hecho, querida?

Onassis fruncio el ceno y murmuro algo en griego que sonaba a una amenza para Francesca. Ella saco el labio inferior y trato de pensar en como borrar este error. Se suponia que sus pequenas rabietas de genio eran un secreto… algo que, en ningun momento, debia aparecer delante de los amigos de Chloe.

– Perdona, mami. Ha sido un accidente.

– Por supuesto que si, carino -contesto Chloe-. Todos lo sabemos.

La expresion de disgusto de Onassis no cambio, sin embargo, y Francesca supo que debia tratar de compensarlo. Con un grito dramatico de angustia, corrio a traves de la plataforma hasta su lado y se lanzo a su

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