—No mientras Faraffa este aqui.
Habia mas de cincuenta personas en trajes de bano alrededor de la piscina, y a cada instante entraba mas gente a la cupula. El color de piel que prevalecia era el blanco, con algunos morunos y solo dos negros.
Varias personas estaban ya nadando, y el habitual grupo de exhibicionistas musculosos habia desalojado a los adolescentes de los trampolines altos para hacer espectaculares —aunque pobremente coordinadas— zambullidas en la poca gravedad. Se deslizaban hacia abajo en camara lenta, como en un sueno. El agua salpicaba alrededor de ellos con la misma languidez. La mayoria de la gente estaba sentada o de pie alrededor de la piscina, hablando y con copas en las manos.
Kinsman advirtio que habia muy pocos rusos entre ellos. Leonov no esta aqui, penso. ?Que ordenes habra recibido hoy?
—?Ah, aqui estas! —dijo alguien.
Kinsman se volvio para ver a Hugh Harriman atravesando el gentio, con copas en ambas manos, dirigiendose a el como un proyectil que se orienta por el calor. Harriman era bajo, regordete, calvo, barbudo, de ojos saltones, griton, irreverente, malhablado, un cobarde confeso y probablemente el ser humano mas inteligente en unos 384.405 kilometros a la redonda.
—?Nuestro estimado lider! —rugio Harriman—. ?Aqui tienes una copa!
Kinsman tomo el recipiente de plastico que le alcanzaba mientras toda la gente comenzaba a dirigir su atencion hacia el, y se la dio a Ellen.
—?Mierda! —grito Harriman—. Tendria que haber sabido que estarias con una fantastica mujer. Tendria que haber traido otra copa. Te daria esta, pero resulta que yo ya he escupido en ella.
—Eso no importa —Kinsman tomo la copa del otro—. El alcohol lo purifica todo.
—?Hijo de puta! —gruno Harriman.
—Ellen —dijo Kinsman—, este es Hugh Harriman. Es mitad irlandes, mitad judio americano, mitad espanol…
—?Portugues, maldito sea! ?Cuidado con lo que dices, Kinsman!
—Ella es Ellen Berger —termino Kinsman.
La expresion belicosa de Harriman se convirtio de repente en una expresion de inocencia infantil: los ojos le daban vueltas y tenia una sonrisa como el arco de Cupido.
—Es un gran placer. —Tomo la mano libre de Ellen y la beso.
—Y yo estoy encantada de conocerlo a usted —respondio Ellen—. ?Que hace aqui en Moonbase?
—Selene. Selene, mi querida amiga. Ese es el nombre con que hemos rebautizado este refugio paradisiaco. —Harriman hizo una pausa para tomar aliento, miro por un instante a Kinsman que bebia de su copa y luego sonrio nuevamente a Ellen—. Soy un exiliado politico, mi querida. Una infortunada victima de las fuerzas diabolicas. ?Le gustaria oir la historia de mi vida?
—Es un agente secreto —dijo Kinsman—, pero aun no hemos podido descubrir para quien trabaja, o en contra de quien.
Ellen sacudio la cabeza.
—?Me parece que no debo creer una sola palabra de lo que ustedes dicen!
—?Y eso es importante? —dijo Harriman.
—?Quien arreglo el bar? —pregunto Kinsman—. ?Que es lo que esta pasando aqui, esta noche?
Los ojos de Harriman volvieron a brillar.
—?No te hagas el tonto, coronel! Sabes perfectamente bien que esta es una fiesta sorpresa para ti. Pero lo que no sabes es cual es la verdadera sorpresa…
Kinsman estaba por contestar cuando surgio un clamor que provenia de la direccion de la escalera mecanica, y una profunda voz proclamo:
—?Saludos y felicidades para los avaros imperialistas lacayos de Wall Street, de parte de los pueblos amantes de la paz de la Union de Republicas Socialistas Sovieticas!
Subitamente Kinsman se sintio mejor.
—Leonov… —tomo a Ellen por la muneca y la arrastro por entre la gente hacia el area de la escalera—. Ese es Piotr Leonov, el comandante de la mitad rusa de Selene.
Leonov venia escoltado por dos sonrientes mujeres rusas metidas en trajes con cremalleras. Una estupendas siluetas, advirtio Kinsman automaticamente. El ruso estaba de uniforme completo, con las insignias de coronel sobre sus hombros. Era un poco mas bajo que Kinsman y tambien algo mas pesado. En su cara resaltaban sus ojos de un azul frio, muy expresivos, y su carnosa boca eslava. Su pelo ya era de color gris acero, pero le caia juvenilmente sobre la frente; el lo empujaba constantemente hacia atras con la mano.
—?Chet! ?Orgulloso reaccionario plutocrata! ?Feliz cumpleanos!
Tomo a Kinsman por el torso y lo levanto.
—?Vamos, Pete, vamos! —rio Kinsman. Ya con los pies nuevamente en el suelo, dijo—: Me alegra verte. Temi que no pudieras venir…
—?Que? ?Perderme la fiesta de cumpleanos de mi colega lunik? ?De mi amigo?
Senalando a las dos muchachas, Kinsman dijo:
—Parece que tus amigos son tuyos solamente.
—?Ah! La Policia Secreta. Han venido a espiarte a ti y a vigilarme a mi.
Las muchachas sonrieron y trataron de no parecer incomodas. Me pregunto cuanto habra de verdad en lo que acaba de decir, penso Kinsman para si.
El tiempo casi no tenia sentido en Antartida. Ahora era de dia. Habia sido asi desde septiembre, y continuaria siendo asi hasta marzo.
El viento mas frio de la Tierra corre sobre la meseta a mil quinientos metros de altura que rodea el Polo Sur. Denso, helado, este aire de alta presion se derrama por las paredes de la meseta como una cascada de agua invisible. Invisible, pero palpable… y audible. Ulula cruzando los glaciares y las nieves con fuerza de ciclon, produciendo ventiscas dondequiera que haya un poco de humedad.
Ese dia el cielo estaba claro, y el viento exasperantemente seco; pero aun asi el capitan Ernest Richards tiritaba dentro de su parka electricamente calefaccionada. El viento atravesaba el aislamiento de plastico y espuma y la tibieza electrica con implacable indiferencia.
Richards estaba de pie fuera del gran vehiculo oruga, contando mentalmente los dias que le faltaban antes de ser relevado y poder volver nuevamente a la civilizacion. Al igual que la mayoria de los hombres que estaban a sus ordenes, tanto los cientificos como los marinos, se habia dejado crecer la barba durante los seis meses que duraba la mision en la Antartida. Ahora la tenia salpicada de hielo condensado y de la congelada humedad de su propia y laboriosa respiracion.
Uno de sus hombres se le acerco lentamente. Estaba tan pesadamente abrigado con su parka y su capucha, que Richards no pudo identificarlo hasta que estuvo a solo un par de metros de distancia. Aun entonces sus antiparras y su barba le cubrian la mayor parte de la cara.
—Senor, los cientificos dicen que estamos precisamente encima de un gran deposito. Las senales de destello son muy fuertes, y se hacen mas intensas a medida que nos dirigimos al noroeste.
Richards asintio con la cabeza.
—Muy bien. ?Podemos seguir las senales desde el oruga, o debemos seguir a pie?
—Parece que ellos quieren continuar a pie, senor. Van recogiendo piedras y discutiendo entre si.
Richards gruno dentro de su capucha.
—Maldicion. Voy adentro a hacer un control de radio.
Richards miro al marinero caminar trabajosamente hacia el grupo de cientificos que se agrupaban alrededor de una pequena elevacion rocosa. Unos estaban agachados y otros arrodillados como peregrinos que, envueltos en pieles, hubieran llegado finalmente a su santuario.
El valle estaba completamente seco. Era uno de esos extranos desiertos antarticos: ni nieve, ni vegetacion, ni tierra. Solo rocas, gravilla, y mas rocas. Las montanas de cumbres blancas brillaban alrededor de ellos en medio del viento ululante, empujando sus centelleantes picos hacia un cielo agresivamente brillante. Pero en este pelado valle no habia agua, ni siquiera agua congelada. No habia vida de ninguna especie… excepto esos americanos que cumplian con su deber buscando depositos de carbon para alimentar las voraces ciudades, alla en la civilizacion.
Lentamente, entumecido por el frio, Richards volvio hacia el vehiculo oruga. Sus botas crujieron sobre las