tienen en los bolsillos. Ordenadas, o desordenadas. Obediente a las reglas, o llenos de cosas personales… Pongamos por ejemplo al teniente Deleo, aqui presente. Debio ser muy ordenado. Todo segun las reglas, excepto este pequeno disco vid de casa. De su esposa, imagino. Creo que debio ser una persona muy agradable.

Coloco la coleccion de objetos cuidadosamente en una bolsa etiquetada.

—?No vas a escucharlo? —pregunto Ferrell.

—Oh, no. Eso seria entrometerme.

El solto una carcajada.

—No veo la diferencia…

—Ah. —Ella completo el reconocimiento medico, preparo la bolsa de plastico, y empezo a lavar el cadaver. Cuando llego a la zona genital cuya limpieza era necesaria por la relajacion de los esfinteres, Ferrell huyo por fin.

Esa mujer esta loca, penso. Me pregunto cual sera la causa de que haya elegido ese trabajo, o el efecto.

Paso otro dia entero antes de que pescaran un nuevo pez. Ferrell tuvo un sueno, durante su ciclo de descanso, donde estaba en un barco en el mar, e izaba redes llenas de cadaveres que vertia, mojados y brillantes como si tuvieran escamas iridiscentes, en una gran pila en la bodega. Desperto sudando, pero con los pies frios. Regreso con profundo alivio a su puesto, y se deslizo en la piel de su nave. La nave era limpia, mecanica y pura, inmortal como un dios; uno podia olvidar que alguna vez habia poseido esfinteres.

—Que extrana trayectoria —observo, mientras la tecnomed ocupaba de nuevo su puesto en los controles de traccion.

—Si… Oh, ya veo. Es barrayares. Esta muy lejos de casa.

—Oh, vaya. Tiremoslo.

—Oh, no. Tenemos archivos de identificacion de todos sus desaparecidos. Parte del tratado de paz, ya sabe, junto con el intercambio de prisioneros.

—Considerando lo que hicieron a nuestras prisioneras, creo que no les debemos nada.

Ella se encogio de hombros.

El oficial de Barrayar habia sido un hombre alto, ancho de hombros, comandante segun indicaban los galones de su cuello. La tecnomed lo trato con el mismo cuidado que habia dedicado al teniente Deleo, y mas. Se tomo considerables molestias para ponerlo a punto y convertir con un masaje de las yemas de sus dedos el rostro abotargado en algo parecido a la humanidad. Ferrell la observo con asco creciente.

—Ojala sus labios no se replegaran tanto —observo ella, mientras continuaba con su tarea—. Le dan una mueca que no me parece correcta. Creo que debio ser bastante guapo.

Uno de los objetos de sus bolsillos era un pequeno relicario. Contenia una diminuta burbuja de cristal llena de un liquido claro. El interior de su cubierta de oro estaba grabado con los elaborados signos del alfabeto barrayares.

—?Que es eso? —pregunto Ferrell con curiosidad.

Ella lo alzo a la luz, pensativa.

—Una especie de relicario, o un recordatorio. He aprendido un monton de cosas sobre los barrayareses estos ultimos meses. Nueve de cada diez de ellos llevan amuletos de buena suerte o medallones o algo por el estilo. Los oficiales de alto rango son iguales que los reclutas.

—Tonta supersticion.

—No estoy segura de que sea supersticion o solo costumbre. Una vez tratamos a un prisionero herido… Dijo que era solo una costumbre, que la gente se los daba a los soldados como regalo, pero que nadie cree realmente en ellos. Pero cuando se lo quitamos, cuando lo estabamos desnudando para operarlo, trato de luchar con nosotros para conseguirlo. Tuvimos que sujetarlo entre tres para administrarle la anestesia. Me parecio algo especialmente notable para tratarse de un hombre al que le habian volado las piernas. Lloro… Naturalmente, se hallaba en estado de conmocion.

Ferrell contemplo el relicario que colgaba del extremo de su cadenita, intrigado a su pesar. Colgaba con otra pieza mas, un rizo de pelo dentro de un pendiente de plastico.

—Una especie de agua bendita, ?no? —inquirio.

—Casi. Es un diseno muy corriente. Se llama «relicario de las lagrimas de la madre». Vamos a ver si podemos… Parece que hace tiempo que lo tenia. Por la inscripcion, creo que dice «alferez», y la fecha… debieron darselo cuando se graduo.

—No son de verdad las lagrimas de su madre, ?no?

—Oh, si. Eso es lo que se supone que hace que funcione como proteccion.

—No parece muy efectivo.

—No, bueno… No.

Ferrell hizo una mueca ironica.

—Odio a esos tipos… pero supongo que lo lamento por su madre.

Boni retiro la cadena y su pendiente, alzando el rizo en el plastico a la luz y leyendo su inscripcion.

—No, para nada. Es una mujer afortunada.

—?Como es eso?

—Este rizo indica que esta muerta. Murio hace tres anos, por eso esta aqui el rizo.

—?Tambien se supone que da buena suerte?

—No, no necesariamente. Es solo un recuerdo, por lo que se. Bastante agradable, por cierto. El amuleto mas desagradable que he visto jamas, y el mas unico, era una bolsita de cuero que colgaba del cuello de un tipo. Estaba lleno de tierra y hojas, y otra cosa que me parecio el esqueleto de un animal parecido a un sapo, de unos diez centimetros de largo. Pero cuando lo mire con mas atencion, resulto ser el esqueleto de un feto humano. Muy extrano. Supongo que era algo relacionado con la magia negra. Parecia algo extrano para tratarse de un oficial ingeniero.

—No parece que ninguno de ellos funcione, ?no?

Ella sonrio amargamente.

—Bueno, si hubiera alguno que funcionara, no los veriamos, ?no?

Continuo con su trabajo, lavando la ropa del barrayares y vistiendolo de nuevo con cuidado, antes de meterlo en la bolsa y devolverlo al congelador.

—Esos barrayareses estan tan picados con el Ejercito —explico—, que me gusta guardarlos con sus uniformes. Significan mucho para ellos. Estoy seguro de que estan mas comodos con ellos.

Ferrell fruncio el ceno, incomodo.

—Sigo pensando que deberiamos tirarlo con el resto de la basura.

—De ningun modo —dijo la tecnomed—. Piensa en todo el trabajo que significa a cargo de alguien. Nueve meses de embarazo, el parto, dos anos de panales, y eso es solo el principio. Decenas de miles de comidas, miles de historias para dormir, anos de colegio. Docenas de maestros. Y toda esa formacion militar tambien. Un monton de gente trabajo para crearlo.

Aliso un rizo de pelo del cadaver y lo puso en su sitio.

—Esa cabeza contuvo el universo, una vez. Tenia un buen rango para su edad —anadio, comprobando de nuevo su monitor—. Treinta y dos anos. Comandante Aristede Vorkalloner. Tiene una especie de sonoridad etnica. Un nombre muy barrayares. Vor, ademas, uno de esos tipos perteneciente a la casta de los guerreros.

—Chalados de clase homicida. O peor —dijo Ferrell automaticamente. Pero su vehemencia, de algun modo, habia perdido impulso.

Boni se encogio de hombros.

—Bueno, ahora se ha unido a la gran democracia. Y tenia unos bolsillos interesantes.

Pasaron tres dias mas sin otra nueva alarma que una rara dispersion de residuos mecanicos. Ferrell empezo a esperar que el barrayares fuera la ultima captura que tuvieran que hacer. Se acercaban al final de su perimetro de busqueda. Ademas, penso resentido, este trabajo estaba saboteando la eficacia de su ciclo de sueno. Pero la tecnomed hizo una peticion.

—Si no te importa, Falco —dijo—, agradeceria si pudieramos continuar unas cuantas orbitas mas. Las

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