el satelite fuera algun tipo de trampa.

—No quiero que haya heridos —dijo el Presidente.

El Secretario de Defensa fruncio el ceno.

—Senor Presidente, en este caso estamos haciendo un juego de apuestas muy altas. Sera necesario correr algunos…

—No quiero que haya heridos.

Con una mirada al general y a los otros que estaban sentados alrededor de la mesa, el Secretario de Defensa dijo:

—Hemos estado tratando de completar nuestra red ABM por los dos ultimos anos. Los rusos han estado inutilizando nuestros satelites para impedirnos terminarla. Si observan estos graficos —deslizo tres hojas de papel hacia el Presidente—, veran que estan dejando fuera de combate a nuestros satelites casi en un numero que iguala nuestros lanzamientos.

—?Y que pasa con los satelites de ellos? —pregunto el Presidente, sin mirar los graficos.

El general respondio severamente.

—Estamos restringidos en el numero de misiones antisatelites que podemos enviar. El numero de astronautas con experiencia es limitado, y los fondos para hacer el trabajo son exiguos. Mientras tanto, el enemigo aumenta la frecuencia de sus lanzamientos y cada vez colocan mas y mas satelites ABM en orbita. Ademas, los ultimos que estan lanzando estan camuflados y fortalecidos. Son mucho mas dificiles de encontrar y de eliminar.

El Secretario de Estado se aclaro la garganta y dijo:

—Usted insiste en llamarlos “el enemigo”. No estamos en guerra.

—?Eso es absurdo! —gruno un voluminoso hombre de pesada mandibula que estaba al otro extremo de la mesa. Su voz era un trabajoso y elaborado murmullo; su cara era un perpetuo y rojo resplandor de furia—. Con el debido respeto, estamos en guerra y lo hemos estado desde hace dos anos. Desde que nosotros y los rojos comenzamos a lanzar los satelites ABM, nos hemos estado atacando mutuamente. Ambos bandos sabemos que el primero que termine de instalar la red ABM tendra una enorme ventaja: esos satelites pueden destruir la totalidad de las fuerzas estrategicas de choque del otro bando. El equilibrio nuclear se habra roto.

Se detuvo un momento y con dificultad respiro hondo. Nadie hablaba. Apoyandose pesadamente sobre sus antebrazos y con los ojos brillantes por el dolor o la furia —o quizas por las dos cosas—, retomo su aspero murmullo.

—Cuando uno de los dos lados complete su red ABM podra dictar con impunidad sus terminos a la otra parte. No podemos permitir que los rusos terminen antes que nosotros. ?No podemos!

El Presidente se movio incomodo en su sillon y aparto la vista del corpulento y furioso hombre que habia hablado. El Secretario de Defensa dijo nerviosamente:

—Totalmente correcto. Si los rojos completan su red antes que nosotros, podran derribar nuestros cohetes tan pronto como los lancemos. Y ya no tendremos ninguna fuerza que oponerles. Estaremos a su merced.

—Esto es una guerra —reafirmo el general Hofstader—. El hecho de que no haya lucha en la superficie y hasta ahora no se hayan producido victimas, no debe enganarnos y hacernos creer que sea un juego.

—Y tarde o temprano habra victimas —dijo el Secretario de Defensa.

—?Que? ?Que quiere decir? —Por primera vez el Presidente se mostro sobresaltado.

—Si usted observa los graficos que le di —dijo el de Defensa con cansina paciencia— vera que no podremos continuar asi por mucho tiempo. Necesitamos por lo menos ciento cincuenta satelites en orbitas bajas para cubrir a todo el mundo y protegerlo de cualquier ataque de cohetes rusos o chinos.

—Pero… los chinos estan arruinados —murmuro el Presidente con la cabeza baja, mientras colocaba los graficos uno junto al otro sobre la mesa.

—Pero aun asi pueden lanzar su punado de proyectiles sobre nosotros, o sobre los rusos —se oyo decir al forzado murmullo del otro extremo de la mesa—. Ellos pueden hacer que todo entre en ebullicion. Y estan lo suficientemente desesperados como para hacerlo.

El de Defensa retomo la palabra.

—Necesitamos ciento cincuenta satelites en orbita y funcionando. Hasta ahora logramos mantener unos ochenta. Pero en las ultimas semanas los rojos han estado inutilizandolos a la misma velocidad que los lanzamos.

—?Y por que no reparamos los que estan danados?

—Por razones economicas, senor —respondio el general Hofstader—. Es mas barato lanzar un satelite automatico producido en masa que enviar una tripulacion para repararlos.

El Presidente pestaneo intrigado.

—Pero yo creia que esos laseres eran terriblemente caros…

El general sonrio con los labios apretados.

—Si, senor, lo son. Pero mantener a un hombre en orbita cuesta aun mas. Ya es bastante costoso mantener nuestros centros tripulados de control y comando en orbita, y funcionan en las estaciones espaciales, que ya estaban construidas cuando comenzamos este programa.

—Ya veo…

Pero el Presidente movio la cabeza como si realmente no entendiera, o no creyera necesariamente en todo lo que se le estaba diciendo.

—Por otra parte —continuo el de Defensa inexorablemente—, el numero de lanzamientos rusos va en aumento. Eso aparece en el grafico central, ahi. En este momento ellos tienen treinta y cinco satelites ABM funcionando y en orbita. Hace cuatro semanas solo tenian treinta, aun cuando nosotros encontramos y destruimos once satelites de ellos en el mismo periodo de tiempo. Salvo que tomemos algunas medidas al respecto, los rusos completaran su red en un ano mas, un ano y medio como maximo. Y nosotros aun estaremos lejos de haber alcanzado nuestro objetivo.

—En ese caso, ellos habran triunfado —dijo el general.

—Y estaran aqui, dictandonos los terminos —murmuro el hombre voluminoso al otro extremo de la mesa.

El Presidente se paso la mano por la nariz.

—Bien, ?que recomiendan ustedes, entonces?

El de Defensa casi sonrio. Se enderezo en su silla y se inclino levemente hacia adelante. Comenzo a marcar los puntos con sus dedos.

—Primero, debemos incrementar nuestros propios lanzamientos de satelites por lo menos en un cincuenta por ciento. Lo ideal seria duplicar el numero actual de lanzamientos. Segundo, debemos aumentar el numero de satelites rusos destruidos, de otro modo nos sobrepasaran en cuestion de meses.

»Tercero, debemos prepararnos para la posibilidad de atacar sus centros de comando orbitales. Un golpe exitoso a un solo centro de comando podria inutilizar su entera red durante meses.

—?Muy bien! —intervino el general.

Al Presidente solo le tomo un momento darse cuenta de lo que se estaba sugiriendo. Luego su boca se abrio en un gesto de repentina comprension.

—?Quiere usted decir que atacaremos sus estaciones tripuladas? Eso… ?eso implica asesinar gente!

—No necesariamente —replico el de Defensa—. Aun si algunos tecnicos rusos y cosmonautas resultaran muertos, seguramente no declararan la guerra por eso. Los pronosticos de nuestras computadoras indican menos de un cuarenta por ciento de posibilidades de que eso ocurra. Recuerden que ninguno de los dos lados ha admitido publicamente que se esten llevando a cabo operaciones militares en orbita. Ademas, ellos ciertamente no atacaran mientras nosotros tengamos mas satelites ABM funcionando que los que ellos tienen.

—No. Es precisamente en ese momento que ellos atacarian —insistio el de Estado, con su voz normalmente placida en un tono alto y nasal—. Lo haran cuando se den cuenta claramente de que nosotros podemos completar nuestra red ABM antes que ellos. Atacaran antes de que podamos terminarla, antes de que los tengamos a nuestra merced. Eso es lo que nosotros hariamos. Eso es lo que ustedes los del Pentagono llaman un ataque preventivo, ?no es verdad?

El general Hofstader asintio con la cabeza. El Secretario de Defensa miro con el ceno fruncido al de Estado,

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