Solo una minoria de reflexivas tendra conciencia de que la electricidad es una conquista reciente cuyas ventajas son del orden de la higiene y la practicidad y el bimestre de credito que conceden los proveedores del fluido. Pero ni ellas ni los jefes de familia advierten que el sentido economico de esta tecnologia guarda una intima relacion con ese plus de higiene y comodidad que brinda la incandescencia regulada por un flujo constante de corriente voltaica.

Entre las ventajas economicas, se destaca que la lampara de arco, y mas que ella, la bombilla de filamento, y aun mas los tubos y las ampollas de gases incandescentes, convierten la energia en luz minimizando en ese tramite la emision de calor.

Esto que parece una ventaja para los hogares, facilita la proliferacion de las verdes y sumisas cotorritas que pululan sobre las mesas de noche de las casas. Su hacinamiento y proliferacion serian impensables en una humanidad alumbrada por la combustion directa: alli terminarian ahogadas por el humo o carbonizadas por la llama, mucho antes de entregarse al juego aplastante de la yema de un dedo, o de morir naturalmente por un ocasional descenso de la temperatura veraniega.

La electricidad es amiga de la gente domestica y de las poblaciones de dipteros. En cambio, la brusca virazon del viento hacia el cuadrante sur, que para el habitante de la ciudad parece una bendicion del cielo, es para la cotorrita un enemigo mas pernicioso que el DDT -al que los insectos se adaptan en el curso de unas pocas generaciones- y mas danino que el habito de amasarlas entre el pulgar y el indice como si fuesen bolillitas de moco.

Estas cosas jamas conseguiran mermar las poblaciones que saltan y proliferan bajo la lampara. Si la agresion humana tuviese algun efecto sobre la poblacion de dipteros, dificilmente produzca un cambio, siquiera infinitesimal, en el equilibrio ecologico entre ambas especies.

Segun la creencia popular -y a la vista de la banalidad de la prensa, no es imprudente atenerse a las creencias del pueblo-, Dios hizo a los humanos tal como a las fotofilas cotorritas veraniegas, y ellas y el hombre, en cierta forma de equivalencia, conviven verano tras verano.

No puede saberse si a semejanza del lector humano que necesita su energia termica luminosa para descifrar los signos de la tosca narrativa dominical, ellas buscan la luz por el calor y para mimetizar la fotosintesis que su costra quitinosa tan verde sugiere, o, si al reves, terminan tan cerca de la luz porque necesitan una proximidad humana para saciar su hambre de proteinas y su sed de solucion acuosa de sodio y calcio, que repondra los iones indispensables para alistarse a un nuevo salto.

– Tac…!

Salto otra cotorrita agregandose a esa mayoria de insectos que nunca nadie aplastara: otro objeto perdido entre los hilos del relato que se libra a su propio curso con la esperanza de volver a recogerlo en un haz y destejerlo recuperando fibra a fibra la trama que volvera a torcer y a retejer hasta tensar la cuerda narrativa, los hilos del relato, el curso de las tramas curvandose bajo el peso de su mero transcurrir, lo atribuible, la red de las metaforas, el encordado de la prosa, la tension del clavijero sintactico, la resonancia de la caja hueca de las ideas, la estupidez con todo lo que su armonia infinita puede llegar a contener, y la afinacion del instrumento narrativo, y el breve texto, y los texticulos y la chotez de los textos de prensa.

Hasta aqui la metafora 'choto' se ha aplicado una docena de veces. En ciertos casos es util clasificar: se ha usado seis veces en su version masculina, otras tantas en genero femenino, y una mas, en este parrafo, en un genero virtualmente neutro, que acude a la grafia 'choto' no para aludir a un objeto, ni para metaforizar una sensacion dificil de exponer en un texto de divulgacion o en un relato, sino para referir la expresion 'choto'.

Eso comentaba un filologo de la Universidad de Cordoba hacia el fin de un almuerzo, en mayo de 1996. El hombre habia prescindido del postre. En cambio, sus dos acompanantes pidieron sendas porciones de un exquisito postre que era especialidad del local.

– Miren…! -Dijo- Acaban de servirles pequenos penes a la pequena vagina…

Justamente, el mozo depositaba sobre la mesa dos platos de membrillos a la vainilla.

Hubo elogios al postre y antes de que sirvieran el cafe tuvo lugar a una charla sobre el recurso metaforico al organo copulador en el habla coloquial.

El muerto, el finado perito, tenia una verdadera pasion por estas cosas. No era periodista, pero como se consideraba un intelectual, cultivaba la amistad de la gente de prensa y siempre aparecia por un bar donde el personal de redaccion de los medios suele congregarse.

La mayoria de los parroquianos lo nombraba con su apodo, para diferenciarlo de autores conocidos y de sus companeros de redaccion, a quienes, por razones institucionales, solian refererirse con el apellido, suprimiendo nombre y sobrenombre.

Pero igual: si hubiera publicado su librito, algun habitue de ese tugurio le habria dedicado una columna del suplemento, con todos los elogios de practica.

Entre los elogios que se escucharon en el velorio, un profesor de lenguas conto que el muerto atesoraba en la memoria gran cantidad de curiosidades sobre el habla corriente y manifesto su esperanza de que, en alguna parte, las hubiese copiado y compilado.

Infelizmente, la etapa mas activa de su vida habia transcurrido en una era preinformatica. De lo contrario, habria entradas en los archivos de sus unidades de memoria y seria facil reconstruir ese hipotetico tesoro que ahora estaba deleteandose en el fondo de los rigidos discos neuronales de su cabeza muerta.

Fue una de las nueras del muerto la que sugirio la posibilidad de que tal vez hubiera algo en el libro que habia escrito.

– ?Escrito…? ?Como…? ?Tenia libros escritos y nunca en la vida lo comento…? -Se asombraba un viejo de la inmobiliaria que todos los anos lo acompanaba a la Feria del Libro de Buenos Aires.

– Si -dijo una amiga de la nuera-, ya encontramos uno… Esta en la pieza que era el dormitorio de los chicos…

Pero en el libro no habia compilaciones. Por la calidad de las tapas de cuero y el prolijo guillotinado del papel, cualquiera habria esperado una obra impresa, con portada, datos editoriales, prologo y colofon. No habia nada de eso. El papel, de buena calidad, estaba mecanografiado en tipos desparejos y en algunos parrafos las letras en tinta negra tenian un halo rojizo, probando que fue copiado con una cinta obsoleta, o con una maquina cuyas palancas y engranajes ya estaban fuera de registro.

Registrandolo a medianoche, los dos de la cooperativa de credito, -gente culta, uno de ellos era universitario- coincidieron en afirmar que se trataba de una especie de novela que merecia una lectura cuidadosa. Comenzaba con el relato de alguien que queria escribir en verano, pero vivia atormentado por los insectos que, antes de la

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