»Despues me gustaria ir a dar un paseo, en un jardin con arboles, contemplar sus colores, contemplar los pajaros, absorber la naturaleza que no he visto desde hace tanto tiempo.

»Por la tarde iriamos todos juntos a un restaurante a comer una buena pasta, quizas algo de pato, me encanta el pato, y despues pasariamos el resto de la noche bailando. Yo bailaria con todas las parejas maravillosas que hubiera alli, hasta quedar agotado. Y despues volveria a casa y me echaria un sueno profundo y maravilloso.

– ?Eso es todo?

– Eso es todo.

Era tan sencillo. Tan corriente. En realidad, me senti algo decepcionado. Me imaginaba que iria en avion a Italia o que almorzaria con el presidente, o que retozaria en la playa, o que probaria todas las cosas exoticas que se le ocurrieran. Despues de todos aquellos meses alli acostado, incapaz de mover una pierna o un pie, ?como podia encontrar la perfeccion en un dia tan corriente?

Entonces me di cuenta de que aquella era la clave.

Antes de que yo me marchase aquel dia, Morrie me pregunto si podia sacar el un tema.

– Tu hermano -me dijo.

Senti un escalofrio. No se como sabia Morrie que yo tenia aquello en la cabeza. Habia estado intentando llamar a mi hermano a Espana desde hacia varias semanas, y me habia enterado (por un amigo suyo) de que iba y volvia en avion a un hospital de Amsterdam.

– Mitch, se que duele no poder estar con una persona querida. Pero debes estar en paz con los deseos de el. Quizas no quiera que interrumpas tu vida. Quizas no sea capaz de soportar esa carga. Yo digo a toda la gente que conozco que sigan haciendo la vida que conocen, que no la echen a perder porque yo me este muriendo.

– Pero es mi hermano -dije yo.

– Ya lo se -dijo Morrie-. Por eso duele.

Vi mentalmente a Peter cuando tenia ocho anos, con el pelo rubio y rizado recogido en una bola sudorosa sobre su cabeza. Nos vi a los dos luchando en el solar que habia junto a nuestra casa, manchandonos de hierba las rodillas de los vaqueros. Lo vi cantando canciones delante del espejo, sujetando un cepillo a modo de microfono, y nos vi a los dos deslizandonos en el desvan donde nos escondiamos juntos de ninos, poniendo a prueba la disposicion de nuestros padres a buscarnos para cenar.

Y despues lo vi como el adulto que se habia alejado de nosotros, delgado y fragil, con la cara enjuta a causa de los tratamientos de quimioterapia.

– Morrie -le dije-, ?por que no quiere verme?

Mi viejo profesor suspiro.

– No existe ninguna formula para llevar las relaciones personales. Hay que negociarlas de modos amorosos, con sitio para ambas partes; para lo que quieren y para lo que necesitan; para lo que pueden hacer y para como es su vida.

»En los negocios, las personas negocian para ganar. Negocian para obtener lo que quieren. Quizas estes demasiado acostumbrado a eso. El amor es diferente. El amor es cuando te preocupas tanto por la situacion de otra persona como por la tuya propia.

«Has tenido esos momentos especiales con tu hermano y ya no tienes lo que tenias con el. Quieres recuperarlos. Quieres que no terminen nunca. Pero eso forma parte del hecho de ser humanos. Terminar, renovar, terminar, renovar.»

Lo mire. Vi toda la muerte del mundo. Me senti impotente.

– Encontraras un camino de vuelta a tu hermano -dijo Morrie.

– ?Como lo sabes?

Morrie sonrio.

– Me encontraste a mi, ?no?

El otro dia oi un cuentecillo bonito -dice Morrie. Cierra los ojos durante un momento y yo espero.

»Bueno. El cuento es de una olita que va saltando por el mar y lo pasa muy bien. Disfruta del viento y del aire libre, hasta que ve que las demas olas que tiene delante rompen contra la costa.

»'Dios mio, esto es terrible -dice la ola-. ?Mira lo que me va a pasar!'

«Entonces llega otra ola. Ve a la primera ola, que parece afligida, y le dice-. '?Por que estas tan triste?'

«La primera ola dice: '?Es que no lo entiendes? ?Todas vamos a rompernos! ?Todas las olas vamos a deshacernos! ?No es terrible?'

«La segunda ola dice-. 'No, eres tu la que no lo entiende. Tu no eres una ola; formas parte del mar'.

Sonrio. Morrie vuelve a cerrar los ojos.

– Parte del mar -dice-, parte del mar.

Lo veo respirar, inspirar y espirar, inspirar y espirar.

El decimocuarto martes

Nos decimos adios

Sentia frio y humedad mientras subia los escalones de la entrada de la casa de Morrie. Observaba los pequenos detalles, las cosas en las que no me habia fijado a pesar de todas las veces que habia ido de visita. El perfil de la colina. La fachada de piedra de la casa. Las plantas de palisandro, los arbustos bajos. Yo caminaba despacio, sin prisas, pisando hojas muertas mojadas que se aplastaban bajo mis pies.

Charlotte me habia llamado el dia anterior para decirme que Morrie «no estaba bien». Era su manera de decir que habian llegado los ultimos dias. Morrie habia anulado todas sus citas y habia pasado una buena parte de su tiempo durmiendo, lo que no era propio de el. Nunca le habia gustado dormir, por lo menos cuando habia gente con la que podia hablar.

– Quiere que vengas a visitarle -dijo Charlotte-; pero, Mitch…

– ?Si?

– Esta muy debil.

Los escalones del porche. El vidrio de la puerta principal. Yo absorbia aquellas cosas de una manera lenta, observadora, como si las viera por primera vez. Sentia la grabadora en la bolsa que llevaba al hombro, y abri la cremallera para asegurarme de que llevaba cintas. No se por que lo hice. Siempre llevaba cintas.

Abrio la puerta Connie. Aunque normalmente era optimista, tenia un aire tenso en el rostro. Me saludo en voz baja.

– ?Como va? -le pregunte.

– No muy bien.

Se mordio el labio inferior.

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