Se dio la vuelta y vio a Kellie, con una copa de vino, claramente alegre.
– ?Has encontrado algo bonito para nosotros, cielo? -le pregunto.
Tom se giro hacia el ordenador y cerro de golpe la tapa antes de que Kellie viera lo que habia en la pantalla.
– No -dijo con voz temblorosa-. Nada, no. Yo…
Ella le paso los brazos alrededor del cuello y derramo un poco de vino en el portatil.
– Ups, ?lo
Tom saco su panuelo y lo seco. Mientras lo hacia, Kellie deslizo la mano que tenia libre dentro de su camisa y comenzo a acariciarle un pezon.
– He decidido que ya has trabajado suficiente por hoy. Ven a la cama.
– Cinco minutos -dijo-. Dame cinco minutos.
– Puede que dentro de cinco
Tom se volvio y le dio un beso.
– Dos minutos, ?vale?
– ?Uno! -dijo ella, y se marcho del cuarto.
– No he sacado a
– Ha dado un largo paseo esta tarde. Esta bien, ya la he dejado salir.
Tom sonrio.
– Un minuto, ?vale?
Ella levanto un dedo picaro.
– ?Treinta segundos!
En cuanto cerro la puerta, Tom levanto la tapa del ordenador y pulso una tecla para reiniciarlo. En la pantalla aparecieron las palabras:
Acceso no autorizado. Ha sido desconectado.
Durante unos momentos se quedo sentado, pensando. ?Que demonios acababa de ver? Tenia que ser el trailer de alguna pelicula, tenia que serlo.
Entonces, la puerta volvio a abrirse y Kellie dijo:
– Quince segundos… o comenzare sin ti.
Capitulo 5
Era el mejor regalo de cumpleanos que habia recibido nunca, ?en sus cincuenta y dos anos de vida! Nada se habia acercado tanto, ni en un millon de anos; Ni el deportivo MG envuelto en un lazo rosa que Don le habia regalado por su cuarenta cumpleanos (que, en realidad, no podia permitirse) ni el reloj Cartier de plata que le habia regalado por los cincuenta (que sabia que tampoco podia permitirse), tampoco la preciosa pulsera de diamantes que le habia regalado ayer por los cincuenta y dos. En realidad, tampoco la semana en la clinica de adelgazamiento Grayshott Hall que sus hijos Julius y Oliver le habian regalado entre los dos: un lujo fabuloso, pero ?acaso pensaban que tenia sobrepeso o que?
Daba igual. A Hilary Dupont no le importaba lo mas minimo. Estaba en una nube, con sus setenta y seis kilos. Cruzo levitando la puerta e hizo sonar la correa de
Peacehaven, el barrio residencial donde vivia, formaba parte de la zona este de Brighton, que habia crecido descontroladamente. Era un sombreado amplio de calles residenciales que se extendian desde la carretera de la costa en la cima del acantilado hasta los limites con la campina de los South Downs, ocupado densamente por casitas de una planta y casas construidas a partir de la primera guerra mundial.
A tan solo una hilera de casas de distancia de la calle donde vivia, comenzaba una amplia extension de tierras de labranza. Cualquier vecino que se asomara por casualidad a la ventana poco antes de las diez de esa manana nublada de junio habria visto a una mujer rubia obesa, pero sorprendentemente hermosa, vestida con un bluson y unos leotardos de topos, los pies calzados con unas botas de agua verdes, hablando y gesticulando para si misma, seguida por un labrador negro bastante gordo que zigzagueaba de una farola a otra, y meaba en cada una.
Hilary doblo a la izquierda al final de la calle, siguio la curva de la carretera, vigilando cautelosamente a su perro cuando una furgoneta de reparto con ventanillas dobles paso con un gran estruendo, luego cruzo la calle, subio hasta una verja que conducia a un campo de colza amarilla brillante.
– ?
El perro levanto la cabeza, vio la verja abierta, troto alegremente hacia ella, luego arranco a correr y salio disparado, colina arriba. A los pocos segundos lo habia perdido de vista entre las colzas.
Hilary cerro la verja, luego volvio a repetir: «?Un bolso, senor Worthing? ?Un bolso?».
Estaba rebosante de felicidad, revolucionada; ya habia llamado a Don, a Sidonie, a Julius, a Oliver y a su madre para contarles la noticia, la increible noticia, la mejor noticia de su vida: la llamada que habia recibido hacia tan solo media hora de la Southern Arts Dramatic Society, para comunicarle que habia conseguido el papel de Lady Bracknell, ?el personaje principal! ?La protagonista!
Despues de veinticinco anos de teatro amateur, principalmente en el Little Theatre Group de Brighton, siempre esperando que alguien la descubriera, ?por fin le llegaba una oportunidad de verdad! La Southern Arts Dramatic Society era una compania semiprofesional que montaba una obra al aire libre todos los veranos, primero en las murallas del castillo de Lewes, luego iniciaban una gira por todo el Reino Unido, hasta Cornualles. Era famosa; saldrian criticas en la prensa; ?seguro que se fijarian en ella! ?Seguro!
La unica salvedad era que, Dios santo, ya comenzaba a notar los nervios. Habia actuado en esa obra antes, hacia anos, en un papel menor. Pero aun se sabia fragmentos de memoria.
Mientras subia la colina a grandes zancadas, rodeando el borde del campo, moviendo los brazos mientras hablaba, declamo, a voz en cuello, la que consideraba una de las frases mas dramaticas y divertidas de la obra. Si lograba decirla bien, habria captado al personaje. «?Un bolso, senor Worthing? ?Le encontraron dentro de un bolso?»
Siguio caminando, repitiendo la frase una y otra vez, cambiando cada vez las inflexiones e intentando pensar en a quien mas podia llamar para contarselo. Solo quedaban seis semanas para el estreno, no faltaba mucho. Dios santo, ?habia tanto que aprender!
Entonces, comenzaron las dudas. ?Y si no estaba a la altura? ?Y si se quedaba paralizada, petrificada, delante de un publico tan numeroso? Seria el final, ?el final absoluto!
Lo haria bien; de algun modo iba a conseguirlo. Al fin y al cabo, habia nacido en una familia de actores de teatro. Lo llevaba en la sangre; los padres de su madre fueron artistas de
Mientras levantaba las cejas y veia la siguiente colina desplegandose delante de ella a lo largo de kilometro y medio mas, y tierras de labranza anchas a cada lado rotas tan solo por algunos arboles solitarios y alambradas, no vio rastro de Nero. Soplaba una fuerte brisa, que doblaba las colzas y los tallos verdes y largos del trigo.
– ?
Al cabo de unos momentos, vio una onda amplia entre las colzas, algo que se movia en zigzag,
Un conejo, penso al principio, y espero que al menos la pobre criatura estuviera muerta. No soportaba que trajera a un animalillo vivo, herido, y lo dejara caer con orgullo a sus pies, donde se retorcia y chillaba asustado. A Nero le encantaba hacer eso.
– Vamos, chico, ?que llevas ahi? ?Sueltalo! ?Sueltalo!
Entonces, se quedo boquiabierta.
Mientras daba un paso adelante, mirando al objeto blanco inmovil en el suelo, un escalofrio le recorrio el cuerpo.
Y empezo a gritar.