mitad izquierda de mi chica: habia perdido mas color y estaba apelmazada por el roce de mi menton que la barba crecida de dos dias torno abrasivo. Me apeno imaginar que en la tarde siguiente, al despertar, mi Muchachita Punk me guardaria rencor por eso. Escribi un papelito diciendo que el service quedaba a mi cargo y lo deje abrochado con un clip junto a un billete de cincuenta libras que habia comprado tan barato en Buenos Aires, en la garganta de su botita de astrakan. Asi asumia mi responsabilidad, y ella no necesitaria esperar otra semana para poner su cicatriz a cero kilometro. Actue como hombre y como argentino y aunque nadie atine nunca a determinar que espera un punk de la gente, yo no podia permitir que al otro dia mi Muchachita se amargase y anduviera por todas las discotheques de Londres insinuando que nosotros somos unos hijos de perra que perturbamos sus cicatrices y no pagamos el service, desmereciendo aun mas la horrible imagen de mi patria que desde hace un tiempo inculcan a los jovenes europeos. Me vesti. Al dejar el cuarto apague las luces. Para salir destrabe la cerradura de la cocina pero volvi a cerrarla y deslice la llave bajo la puerta. Los punks seguian peleando: el africano reprochaba a los otros no haberlo despertado para la cena. Otro lloraba, creo que era el frances.
Despues oi una silabas rarisimas: era alguien que hablaba en holandes.
Gracias a Dios no me vieron y encontre un taxi no bien sali a la calle, fria como una daga rusa olvidada por un geologo ruso recien graduado en la heladera de un hotel proximo a las obras suspendidas de Parana Medio.
La tarde siguiente, lei en The Guardian que durante la noche catorce vagabundos, a causa del frio, habian muerto, o crepado, estirando sin rencor sus veintitantas vagabundas patas inglesas, en pleno corazon de la ciudad de Londres.
Hicieron no se cuantos grados Farenheit; calculo que serian unos diez grados bajo cero, penique mas, penique menos. En el hotel me pegue un bano de inmersion y calentito y con el agua hasta la nariz lei en la edicion internacional de Clarin las hermosas noticias de mi patria. Quise volver.
Al dia siguiente 'vole a Bonn y de alli fui a Copenhague. Al cuarto dia estaba lo mas campante en Londres y no bien me instale en el hotel quise encontrar a mi Muchacha Punk. No tenia su telefono; su nombre no figura en el directorio de la vieja ciudad. Corri a su casa. Me recibio amistosamente Ferdinand, el novio de la hermana: mi Muchacha estaba en New York visitando a la madre y de alli saltaria a Zambia, para reunirse con el padre. volveria recien a fines de abril, y el no me invitaba a pasar porque en ese momento salia para la universidad, donde daba sus clases de citologia. Tipo agradable Ferdinand: tenia un Morris blanco y negro y manejaba con prudencia en medio de la rougb hour de aquel atardecer de invierno. Se mostro preocupado porque hacia un ano le venian fallando las luces indicadoras de giro del autito. Le sugeri que debia ser un fusible, que seguramente eso era lo mas probable que le sucederia al Morris. Rumio un rato mi hipotesis y finalmente concedio: -No lo se, tal vez tengas razon…
Me dejo en victoria Station, donde yo debia comprar unos catalogos de armas y unos articulos de caza mayor para mi gente de Buenos Aires.
Nos despedimos afectuosamente. El armero de Aldwick era un judio ingles de barbita con rulos y trenzas negras, lubricadas con reflejos azules.
Entre el y el librero de victoria Embankment -un paquistani- acabaron de estropearme la tarde con su poca colaboracion y su velada censura a mi acento. El judio me pregunto cual era mi procedencia; el pakistano me pregunto de donde yo venia. Conteste en ambos casos la verdad. ?Que iba a decir? ?Iba a andar con remilgos y tapujos cuando mas precisaba de ellos? ?Que habria hecho otro en mi lugar…? ?A muchos querria ver en una situacion como la de aquel atardecer tristisimo de invierno ingles…! Oscurecia. Inapelable, se nos estaba derrumbando la noche encima. Cuando escucho la palabra 'Argentina', el armero judio hizo un gesto con sus manos: las extendio hacia mi, cerro los punos, separo los pulgares y giro sus codos describiendo un circulo con los extremos de los dedos. No entendi bien, pero supuse que seria un ademan ritual vinculado a la manera de bautizar de ellos.
El paqui, cuando oyo que decia 'Buenos Aires, Argentina, Sur' arreglo su turbante violeta y adopto una pose de danzarin griego, tipo Zorba (?O seria una pose de danza del folklore de su tierra…?). Giro en el aire, chisto ritmicamente, palmeo sus manos y (canto muy desafinado la frase 'cidade maravilhosa dincantos mil', pero apoyandola contra la melodia de la opereta Evita.
Despues volvio a girar, se toco el culo con las dos manos, se aplaudio, y se quedo muy contento mostrandome sus dientes perfectos de marfil.
Senti envidia y pedi a Dios que se muriera, pero no se murio. Entonces le sonrei argentinamente y el sonrio a su manera y yo mire el pedazo visible de Londres tras el cristal de su vidriera: pura noche era el cielo, debia partir y senale varias veces mi reloj para apurarlo. No era antipatico aquel mulato hijo de mala perra, pero, como todo propietario de comercio ingles, era petulante y achanchado: tardo casi una hora para encontrar un simple catalogo de Webley amp; Scott. ?Asi les va…!