mientras Eddie le pintaba las unas.

La madre de Sara era una mujer hermosa, y en sus cabellos largos y rubios apenas habia algun mechon gris. Debia de rondar los sesenta, pero aun mantenia su atractivo. Habia algo sexy y apegado a la realidad en ella que Jeffrey encontraba irresistible. Aunque Sara insistia en que ella no se parecia en nada a su madre -Cathy era menuda y ella alta, Cathy era flaca como un muchacho y a Sara no le faltaban curvas-, habia muchas cosas que las dos mujeres compartian. Sara tenia la piel perfecta de su madre, y una sonrisa que te hacia sentir que eras la cosa mas importante del planeta cuando te la dedicaban. Tambien tenia el caustico ingenio de su madre, y sabia ponerte en tu sitio y hacer que sonara como un cumplido.

Cathy sonrio a Jeffrey cuando le vio.

– Te hemos echado de menos en el almuerzo -le dijo.

Eddie se incorporo en su silla, enrosco el tapon del esmalte de unas y farfullo algo que Jeffrey prefirio no haber oido. Cathy subio el volumen de la musica, obviamente recordando la boda. Se puso a cantar, con una voz grave y ronca: «Confieso que te amo…», con un brillo de burla tan feliz en la mirada, en aquellos ojos que se parecian tanto a los de Sara, que tuvo que apartar la vista.

Cathy bajo el volumen, intuyendo que algo pasaba, probablemente pensaba que Jeffrey habia discutido con Sara.

– Las chicas volveran pronto. No se que las retiene -dijo.

Jeffrey se acerco un poco mas. Apenas le sostenian las piernas, y sabia que lo que estaba a punto de decir cambiaria las cosas de raiz. Cathy y Eddie jamas olvidarian esa tarde, el momento en que sus vidas sufrieron un vuelco inesperado. Como policia, Jeffrey habia hecho cientos de notificaciones, habia comunicado a cientos de padres, esposas y amigos que sus seres queridos habian sido lastimados o, peor aun, que nunca volverian a casa. Ninguna le habia afectado tanto como esa. Comunicarle eso a los Linton seria casi tan horrible como volver a estar en ese claro, viendo derrumbarse a Sara mientras Tessa se desangraba, sabiendo que no podia hacer nada para ayudarlas. Jeffrey comprendio que le miraban porque llevaba callado demasiado rato.

– ?Donde esta Devon? -pregunto.

Por nada del mundo querria repetir esto otra vez. Cathy le dirigio una mirada inquisitiva.

– Esta en casa de su madre -dijo, con el mismo tono de voz que Sara habia utilizado una hora antes con Tessa: firme, controlado, asustado.

Abrio la boca para formular una pregunta, pero no le salio ni una palabra.

Jeffrey subio los peldanos lentamente, preguntandose como iba a hacerlo. Se quedo en el escalon superior, se metio las manos en los bolsillos. Los ojos de Cathy siguieron sus manos, sus manos manchadas de sangre y de culpa.

Vio moverse la garganta de Cathy al tragar. A continuacion la madre de Sara se llevo la mano a la boca y unas repentinas lagrimas brillaron en sus ojos.

Finalmente, Eddie hablo en nombre de su mujer, verbalizando la unica pregunta que el padre de dos hijas puede hacer:

– ?Cual de ellas?

3

Con la excusa de haberse torcido un tobillo, Lena se quedo rezagada respecto a Chuck, sabiendo que se pondria hecha una furia si el intentaba darle conversacion. Necesitaba un par de minutos para reflexionar acerca de lo que habia pasado con Jeffrey. Su mente no olvidaria el modo en que el la habia mirado. En otras ocasiones, Jeffrey se habia enfadado con Lena, pero nunca como aquel dia. Aquel dia la habia odiado.

Durante el ultimo ano, la vida de Lena habia sido un largo calvario, que habia empezado cuando perdio su trabajo y acabado -por el momento- cuando bajo de culo hasta el rio. No era de extranar que Jeffrey la hubiera echado del cuerpo. Tenia razon; no era de fiar. Jeffrey no confiaba en ella porque demostraba constantemente que no lo merecia. Esta vez podia costarle a Jeffrey perder al hombre que habia apunalado a Tessa Linton.

– No te quedes atras -le dijo Chuck por encima del hombro. Iba un par de pasos por delante de ella, y Lena miro su ancha espalda, deseando transmitirle todo su odio.

– Venga, Adams -insistio Chuck-. Camina y se te pasara el dolor.

– Ya no me duele.

– Muy bien -dijo Chuck, aminorando el paso. Le lanzo una humeda sonrisa-. Asi que… al parecer el jefe no te quiere volver a ver ni en pintura.

– Ni a ti tampoco -le recordo.

Chuck solto un bufido, como si Lena hubiera hecho un chiste en lugar de decirle la verdad. Lena no habia conocido a nadie que tuviera tanto arte a la hora de cerrar los ojos a lo evidente.

– No le caigo bien porque salia con su novia cuando ibamos al instituto -dijo Chuck.

– ?Saliste con Sara Linton? -pregunto Lena.

Le parecia tan inverosimil como que hubiera salido con la reina de Inglaterra.

Chuck se encogio de hombros sin darle importancia.

– Hace mucho tiempo. ?Eres amiga de ella o que?

– Si -mintio Lena. Sara no era ni mucho menos amiga suya-. Nunca me lo menciono.

– Es un tema delicado para ella -explico Chuck-. La deje por otra.

– Muy bien -dijo Lena, considerando que eso era tipico de Chuck.

Pensaba que todo el mundo se creia cualquier palabra que saliera de su boca, y actuaba segun la falsa impresion de que era una persona respetada en el campus, aun cuando todos sabian que la unica razon por la que Chuck obtuvo ese trabajo era porque su padre habia llamado por telefono a Kevin Blake, el decano de Grant Tech. Albert Gaines, presidente de Inversiones y Prestamos Grant, era de los que cortaban el bacalao en la ciudad, sobre todo en la universidad. Cuando Chuck volvio a su ciudad natal, tras ocho anos en el ejercito, entro directamente a trabajar de director de seguridad del campus sin que nadie hiciera ninguna pregunta.

Obedecer a un hombre como Chuck era una pildora amarga que Lena tenia que tragarse todos los dias. Cuando renuncio a su placa, no se le presentaron muchas opciones. A sus treinta y cuatro anos, Lena solo sabia hacer de policia. Habia entrado en la academia nada mas salir del instituto y nunca habia mirado atras. Las otras cosas para las que estaba cualificada eran voltear hamburguesas y limpiar casas, y ninguna le resultaba atractiva.

En los dias posteriores a su salida del cuerpo de policia, Lena considero la posibilidad de marcharse bien lejos, quiza visitar Mexico y encontrar a la familia de su abuela o irse de voluntaria al extranjero; pero la realidad se le impuso, y se dio cuenta de que al banco tanto le daba si necesitaba un cambio de aires: seguian esperando mensualmente el pago de la hipoteca y de los plazos del coche. Ni siquiera con la misera pension de incapacidad que recibia del departamento de policia y el poco dinero que habia conseguido vendiendo la casa conseguia llegar a fin de mes.

El trabajo en la universidad le proporcionaba vivienda gratis en el campus y un seguro medico en lugar de un salario digno. Cierto que la vivienda era una porqueria y que el seguro medico le cubria tan poco que le entraba panico cada vez que estornudaba, pero era un trabajo estable, y al menos no tenia que irse a vivir con su tio Hank. Volver a Reece, donde Hank habia criado a Lena y a Sibyl, su hermana gemela, habria sido demasiado facil. Habria sido demasiado facil instalarse en el bar propiedad de Hank y espantar sus pesadillas empinando el codo. Habria sido demasiado facil ocultarse del resto del mundo, hasta que hubieran pasado treinta anos y siguiera sujetando un taburete, y las cicatrices de sus manos fueran el unico recordatorio de por que habia comenzado a beber.

Lena habia sido violada hacia un ano; no solo violada, sino secuestrada y retenida durante dias. Sus recuerdos de esos dias eran dispersos, pues la habian drogado durante casi toda la agresion, y su mente estaba en un lugar mas seguro mientras maltrataban su cuerpo. Las cicatrices de las manos y los pies constituian un recordatorio permanente de que la habian clavado al suelo con las piernas y los brazos abiertos para que estuviera accesible a su agresor en todo momento. Aun le dolian las manos cuando hacia frio, pero el dolor no era nada comparado con el miedo que sintio al contemplar como aquellos largos clavos se le hundian en la carne.

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