—Ojala lo supiera.

Harriman trago toda su bebida.

—?Tan mal estan las cosas?

—Yo no voy a jugar pulseadas.

—Malditos idiotas.

Un pensamiento cruzo la mente de Kinsman, y casi le hizo sonreir.

—Eli, si nos ordenan cerrar nuestra mitad de la base a todos los extranjeros, ?que haremos contigo? Brasil aun no ha enviado tus papeles, ?verdad?

—Por supuesto que no. Bastardos… Hace ya casi dos anos ahora. Oficialmente soy un apatrida. Unos pocos meses mas, y no podre andar derecho en la Tierra. Me agarraron por las pelotas… Me invitan aqui con su equipo de sociologos, y luego revocan mi ciudadania.

—Alegrate. A Socrates le dieron cicuta.

—El mundo aun no esta listo para nosotros los filosofos —dijo Harriman suspirando.

—Quieres decir los tabanos.

—Lo que sea. ?Sabes a quien han puesto en mi catedra de San Pablo? A un coronel retardado. ?Un coronel del maldito ejercito es el jefe del departamento de Filosofia de la universidad mas grande de Brasil! ?Un coronel!

Kinsman sabia que eso era un anzuelo. Solo dijo:

—?Hmmm!

—Tu podrias presentarte como jefe de un departamento de Filosofia en San Pablo, Chet.

—Es algo que tendre que pensar cuando me retire.

—Para eso tendrias que estar vivo.

—Eso no fue gracioso. No esta noche, por lo menos.

Harriman lo miro fijo por un instante, con la boca abierta y lista para la proxima replica. Pero cuando se dio cuenta de lo que Kinsman habia querido decir, dijo:

—Si. Estan cerrando todas las escuelas. Tu sabes, es un lujo ahora.

Se alejo. Kinsman se volvio y miro hacia afuera otra vez, sintiendo el entorpecedor frio del infinito que se filtraba por la pared a pesar de la calefaccionada sala, observando la fascinante belleza de la Tierra colgada alla arriba. Ocho mil millones de personas preparandose para destruirse mutuamente.

Una mano se apoyo en su hombro. Ellen.

—Se supone que te tienes que estar divirtiendo, quieras o no.

—Ah, si, seguro.

—Creo que se acerca el momento en que van a descubrir algo con gran ceremonia —hizo un gesto hacia la piscina.

Habia un enorme envoltorio junto a la alberca ahora. Estaba cubierto con un plastico encerado de color azul. La forma era extrana, y Kinsman no pudo adivinar lo que era.

—Me enviaron para que te buscara y te llevara de vuelta —dijo Ellen.

Ella se habia vuelto a poner sus pantalones y su jersey, pero su corto pelo aun estaba brillante por el agua. Su piel…

—Puedo pensar en mejores lugares para ir juntos —dijo el.

Ellen sonrio pero no dijo nada. Caminaron juntos entre la gente que se arremolinaba alrededor del envoltorio. Las charlas y murmullos se acallaron hasta convertirse en un silencio expectante a medida que Kinsman y Ellen se acercaban.

Piotr Leonov estaba de pie junto a esa forma velada, sonreia ampliamente. Todo el mundo estaba en silencio ahora.

—?Ah!… el invitado de honor se acerca. Ha llegado la hora magica.

Kinsman trataba de mostrarse tranquilo, pero en realidad estaba ansioso por saber lo que habia debajo de la cubierta de plastico.

—Antes de descubrir tu regalo de cumpleanos, tengo que hacer un pequeno discurso… —todo el mundo protesto. Leonov levanto una mano para calmarlos—. Un momento, un momento. No es un discurso politico. Es breve. Solo dos oraciones.

—?Las estamos esperando! —dijo una voz entre la gente.

—Muy bien. Una: tuvimos que hacer una profunda investigacion en tus antecedentes para elegir este regalo, Chet.

La cara del astronauta muerto, alejandose sin remedio. Kinsman borro la imagen de su mente.

—Y dos: todos los residentes permanentes de Selene donaron dos meses de espacio de transporte personal para traer este… esta cosa hasta aqui arriba. El doctor Nakamura presto su asistencia personal y uso sus conexiones familiares para adquirir el… eh… objeto. Y los expertos obreros de Lunagrad proveyeron la asistencia tecnica necesaria para que esta cosa funcionara correctamente.

—?Han sido cuatro oraciones, Leonov!

El ruso se encogio de hombros.

—Estoy dentro de un factor dos respecto de mi calculo original. Eso es bastante bueno, comparado con lo que algunos de ustedes, cientificos, han estado haciendo.

Risas generales.

Volviendose a Kinsman, Leonov termino.

—?Muy bien, entonces! De todos nosotros los luniks, Chet: Lunagrad, Moonbase, Selene. ?Feliz cumpleanos!

Tiro del plastico encerado y no ocurrio nada. La carcajada fue unanime. Repentinamente ruborizado, Leonov repitio el movimiento con mas fuerza, y esta vez el telon cayo al suelo. Y se revelo un pequeno piano de cola, de ebano brillante.

Kinsman abrio la boca.

—?Por todos los cielos!

Durante un momento estuvo simplemente alli, demasiado confundido como para hacer otra cosa que abrir la boca. Luego todos aplaudieron. Alguien comenzo a cantar “Cumpleanos Feliz”. Ellen se acerco a el, le puso los brazos al cuello y lo beso. Mas aplausos.

—Sabes tocar, ?no es cierto? —pregunto Leonov.

Manteniendo su tranquilizador abrazo en la cintura de Ellen, Kinsman dijo.

—No he tocado una tecla desde hace anos. Pero supe hacerlo una vez.

Pat Kelly aparecio por detras de el.

—Descubrimos que habias sido un nino prodigio.

—Son solo cuentos —replico Kinsman—. Di un recital cuando tenia quince anos, mas o menos… mis padres me obligaron.

Se querian morir cuando entre en la Fuerza Aerea , recordo.

—?Pues toca! —insistio Leonov—. Tuve que esconder este aparato en Lunagrad durante semanas. Luego encontrar a alguien que lo afinara, ya que no existe un talento semejante en tu guarida de capitalistas charlatanes. Vamos, toca algo… Tchaikovsky, por lo menos.

Kinsman, sacudiendo la cabeza, dijo:

—Considerate afortunado si puedo recordar “Palitos Chinos”.

Se sento en la banqueta y observo el teclado. Blanco y negro. Como los moralistas. Le temblaban las manos. ?Por que? ?Estaba excitado… o tenia miedo? ?O eran ambas cosas?

Acaricio las teclas. Toco algunas notas al azar. Hizo algunas escalas. Las manos recuerdan. Entonces supo cual seria la primera musica que se tocaria en la Luna.

Cerro los ojos involuntariamente. Se sorprendio cuando se dio cuenta de que lo habia hecho, e inmediatamente los abrio otra vez. Ya sus manos habian ejecutado los primeros compases y se adentraban en la interpretacion de la sonata Claro de Luna.

La gente guardaba un silencio absoluto. Las suaves y mesuradas notas flotaban por la cupula, a casi trescientos anos y medio millon de kilometros del momento y lugar de su nacimiento.

Llego mas o menos hasta la mitad del primer movimiento y se detuvo. Toco algunas notas de algun

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