el techo y la plataforma girando arriba. Aunque sabia que iba a caer de espaldas, con la columna y el craneo soportando el golpe, no lograba darme vuelta. Busque algun asidero y mi imaginacion conjuro ferviente, febrilmente el volador estay del foque. Las cuatro caras que se inclinaban hacia mi —la visera del yelmo de Sidero, las mejillas de tiza de Idas, la sonrisa de Purn, los rasgos bellos y brutales de Gunnie— parecian mascaras de pesadilla. Y seguro que ningun infeliz arrojado de la Torre de la Campana tuvo nunca tanto tiempo para contemplar su propia destruccion.

Golpee con un impacto que me corto el aliento. Durante cien o mas latidos estuve tendido, boqueando como cuando volvi por fin al interior de la nave. Poco a poco me di cuenta de que, aunque en verdad habia sufrido una caida, no estaba peor que si me hubiera caido de mi cama a la alfombra en un sueno maligno de Tifon. Me sente y no me descubri ningun hueso roto.

Fardos de papel me habian hecho de alfombra, y pense que Sidero tenia que saber que estaban alli y yo no iba a lastimarme. Entonces vi junto a mi un mecanismo fantasticamente ladeado, erizado de manijas y palancas.

Me puse en pie. Lejos, arriba, la plataforma estaba vacia y habian cerrado la puerta que llevaba al pasillo. Busque la escalerilla, de la que alcance a ver unos peldanos detras del mecanismo. Lo bordee, obstruido por el desorden de los fardos (como los habian atado con sisal y algunos hilos se habian roto, resbale sobre documentos como si me deslizara sobre nieve) pero muy ayudado por la levedad de mi cuerpo.

Atento como estaba a donde apoyar los pies, no vi lo que tenia delante hasta que de hecho me encontre mirando un rostro ciego.

III — La cabina

Lleve la mano a la pistola; casi sin darme cuenta me encontre esgrimiendola. La hirsuta criatura no parecia diferente de la encorvada silueta de la salamandra que por poco me habia quemado vivo en Thrax. Yo esperaba que se alzara en dos patas y revelara un corazon ardiente.

No lo hizo, y tarde demasiado en disparar. Por un momento aguardamos inmoviles; luego la criatura huyo, a cuatro patas y saltando entre las cajas y los barriles como un cachorro torpe persiguiendo la viva pelota que era ella misma. Con el vil instinto que hay en todo hombre de matar cualquier cosa que lo asuste, dispare. El haz — mortal todavia, aunque lo hubiera reducido al minimo para sellar el cofre de plomo hendio el aire y dio en un lingote de aspecto solido haciendolo sonar como un gong. Pero la criatura, fuera lo que fuese, estaba al menos a doce anas y un momento despues desaparecia tras una estatua envuelta en vendas protectoras.

Alguien grito, y crei reconocer la bronca voz de contralto de Gunnie. Se oyo algo que parecia el canto de una flecha y luego un alarido de otra garganta.

La criatura hirsuta reaparecio dando saltos, pero esta vez yo me habia recuperado y no dispare. Aparecio Purn y disparo su carabina, balanceandola como un arma de caza. En vez del rayo que yo esperaba proyecto una cuerda, algo rapido y flexible que a la extrana luz parecia negro y volaba con el canto singular que yo habia oido un momento atras.

La cuerda negra dio en la criatura hirsuta y la envolvio con una o dos vueltas, sin producir en apariencia otro resultado. Purn dio un grito y salto como una cigarra. A mi no se me habia ocurrido que en ese vasto lugar yo tambien podia saltar como en cubierta, pero ahora lo imite (sobre todo porque no queria perder contacto con Sidero antes de vengarme) y poco me falto para abrirme la cabeza contra el techo.

Mientras estaba en el aire, con todo, tuve una vista magnifica de la bodega. La criatura hirsuta, que bajo el sol de Urth podria haber sido leonada, rayada de negro, saltaba con una energia frenetica; yo aun estaba mirandola cuando la carabina de Sidero la mancho todavia mas. Casi encima de ella estaba Purn, e Idas y Gunnie, que disparaba sin dejar de correr, a grandes saltos, de cumbre a cumbre entre el amasijo de la carga.

Me deje caer cerca de ellos y trepe inestablemente a la abertura de una carronada de montana. Apenas habia visto a la criatura hirsuta gateando hacia mi cuando salto casi hasta mis brazos. Digo «casi» porque en realidad no la agarre, y sin duda ella tampoco. De todos modos quedamos unidos: las cuerdas negras se adherian tanto a mi ropa como a las lisas tiras (ni piel ni plumas) de la criatura.

Un momento despues de que cayeramos de la carronada, descubri otra propiedad de las cuerdas: si uno las estiraba, se contraian despues hasta una longitud menor que la precedente y apretaban con mas fuerza. Pugne por liberarme y me encontre mas maniatado que nunca, circunstancia esta que a Gunnie y Purn les resulto altamente divertida.

Sidero cruzo nuevas cuerdas sobre la criatura hirsuta y le dijo a Gunnie que me desatase, cosa que ella hizo usando la daga.

—Gracias —dije.

—Pasa siempre —dijo ella—. Una vez yo me quede pegada asi a una cesta. No hay que preocuparse.

Conducidos por Sidero, Purn e Idas ya se llevaban a la criatura. Me levante.

—Me temo que he perdido la costumbre de que se rian de mi.

—?Alguna vez la tuviste? No parece.

—Cuando era aprendiz. De los mas jovenes se reia todo el mundo, sobre todo los aprendices mayores.

Gunnie se encogio de hombros.

—Si lo piensas, la mitad de las cosas que hace la gente son siempre graciosas. Es como dormir con la boca abierta. Si eres comisario de intendencia nadie se rie. Pero si no, hasta tu mejor amigo te mete una bola de pelusa. Esas no intentes quitartelas.

Las cuerdas negras se habian adherido al pelo de mi camisa de terciopelo y yo las habia estado arrancando.

—Tendria que llevar un cuchillo —dije.

—?O sea que no lo llevas? —Me miro compasivamente, los ojos grandes, oscuros y suaves como los de cualquier vaca.— Pero todo el mundo debe tener un cuchillo.

—Antes llevaba una espada —dije—. Despues de un tiempo la deje, salvo para las ceremonias. Cuando salia de mi camarote pense que era mas adecuada una pistola.

—Para la lucha. ?Pero cuanto tiene que luchar un hombre con tu aspecto? —Dio un paso atras para mirarme.— No creo que haya muchos que te den problemas.

Lo cierto es que, con aquellas botas de suela gruesa, ella era alta como yo. Tambien parecia pesar lo mismo en todas las partes donde mujeres y hombres tienen peso: los huesos estaban revestidos de verdaderos musculos, y encima habia una buena cantidad de grasa.

Riendo, admiti que no me habria sobrado un cuchillo cuando Sidero me habia tirado de la plataforma.

—Uy, no —dijo ella—. Con un cuchillo ni lo habrias rasgunado. —Sonrio ironicamente.— Eso dijo el rufian cuando entro el marinero. —Me rei, y ella enlazo su brazo con el mio.— El caso es que el cuchillo no se usa sobre todo para luchar. Se usa para trabajar, de un modo u otro. ?Como vas a empalmar una cuerda sin un cuchillo, o abrir una caja de raciones? Avanza con los ojos abiertos. En estas bodegas nunca se sabe que puede aparecer.

—Estamos yendo hacia otro lado —dije.

—Conozco el camino, y si fueramos por donde vinimos no descubririas nada. Es demasiado corto.

—?Que pasa si Sidero apaga las luces?

—No podria. Una vez que las enciendes siguen asi hasta que no quede nadie que vigilar. Oh, veo algo. Mira alli.

Mire, seguro de pronto de que durante la caceria de la criatura hirsuta Gunnie se habia fijado en un cuchillo y ahora fingia descubrirlo. Solo se veia un mango de hueso.

—Adelante. A nadie le va a molestar que te lo lleves.

—No es eso lo que estaba pensando —le dije.

Era un cuchillo de caza, de punta estrecha y una pesada hoja serrada de unos dos palmos de largo. Perfecto, pense, para el trabajo rudo.

—Recoge tambien la vaina. No lo vas a tener todo el dia en la mano.

Era de simple cuero negro, pero incluia un bolsillo que alguna vez habia guardado una herramienta pequena, y me recordo el bolsillo para la amoladera en la vaina de piel humana de Terminus Est. El cuchillo ya me

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