al otro lado de la mesa. El Presidente dijo:

—No quiero correr el riesgo de iniciar una guerra nuclear, y no quiero que nadie salga lastimado… innecesariamente.

—Senor, yo no hago esta recomendacion a la ligera —dijo el de Defensa—. La seguridad de nuestra nacion esta en juego y…

—Lo entiendo —interrumpio el Presidente—. Pero asi y todo, no quiero mancharme las manos con sangre. Pueden aumentar nuestros lanzamientos de satelites y derribar mas de los de ellos, o sea sus dos primeras recomendaciones. ?Pero no habra ningun ataque donde se jueguen vidas humanas!

—En algun momento nos veremos forzados a hacerlo —murmuro el de Defensa.

El general agrego:

—?Que haremos cuando ellos ataquen nuestras estaciones tripuladas?

El Secretario de Estado se echo hacia atras y miro el techo. El Presidente, con su voz ligeramente temblorosa, repitio:

—No habra ataques contra vidas humanas. No por ahora, al menos.

El Secretario de Defensa asintio con la cabeza.

—Muy bien, Senor Presidente. Veamos ahora el primer asunto de la agenda, los desordenes por alimentos en Detroit y en Cleveland…

Eran las ultimas horas de la tarde en Selene. El reloj de Kinsman sobre el escritorio indicaba las 1650. Acababa de regresar a su oficina despues de pasar la mayor parte del dia rondando por la comunidad del subsuelo, observando a la gente mientras trabajaba, escuchando problemas y quejas antes de que se convirtieran en protestas, asegurandose de que cada uno supiera que habia comunicacion directa con el comandante, y que no era necesario sufrir las demoras de los canales oficiales para conseguir que se hicieran las cosas.

Su telefono estaba sonando cuando corrio la puerta y entro a su oficina. Se dejo caer en el sofa y apreto el boton que decia ON.

Una de las pantallas murales se ilumino y mostro la cara de una joven tecnica en comunicaciones. Era una de las nuevas muchachas, y era bonita.

—Estamos recibiendo un mensaje importante de Patrick AFB, senor —dijo gravemente la muchacha, impresionada por la seriedad de su trabajo—. El capitan Maddern penso que usted querria verlo tan pronto como la computadora haya terminado de descifrarlo.

—Bien —dijo Kinsman—. Voy inmediatamente.

Los mensajes con prioridad siempre se entregaban en mano, segun el reglamento. Teniendo a los rusos tan cerca era practicamente imposible prevenir la intercepcion de las comunicaciones de radio y telefono.

Le llevo unos cinco minutos a Kinsman llegar al centro de comunicaciones. El corredor era angosto y de techo bajo, y no demasiado recto. Las paredes eran de aspera roca cortada y recubiertas de una fina pelicula de plastico para hacerlas absolutamente hermeticas.

Tengo que hacer terminar o recubrir estas paredes algun dia, se dijo. Las luces de arriba eran largos tubos de gas fluorescente, debiles en cuanto a la luz que emanaban, pero tibios por los rayos infrarrojos necesarios para el cesped que cubria el suelo.

El centro de comunicaciones era un panel de escritorios, consolas electronicas y pantallas visoras que ligaban a Selene con las tres grandes estaciones espaciales tripuladas en orbita sincronica alrededor de la Tierra. A traves de las estaciones espaciales, la base lunar podia comunicarse con cualquier lugar del planeta. Los rusos tenian sus propias estaciones espaciales tripuladas, asi como un sistema propio de comunicaciones completamente autosuficiente.

Un amplio balcon bordeaba el activo foso de trabajo del centro. Kinsman se acerco al antepecho y miro hacia abajo, al murmullo y las voces que provenian de la gente y las maquinas en el nivel inferior. Penso: el Inferno del Dante… o quizas el de Marconi.

El balcon estaba tambien atestado de escritorios con gente trabajando, pero no tanto como el foso. Kinsman camino siguiendo el circulo del antepecho con una mano en la barra, mientras saludaba a aquellos que reconocia, hasta que llego al lugar donde se descifraban los mensajes. Este estaba separado del resto por mamparas de delgado plastico traslucido.

Dentro del cubiculo habia cuatro escritorios agrupados alrededor de una minicomputadora cuyas luces de panel se encendian y apagaban enloquecidamente. Solo dos de los escritorios estaban ocupados en ese momento. En uno de ellos, Kinsman reconocio a la mujer que habia visto alla en la cupula cuando descendio el cohete. Observaba un mensaje que estaban descifrando, una palabra por vez, en la pantalla visora que habia sobre su escritorio.

—No perdieron tiempo para ponerla a trabajar —dijo, mientras se deslizaba en un sillon del escritorio que estaba junto a ella.

La mujer lo miro.

—?Ah, hola!

No hubo ninguna sonrisa. Se volvio hacia la botonera en su escritorio y apreto un boton que apago la pantalla visora.

—?Es el mensaje para el comandante de la base que esta siendo descifrado?

La mujer vacilo un instante.

—Es un mensaje secreto —dijo ella, cuidadosamente—. Solo el personal autorizado puede leerlo.

Kinsman asintio con la cabeza.

—?Quiere usted decir que seria prudente que el comandante leyera sus propios mensajes antes de mostrarselo a otra gente? —Que ojos mas hermosos tiene, penso.

Ella sonrio, pero se mantuvo firme.

—Esta dirigido al comandante de la base.

—Puede mostrarmelo.

Ella comenzo a mover la cabeza en signo negativo, pero se detuvo y dijo:

—Salvo que usted sea al comandante de la base. ?Es usted…?

El le sonrio.

—Me pesco. Yo soy Chet Kinsman. ?Quiere ver mi identificacion?

—Creo que si. ?Por que no lleva insignias?

Kinsman metio la mano en uno de los bolsillos superiores de su traje enterizo y saco una arrugada y gastada tarjeta de plastico.

—Mi retrato sagrado.

—?Sagrado?

—Cuando la gente la ve dice: “?Dios mio! ?Ese es usted?”

Ella se rio muy gentilmente.

—Se ha dejado crecer el pelo. Siento no haberlo reconocido; soy nueva aqui.

—Lo se —asintio el, mientras guardaba su tarjeta—. ?Como se llama?

—Ellen. Ellen Berger.

—Bienvenida a Selene, Ellen.

—?Usted conoce a todo el mundo en la base? —pregunto ella.

—A casi todos. Hay alrededor de mil personas, incluyendo a los rusos. ?Por que?

—Me preguntaba como se habria dado usted cuenta de que soy una de las nuevas.

—Bueno, alla arriba en la cupula usted iba caminando como una primeriza en la Luna. Ademas , si usted hubiera estado aqui antes yo lo hubiera sabido. Es demasiado bonita para pasar inadvertida.

Los ojos de ella se iluminaron.

—De modo que lo que las otras muchachas me dijeron es verdad.

—?Ah,si?

—Dicen que usted no pierde el tiempo.

—?Eso es lo que dicen? —Ella asintio con la cabeza—. Muy bien. Ya que tengo fama de tomar decisiones rapidas… ?A que hora terminas tus tareas?

—Este turno termina a las dieciocho horas.

—Bien. ?Te gustaria ir a una fiesta de cumpleanos sorpresa? Sera alla en la cupula de descanso, junto a la piscina.

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