papel y mirando con resignacion a los alumnos que se desplazaban por el aula en busca de un reparo de los azares de la naturaleza y de la imprevision.
Eran muchachos de clase media, hijos de funcionarios, profesionales y chacareros afortunados de la pampa humeda.
Pero mejor no referir la expresion 'humeda' en presencia de quien haya cursado estudios en esas universidades chotas, para no devolver a su memoria la imagen penosa -chota- de los anocheceres de invierno mal alumbrados a causa de las falencias de la red energetica del pais, que las usinas locales nunca terminaban de suplir con dinamos asistidos por calderas de vapor y motores diesel conseguidos en los desguaces de la antigua flota de mar.
?Quien busca la piedad? Nada de esto inspirara piedad a los hombres del siglo veintiuno. Tampoco en ella se inspiraron los generales de 1955, gente dispuesta a todo salvo a distraerse en consideraciones esteticas y pedagogicas en el momento de tomar decisiones.
A los seguidores de los generales Lonardi y Aramburu les basto aplicar sobre esas excrecencias de la precariedad la misma politica de tierra arrasada que se trazaron para todas las instituciones fruto de la mania distribucionista del general que los precedio.
Algun exagerado se dio a quemar bibliotecas y a desmontar cubiculos de madera aglomerada, que, pese a la humedad, tambien ardieron sobre las brasas de vigas de pino y durmientes de quebracho cubriendo con sus cenizas los escombros de unas paredes inestables, faciles de derrumbar.
Pero la mayoria, sin quemar ni someterse al espectaculo penoso -choto- de la miseria ardiendo, se limito a transferir la propiedad de las tierras que ocupaban esas chotas universidades a las reparticiones municipales encargadas la recoleccion de residuos urbanos.
No por piedad, sino por ese principio castrense que entre los militares predispone a una suerte de solidaridad hacia cualquier practica inutil que parasite la riqueza publica, burocratas y docentes que habian buscado en la parodia academica sustento y seguridad fueron indemnizados con seis sueldos, sus correspondientes aguinaldos y vacaciones pagas, mas una serie de plus reglamentados para compensar las retenciones a las cuentas jubilatorias, sindicales, sanitarias y turisticas, que por entonces mermaban los salarios.
Debia haber otras fuentes de retencion. En cuanto a los plus compensatorios, nadie recuerda la nomina completa. Estaba el plus de ruralidad, que se agregaba a los salarios de quienes debian desempenarse a mas de cien kilometros de la capital del pais, el de dedicacion, que solo cobraban quienes cumplian un turno de cuatro horas o mayor, y el llamado plus acumulativo, que se adjudicaba a quienes habian obtenido un incremento de mas del veinte por ciento de su sueldo neto como resultado de la suma de los restantes plus.
En ciertas zonas regia un plus especial. Lo llamaban 'laudo de servicios reconocidos' y sumaba el nueve por ciento al salario bruto de los que hubiesen completado el servicio militar sin sanciones, y a quienes cumplieran ocho horas mensuales de trabajos voluntarios en los desfiles o en los servicios de asistencia social que organizaban municipios, sindicatos y delegaciones del partido gobernante.
Esto sucedia en una era pre-informatica. Por entonces, liquidar los salarios aplicando tantas normas y calculando tan diversos coeficientes requeria un adicional de mano de obra que el sistema educativo no alcanzaba a capacitar pese a las grandes inversiones volcadas sobre educacion tecnica y especializada.
Por ello, no solo en la pequena empresa, sino tambien en las industrias de gran escala y hasta en reparticiones estatales, los administradores se resignaban a un calculo global estimativo, que, en esos buenos momentos de la economia, se sometia al criterio consensual de reducir al minimo las mermas salariales y mantener los plus en un nivel cercano al de los maximos coeficientes aplicables.
Parecera mentira y en estos casos es inutil decir que, sin embargo, es verdad.
Pero es verdad: dias despues, en la misma semana en que habian velado el cuerpo, y en la misma casa donde aparecio el coriaceo volumen cuya concrecion desvelo su tiempo libre, yace el libro bajo la luz apergaminada de un velador y pasan horas sin que manos humanas, y ni siquiera una yema de dedo de mano humana, se disponga a hurgar entre sus paginas mecanografiadas.
Apenas infimas patitas de insectos saltarines que convoca la luz recorren sin cesar el lomo, la tapa, y el encimado mazo de hojas que lentamente van amarilleando.
En los lugares donde el engrudo, al secarse, estiro un borde del papel, se produjeron pliegues entre las hojas formando un tunel insignificante. Alli el texto, por lo menos en los primeros renglones del margen interno de la seccion del libro mas afectada por el encolado irregular, hace franco contacto con el aire y con la poca luz del velador que llega a filtrarse, apergaminando aun mas el fondo blanco del papel.
Pero ninguno de estos insectos se interesa por recorrerlo.
Son de una especie poco proclive a explorar oquedades: pareceria que solo les interesa la luz.
Ni pican a la gente: apenas molestan al humano posandose y escarbando poros en las zonas mas sensibles de la piel.
Han de alimentarse de algunas proteinas que el humano excreta y es evidente que beben el sudor y se banan en los vapores de la nuca porque jamas se los ve libar en flores, ni horadar tallos u hojas de plantas, o rondar la basura.
Dios, que hizo a todos por igual, habra tenido sus motivos para disponer asi a estos insectos a los que llaman 'cotorritas' y que tan facilmente se pueden aplastar con la yema.
No se sabe cuando puede ocurrir, pero hay un dia en el que, sin proponerselo, cada uno se libra del habito de aplastar cotorritas con las yemas, pisar hormigas y cucarachas con las suelas y reventar ratones atolondrados por el veneno con el taco alto de las botas de montar. Son seres que no vale la pena combatir porque siempre se las componen para mantener una poblacion estable, cuya magnitud solo varia con la temperatura, la intensidad de la luz, y el excedente de comida disponible.
Habria que averiguar de que se alimentaban las cotorritas antes su encuentro con la especie humana iluminada por la electricidad. Los entomologos deben tener una explicacion y alguno de ellos ha de haber evaluado en el nexo entre la evolucion de la poblacion de estos dipteros y el desarrollo de la economia humana desde el arado a la electricidad.
Si pocas amas de casa alguna vez han reparado un velador, menos sera n las que hayan reparado en lo que significa para sus vidas el acceso a alumbrado electrico. Para la mayoria de estas contemporaneas la luz electrica es algo tan natural como el aire, las bebidas gaseosas y la politica de urbanidad con que los hombres simulan acatar la igualdad de los sexos.