– De ninguna manera -replico Cromwell con firmeza-. No hay ningun motivo para enviar a la princesa de vuelta a Cleves. No ha dado palabra de matrimonio a ningun otro hombre, no hay problemas de consanguinidad y tampoco es luterana. De hecho, la iglesia de su pais cede su autoridad al Estado, como la nuestra.

– Me habeis enganado -refunfuno el rey-. Si hubiera sabido como era no me habria comprometido con ella. ?Estoy atrapado! -rugio descargando un punetazo sobre la mesa y dirigiendo una mirada furiosa a su primer ministro. El resto de los consejeros se sonrieron al pensar que los dias de Thomas Cromwell estaban contados. ?Finalmente el hijo del carnicero habia cometido un error que podia costarle la vida!

– ?Que dia deseais que la reina sea coronada, majestad? -pregunto Cromwell poniendose en pie sin perder un apice de su aplomo-. ?Os parece bien el dia de la Candelaria, como habiamos dicho?

– Ya veremos si esa mujer sera la proxima reina de Inglaterra -respondio el rey con gesto cenudo.

– Majestad, lady Ana no tardara en llegar a Londres -insistio Thomas Cromwell.

Sin dignarse a contestarle, Enrique Tudor dio media vuelta y salio de la habitacion cerrando la puerta de un formidable portazo.

– Buena la habeis hecho, Crum -dijo el duque de Norfolk.

– He sido mas fiel al rey que vos, sir Thomas -replico Cromwell-. Ademas, todavia no estoy acabado.

El rey partio hacia Greenwich acompanado de un numeroso sequito. Debia encontrarse con la princesa Ana y escoltarla hasta Shooter's Hill, cerca de Black-heath, y luego hasta Londres. Enrique Tudor recorrio el Tamesis en falua acompanado de enormes barcas decoradas con vistosas cintas de seda que se movian agitadas por el viento. El alcalde de Londres y sus concejales viajaban en una falua que seguia a la del rey.

La princesa Ana abandono Dartford, donde se habia retirado a descansar durante unos dias, y salio al encuentro de su futuro esposo con un centenar escaso de personas, ya que la mayoria de los que le habian acompanado en la primera etapa de su viaje habian regresado a Cleves. Solo dos de sus damas de honor hablaban ingles: Helga von Grafsteen, la hermana mayor de Hans, de trece anos, y su prima Maria de Hesseldorf, un ano menor. Todas las damas de honor inglesas excepto las hermanas Basset se apresuraron a darles la bienvenida y a afrecerles su amistad. Ante el regocijo de Cat Howard, ambas aprendieron enseguida a tocar el laud. La pobre Cat se alegraba de que alguien hubiera aprovechado sus lecciones de musica.

– ?No tiene oido! -se lamento un dia refiriendose a la princesa Ana y sacudiendo sus rizos oscuros-. El rey se pondra furioso cuando vea que a pesar de sus esfuerzos no progresa.

– Sin embargo, el baile se le da muy bien y su ingles ha mejorado mucho -la defendio Nyssa-. Yo creo que su majestad estara muy orgulloso de ella.

– ?Pone tanto empeno en todo cuanto hace! -exclamo Kate Carey-. ?Que importa si no es tan hermosa como la dama del retrato?

– ?No seas mojigata, Kate! -replico la descarada Cat Howard-. ?Cuando te daras cuenta de que la mayoria de los hombres solo se fijan en el aspecto de una mujer?

– No todos -repuso Nyssa.

– No debes preocuparte, pequena -respondio Cat-. Tu eres la mas bonita de todas nosotras. ?Te pareces a tu madre?

– Dicen que tengo sus ojos.

– He oido que el rey estuvo loco por ella.

– Entonces sabes mas que yo -se apresuro a replicar Nyssa-. Cuando eso ocurrio yo solo tenia dos anos y no vivia en palacio. No es extrano que no recuerde nada -anadio dando por concluida la conversacion.

La presentacion oficial de Ana de Cleves en Londres iba a ser un acontecimiento de gran importancia y las damas habian traido consigo sus mejores galas para lucirlas en esa ocasion. Nyssa habia escogido un vestido de terciopelo de color borgona adornado con brocado dorado en la falda y piel de marta en el dobladillo y las mangas de la capa a juego. Decidio no ponerse la caperuza y lucir su larga melena castana y completar el conjunto con unos sencillos guantes de amazona. El resto de las damas tambien se habian engalanado con sus mejores vestidos recordando la ocasion en que la reina Jane habia enviado a Ana Basset de vuelta a su habitacion por llevar un corpino con pocas perlas bordadas en el. Jane Seymour solia decir que una dama de honor nunca debe olvidar que sirve a una reina y debe vestirse en consecuencia.

La princesa de Cleves fue escoltada en su descenso de Shooter's Hill hasta la carpa dorada que habia sido levantada en la explanada y alrededor de la que se erigian algunos pabellones mas pequenos. A mediodia lady Ana llego al pie de la colina y fue recibida por su chambelan, su secretario, su confesor y el resto de su servicio. El doctor Kaye pronuncio su discurso en latin y presento formalmente a la princesa a los alli presentes. Cuando hubo terminado, el embajador de Cleves agradecio las palabras del clerigo.

A continuacion fueron presentadas las damas encargadas de servir a la reina. Todas ellas se situaron frente a lady Ana al oir su nombre y le hicieron una reveren cia. Las damas de honor fueron las ultimas y arrancaron una calida sonrisa a la princesa, quien agradecia de corazon sus esfuerzos por ayudarla a aclimatarse a su nuevo pais. Hacia mucho frio y Ana de Cleves suspiro aliviada cuando la ceremonia finalizo y pudo retirarse a su pabellon privado donde habia sido encendido el fuego y pudo calentarse junto a sus damas de honor, que estaban tan ateridas como ella.

– Esta muy frio, ?verdad? -pregunto a Nyssa con su marcado acento aleman.

– Se dice «hace mucho frio», majestad -corrigio Nyssa con una sonrisa.

– Ja, lady Nyssa -asintio la princesa-. Hace mucho frio esta mejor, ja?

– Si, senora -sonrio Nyssa.

– Que alguien traiga una silla para la princesa -ordeno Cat Howard.

Ana de Cleves se sento junto al fuego y extendio las manos mientras emitia un sentido suspiro.

– ?Hans! -llamo-. ?Donde estas?

– Estoy aqui, senora -respondio el muchacho acudiendo a su llamada y haciendole una reverencia.

– Quedate a mi lado -pidio la princesa-. Lady Nyssa hace lo que puede pero su aleman todavia deja bastante que desear. Dime: ?donde esta el rey Enrique?

– Ha salido de Greenwich esta manana y se dirige hacia aqui.

El joven vizconde de Wyndham llego junto a su hermana y le susurro algo al oido:

– Veo que te llevas bien con la princesa. Lastima que no sea tan bella como la dama del retrato. ?Dicen que el rey esta furioso!

– Peor para el -replico Nyssa-. Lady Ana es una dama encantadora y podria ser una buena reina, pero su majestad parece olvidar que esta a punto de cumplir cincuenta anos y tampoco es un Apolo precisamente.

Si le diera una oportunidad no tardaria en comprobar que esta mujer seria una excelente esposa y madre.

– Te aconsejo que no hagas esos comentarios delante de otras personas -dijo su hermano-. Podrian acusarte de traicion, pero el rey te encuentra tan bonita que no creo que te cortara la cabeza -anadio con una sonrisa traviesa-. Te mandaria de vuelta a casa y entonces, ?quien querria casarse con vos, lady Nyssa?

– Sabes que yo solo me casare por amor, Philip.

– En cambio yo soy demasiado joven para pensar en el amor y doy gracias a Dios por ello -replico su hermano-. Tom Culpeper, el primo de Catherine Ho-ward, esta loco por ella. Cuando el rey estaba escogiendo las telas para su traje de boda ofrecio a Culpeper un retal de terciopelo y el pidio otro igual para su prima. Con el se hizo el vestido que luce hoy. El muy tonto no tiene nada y podria haberse guardado la tela para otro traje pero prefirio regalarsela a Cat Howard.

– Pues a mi me parece muy romantico -repuso Nyssa volviendose cuando la princesa llamo a su hermano menor. Giles se apresuro a aparecer con la copa de vino que lady Ana habia pedido-. La reina le adora.

– Asi es -asintio Philip-. Parece que el pequeno cabeza de nabo esta teniendo mucho exito en la corte.

Ambos hermanos observaron divertidos como la reina Ana pellizcaba carinosamente las mejillas sonrosadas del pequeno. Giles era el unico de sus pajes que era rubio y tenia los ojos azules y era evidente que la princesa sentia predileccion por el. Aunque saltaba a la vista que tantas atenciones le incomodaban, era demasiado inteligente para poner mala cara a su senora.

– ?Senora, por favor! -susurro Giles, debatiendose.

– ?No puedo evitarlo! -rio lady Ana-. ?Parece un querubin! -anadio dirigiendose a Hans.

Hans tradujo las palabras de la reina y las damas de honor estallaron en carcajadas mientras Giles se ruborizaba hasta la raiz del cabello. Cat Howard le tiro un beso y la bella Elizabeth Fitzgerald le guino un ojo. Afortunadamente, en ese momento el doctor Kaye entro en el pabellon anunciando que el rey estaba a punto de

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