– No quiero que estes aqui -dijo con calma.

Ni siquiera unos minutos. Queria que se fuera para poder concentrarse en la enfermera que todavia tenia que llegar.

Ben curvo los labios en una sonrisa, acordandose de Emily.

– Comprendo lo que sientes, creeme -sin apartar la mirada de Rachel, alargo el brazo, para abrazar de nuevo a su hija.

– ?Como llevas todo esto, Emily?

La voz. Su rostro, aquel semblante de facciones duras, bronceado, enmarcado por aquel pelo castano aclarado por el sol, un pelo en el que a Rachel le encantaba hundir los dedos. Continuaba llevandolo ligeramente largo, con aquel desalino que indicaba que utilizaba con mas frecuencia los dedos que el peine para domesticarlo. Llevaba la ropa limpia, sin ninguna caracteristica distintiva, permitiendole continuar siendo un camaleon capaz de adaptarse a cualquier circunstancia. Aun asi, emanaba de el un aura de fuerza y confianza y Rachel solo era capaz de mirarlo fijamente.

?Habian pasado trece anos desde la ultima vez que lo habia visto? ?Y por que de pronto se sentia como si lo hubiera visto el dia anterior?

Sus movimientos, mientras abrazaba a su hija y se adentraba en la habitacion, eran fluidos y agiles como no lo eran los suyos. Los musculos se dibujaban bajo la camiseta y los vaqueros gastados, recordandole a Rachel su propia debilidad. Pero sus ojos, que continuaban sosteniendo su mirada, reflejaban la misma incomodidad.

Por fin, Ben rompio aquel contacto visual para mirar a Emily.

– Dime que se lo preguntaste a tu madre antes de llamarme.

– ?Preguntarme que? -a Rachel comenzo a latirle violentamente el corazon en el pecho.

Ben sacudio la cabeza mirando a Emily, el amor y la irritacion empanaban su mirada.

– Cobarde -la regano suavemente.

Emily se encogio de hombros y le dirigio la mas triste y patetica de las miradas.

Con un suave sonido en el que se mezclaban el enfado y el amor, Ben solto a Emily, se acerco a Rachel a grandes zancadas y se puso en cuclillas ante la silla de ruedas con tanta facilidad que Rachel lo habria pateado.

Si hubiera podido levantar la pierna enyesada.

Ben llevaba barba de un dia, pero eso no ocultaba la belleza de sus pomulos ni la fuerza de su ancha mandibula. Tenia una boca de labios llenos y, Rachel tenia que admitirlo, continuaba siendo sexy como el infierno. Lo que no comprendia era como, despues de tanto tiempo, podia estar fijandose en aquellos detalles.

– Tienes un aspecto infernal -le dijo a Rachel.

– Exacto, he estado en el infierno.

Asintiendo lentamente, Ben alargo el brazo y acaricio sus dedos palidos con sus manos callosas y oscurecidas por el sol. Rachel sintio una sacudida en todo el cuerpo. Y, si su casi imperceptible respingo significaba algo, tambien la habia sentido Ben.

– Siento que estes herida -le dijo.

Era sincero; formaba parte de su naturaleza. Ocultar sus sentimientos no formaba parte de su codigo genetico. Lo que hacia que su compasion fuera mas de lo que Rachel podia soportar.

– No me compadezcas.

El asombro cruzo el rostro de Ben.

– No me atreveria.

Al estar prisionera, los sentidos de Rachel parecian haberse aguzado. Especialmente el del olfato. El aroma de Ben llego hasta ella, calido, limpio, masculino y tan dolorosamente familiar que su pituitaria se enardecio, como si quisiera atraparlo. Ben siempre habia sido una inquietante combinacion de sensualidad, pasion, fuego y entusiasmo por la vida.

Y no habia cambiado nada.

Pero ella si. Era mas dura. Impenetrable.

– ?Tienes muchos dolores? -le pregunto Ben, tan perspicaz como siempre.

Diablos, si, porque le bastaba mirarlo para que afloraran los recuerdos mas dolorosos. Para que recordara todos sus fracasos.

– No quiero que estes a… aqui -tartamudeo en la ultima palabra. Que su cerebro le fallara otra vez era el ultimo insulto. Y todo era culpa de Ben, se dijo, mientras lo fulminaba con la mirada.

Ben apreto los labios mientras la miraba, frotandose la barbilla. El suave sonido de aquel roce parecia encontrar eco en el vientre de Rachel. Dios, lo recordaba exactamente asi, mirandola, viendo a traves de ella, adivinando su interior. Rachel siempre habia estado convencida de que Ben era capaz de ver mucho mas de lo que ella queria que viera.

Lo cual estaba directamente relacionado con el motivo por el que le habia pedido que se marchara.

– Esta vez no puedo irme, Rachel -su voz tenia un tono de disculpa y reflejaba una frustracion identica a la suya-. Le prometi a Emily que me quedaria.

Rachel desvio la mirada hacia su hija, que permanecia detras de su padre, retorciendose las manos y mordiendose el labio.

– Por eso te he dicho antes que lo sentia, mama -aclaro Emily rapidamente-. Y lo se, lo se. Se que probablemente estare castigada durante un mes.

– De por vida.

– Si, bueno -Emily rio nerviosa-, me lo merezco.

– No, no se lo merece -Ben sacudio la cabeza mirando a Rachel-. Estaba asustada y preocupada por ti. Y queria que estuviera aqui.

– Para hacer contigo uno de esos viajes mientras yo me recupero. Estupendo. Magnifico. Muchas gracias.

– No tienes que darme las gracias por ocuparme de mi hija. Ella lo es todo para mi.

– Yo pensaba que lo era tu camara.

Aquella respuesta provoco un sorprendido silencio.

– ?De verdad es eso lo que piensas?

El presente y el pasado se fundian, y, por un momento, Rachel no fue capaz de decir donde estaba ni cuando. Ben siempre iba con su camara al cuello. Y tenia un talento especial para capturar el alma y el corazon de cualquier cosa. A los diecisiete anos ya estaba decidido a utilizar su talento para abrirse camino, sabia que no tenia muchas posibilidades, pero no estaba dispuesto a renunciar a ninguna.

Ben nunca renunciaba.

A diferencia de Ben, Rachel libraba sus propias batallas de manera diferente, en su fuero interno, pero no queria herirlo.

– Lo siento, se que quieres a Emily.

– Por supuesto que la quiero. Y ella nos necesita a los dos.

– De todas formas, ahora no puedes llevartela porque las vacaciones de verano no empiezan hasta dentro de un mes.

Emily no parecio aliviada, eso fue lo primero en lo que se fijo Rachel. Y lo segundo fue la mirada directa y preocupada de Ben.

– No. No -exclamo al comprender por fin la verdad.

– Me lo temia, no sabias nada -dijo Ben llanamente, a pesar de que sus ojos expresaban la agitacion de sus sentimientos-. Pero voy a quedarme, por lo menos hasta que puedas valerte por ti misma.

– ?Eres tu el que me va ayudar hasta que me recupere?

– Si.

Estando tan cansada, continuar comportandose de manera civilizada era dificil. Pero con aquellos dolores y sabiendose traicionada por su propia hija, la tarea era, sencillamente, imposible.

– Preferiria pasar la convalecencia en el hospital.

Emily se acerco a ella.

– Mama.

Ya se encargaria de la traicion de Emily mas adelante.

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