recordado ejercicio de la infancia y luego se puso de pie. Todos aplaudieron.
Leonov se le acerco.
—?Felicitaciones! Pero debes sacar el instrumento de esta cupula. Demasiado humeda. Se va a desafinar aqui.
—Podemos ponerlo en tus habitaciones, Chet —dijo Kelly—. Ya estuvimos viendo. Hay espacio suficiente.
—No —dijo Kinsman—. Todos tienen que poder usarlo. Pongamoslo abajo, en la sala de reuniones.
—En un mes estara arruinado. Los ninos…
—No, nadie lo estropeara. Ademas siempre podemos pedirle a Pete que nos preste su afinador.
—De acuerdo —dijo Leonov—. Pero con dos condiciones.
Kinsman levanto las cejas.
—Primero, que permitas a mis musicos frustrados usar el instrumento de vez en cuando.
—Oh, por supuesto.
—Y segundo —Leonov levanto dos dedos—, que dejes el piano aqui, en tu parte de Selene…, ?asi no tengo que escucharlos!
—Seguro —dijo Kinsman—. Y tu policia secreta puede instalar sus microfonos ahi si quiere, tambien.
—?Magnifico! Eso los hara muy felices.
Harriman estaba de pie junto a Ellen.
—Eres un tipico hombre del Renacimiento, Kinsman, ?no es cierto? Musico, soldado, astronauta…
—Y tambien fui espadachin, en el equipo de esgrima de la Academia.
—?Uf! ?El maldito Cyrano de Bergerac entre nosotros!
—Bueno; mi nariz no da para tanto —replico Kinsman.
—A mi me gusta tu nariz —dijo Ellen.
Harriman trato de fruncir su cara redonda y casi lo consiguio.
—Me consumen los celos —refunfuno—. Tu lo puedes hacer todo, Kinsman. Yo no puedo tocar ni una nota. Ni siquiera puedo hacer que mi estereo funcione bien.
Con una carcajada, Kinsman respondio:
—Tocar el piano es como la politica, Hugh. El secreto consiste en no dejar que tu mano izquierda sepa lo que esta haciendo la mano derecha.
Algunos otros probaron tambien el piano. La cupula resono con rock, Chopin, soul, Strauss. Una de las recien llegadas temporarias toco algo en el estilo neo-oriental que se estaba haciendo popular en la Tierra.
—?Bah! Campesinos y degenerados —gruno Leonov finalmente, y se instalo decididamente en la banqueta del piano. Se lucio con algunas energicas piezas de Mussorgsky y luego paso a tocar melancolicas melodias populares rusas.
Cuando finalmente abandono el piano, comenzo a despedirse de todos.
—Debo regresar al paraiso de los trabajadores —le dijo a Kinsman.
—Gracias por la sorpresa. Puedes venir a tocar cuando quieras. Pertenece a toda la gente de Selene, tanto a los de Moonbase como a los de Lunagrad.
Leonov cerro los ojos por un momento. Era un gesto muy suyo, que reemplazaba a asentir con la cabeza.
—Comprendo—. Dudo un instante y cuidadosamente se abstuvo de mirar por sobre su hombro—. Amigo mio, debemos reunimos para inspeccionar la ruta de la carrera de escarabajos. Solo tu y yo. ?De acuerdo?
—?Fuera del alcance de los lectores de labios? —Kinsman sonrio con tristeza.
—Exactamente.
—Muy bien. ?Manana?
Leonov pestaneo lentamente otra vez.
—Yo te llamare.
—Bien.
—Feliz cumpleanos, camarada. Y que cumplas muchos mas.
—Ojala que sea asi para todos.
—Ojala.
La fiesta estaba terminando. Leonov y sus dos muchachas se retiraron, seguidos por algunas miradas de admiracion.
—Las muchachas son verdaderamente agentes secretos —aseguro Harriman a una joven rubia con la que estaba compartiendo un cigarrillo de hachis.
Finalmente, Kinsman se dio cuenta que estaba caminando lentamente con Ellen, por un corredor bien iluminado. La sujetaba por la cintura, y ella apoyaba la somnolienta cabeza sobre su hombro.
—Fue una fiesta estupenda —dijo ella, suavemente—. Fue muy gentil de tu parte el haberla organizado para mi primer dia aqui.
El se rio. Habia bebido suficiente alcohol para relajarse, pero no para sentirse retraido.
—Es un grupo de gente estupenda. Son la sal de la tierra.
—Querras decir «de la Luna ».
—Asi es. Son buena gente. En realidad esto es un pequeno pueblo, una pequena ciudad fronteriza. Todo el mundo conoce a todo el mundo. Todos nos ayudamos mutuamente. Tenemos que hacerlo asi; de otro modo es muy peligroso vivir aqui.
—Nunca he visto a nadie tan sorprendido —dijo Ellen. La risa hacia que su voz fuera muy tenue.
—Realmente me emocionaron con ese piano —admitio Kinsman—. Nunca espere una cosa semejante.
Se detuvieron ante la puerta de las habitaciones de Ellen.
—?Quieres tomar un cafe? —pregunto ella.
El la atrajo y la beso. Ella contuvo la respiracion, y luego lo abrazo, anhelante. Pero la mente de Kinsman se afanaba en llenarle la cabeza con viejas imagenes muertas luchando contra su cuerpo.
—Yo… creo que es mejor que nos despidamos ahora —dijo, finalmente—. Gracias. Lo he pasado bien.
Ella se mostro sorprendida, intrigada, casi herida. Luego trato de disimularlo.
—?No quieres un cafe?
—Gracias, no. Ellen… —Pero no pudo decir nada—. Nos veremos manana. Buenas noches.
—Buenas noches…, y gracias.
El se volvio, y apuro el paso por el corredor.
?Maldito estupido!
Paso de largo, delante de sus propias habitaciones. Rondo insomne por los corredores, enojado consigo mismo: sabia que se habia comportado como un idiota.
Sin pensarlo, se dirigio hacia la cupula de recreo. Ahora estaba vacia. Los restos de la fiesta cubrian el suelo. Las luces del techo estaban apagadas, pero brillaban las luces de la piscina, e iluminaban debilmente el salon. Arriba se veia la Tierra inmovil.
Kinsman se sento al piano y jugueteo con las teclas. Toco los dos primeros movimientos completos de la sonata Claro de Luna. Decidio no arriesgarse con el tercero para no estropearlo. Intento tocar Bach… pero el resultado fue tan deplorable como su estado de animo.
Fue entonces cuando sintio una mano sobre su hombro. Sabia que era Ellen, aun cuando no habia mirado. Ella se sento en la banqueta junto a el.
—Sea lo que fuere, esta bien —dijo ella.
La sensacion fue la misma que tuvo cuando volo por primera vez en orbita. La libertad de la falta de peso. La caida libre. Liberado de todas las limitaciones de la Tierra. Nada mas en el universo: solo el y esta encantadora y calida mujer. Kinsman hasta se olvido de la superpoblada Tierra, tan atractiva y tan llena de problemas. Y se olvido tambien de las estrellas: los ojos de Dios, que lo miraban.
JUEVES 2 DE DICIEMBRE DE 1999, 15:50 HT
A unos 40.000 kilometros de la Tierra , la Estacion Espacial Alfa era un sistema de anillos concentricos