Gene Wolfe
La Urth del Sol Nuevo
I — El palo mayor
Habiendo arrojado un manuscrito a los mares del tiempo, empiezo una vez mas. Cierto que es absurdo; pero no soy yo —no sere— tan absurdo como para suponer que este vaya a encontrar un lector, ni siquiera en mi. Dejadme entonces describir, para nadie y para nada, quien soy y que le hice a Urth.
Mi verdadero nombre es Severian. Mis amigos, que nunca fueron muchos, me llamaban Severian el Manso. Mis soldados, que una vez conduje en gran numero, Severian el Grande. Mis enemigos, que se multiplicaban como moscas, y como moscas nacian de los cuerpos esparcidos por mis campos de batalla, Severian el Torturador. Fui el ultimo Autarca de la Comunidad, y como tal unico gobernante legitimo de este mundo cuando se llamaba Urth.
?Pero que enfermedad esto de escribir! Hace unos anos (si el tiempo conserva algun significado), escribia en mi camarote de la nave de Tzadkiel, recreando de memoria el libro que habia compuesto en un triforio de la Casa Absoluta. Sentado, hacia correr la pluma como cualquier escriba, copiando un texto que no me costaba nada traer a la mente, y sentia que interpretaba el significativo acto final de mi vida; o mejor dicho, el ultimo sinsentido.
Asi que escribia y dormia, y me levantaba para volver a escribir, la tinta volando por el papel, hasta revivir al fin el momento en que entre en la torre de la pobre Valeria y lo oi y todo lo demas me hablo, y senti que la orgullosa carga de la virilidad me caia en los hombros y supe que ya no era un muchacho. De esto hace diez anos, pense. Habian pasado diez anos cuando lo escribi en la Casa Absoluta. Ahora es un siglo o mas. ?Quien sabe?
Me habia llevado a bordo un angosto cofre de plomo con una tapa muy ajustada. Como habia previsto, el manuscrito lo lleno. Baje la tapa y le eche llave, puse mi pistola en intensidad minima y con el haz fundi tapa y cofre en una sola masa.
Para salir a cubierta uno recorre extranas pasarelas, en las que resonaban a menudo los ecos de una voz que, si bien no se oye claramente, siempre puede entenderse. Cuando llega a una compuerta tiene que ponerse una capa de aire, una invisible atmosfera propia sostenida por lo que apenas parece un collar brillante de cilindros unidos. Para la cabeza hay una capucha de aire, guantes de aire para las manos (que sin embargo se adelgazan cuando uno agarra algo y dejan que se cuele el frio), botas de aire y asi.
Las naves que viajan entre soles no son como las naves de Urth. En vez de cubierta y casco hay una cubierta tras otra, de modo que recorriendo la borda de una se termina caminando por la siguiente. Son cubiertas de madera, que resisten el mortifero frio mucho mas que el metal; pero debajo hay metal y piedra.
De cada cubierta brotan palos cien veces mas altos que la Torre de la Bandera de la Ciudadela. Aunque cada pieza parece recta, cuando uno las mira de arriba abajo, que es como mirar un camino tedioso que se pierde en el horizonte, advierte que se curvan levemente, dobladas por el viento de los soles.
Hay innumerables palos; cada uno lleva mil vergas y cada verga despliega una vela de fuligeno y plata. Estos velamenes llenan el cielo, de modo que si un hombre desea ver desde cubierta el resplandor limon, blanco, violeta y rosa de los soles distantes tiene que esforzarse para distinguirlo entre las velas, como deberia esforzarse para distinguirlo entre las nubes de una noche de otono.
Como me dijo el mayordomo, de vez en cuando un marinero subido a la arboladura pierde pie. Cuando en Urth pasa esto, por lo general el desdichado cae en la cubierta y muere. Aqui ese riesgo no existe. Aunque la nave es muy poderosa, y aunque estamos cerca del centro —quienes caminan por Urth no estan tan cerca del centro de Urth— la atraccion es escasa. El marinero negligente flota como un vilano entre las velas y los obenques, muy lastimado por el desprecio de sus colegas, cuyas voces sin embargo no puede oir. (Pues el vacio silencia toda voz salvo la del que habla, a menos que dos se acerquen tanto como para que las vestimentas de aire se vuelvan una sola atmosfera.) Y he oido decir que si no fuera asi el bramido de los soles ensordeceria el universo.
Cuando sali a cubierta yo sabia poco de todo esto. Me habian dicho que tendria que ponerme un collar, y que las compuertas estaban construidas de tal forma que para poder abrir la de fuera hay que cerrar la de dentro; pero casi nada mas. Imaginense mi sorpresa, entonces, cuando di un paso afuera con el cofre de plomo bajo el brazo.
Por encima de mi se alzaban los palos negros y las velas plateadas, hilera tras hilera, tantas que parecian capaces de apartar las estrellas a un lado. El cordaje podria haber sido la tela de una arana grande como la nave, y la nave era mas grande que muchas isletas que se jactan de una casona con un armigero dentro que se cree casi un monarca. La cubierta en si era extensa como una llanura; solo pisarla requirio todo mi coraje.
Mientras escribia en mi camarote, apenas me habia dado cuenta de que mi peso se habia reducido en siete octavos. Ahora tenia la impresion de ser un fantasma, o mejor un hombre de papel, el marido justo para la mujer de papel que habia coloreado y exhibido cuando era chico. El viento de los soles es menos fuerte que el cefiro mas leve de Urth; pero yo alcanzaba a sentirlo y temia que me arrastrara. Mas que caminar por la borda me parecia que casi flotaba sobre ella; y se que era asi, porque la energia del collar mantenia un zocalo de aire entre las tablas y las suelas de mi botas.
Pensando que en la cubierta habria muchos marineros, como en nuestras naves de Urth, busque alguno que me indicara la mejor manera de trepar. No habia ninguno; para evitar que se les estropeen las capas de aire, todos los hombres permanecen abajo mientras no los necesiten en la arboladura. Por supuesto, no hubo respuesta.
A pocas cadenas de distancia habia un palo, pero no bien lo vi supe que no podria trepar por el; era mas grueso que cualquier arbol que haya agraciado nuestros bosques, y liso como metal. Eche a caminar, temeroso de mil cosas que no podian hacerme dano y del todo ignorante de los verdaderos peligros que corria.
Como las cubiertas son planas, los marineros pueden hacerse senas desde lejos; si fueran curvas, con superficies siempre equidistantes del centro de la nave, dos manos distanciadas quedarian mutuamente ocultas a la vista, como se ocultan los barcos unos a otros bajo los horizontes de Urth. Pero porque son planas parecen siempre inclinadas salvo si uno se para en el centro. Asi, aunque casi no tenia peso, yo sentia que estaba subiendo una colina fantasma.
Y subi durante muchas respiraciones, quiza durante media guardia. El silencio parecia aplastarme; era una quietud mas palpable que el barco. Oia el tenue golpeteo de mis pasos desparejos en las tablas y de vez en cuando una agitacion o un murmullo bajo los pies. Aparte de esos ruidos debiles no habia nada mas. Desde que siendo nino recibi la instruccion del maestro Malrubius, he sabido que el espacio entre los soles no esta en absoluto vacio; por alli se hacian muchos cientos y acaso muchos miles de viajes. Como aprendi mas tarde, tambien hay otras cosas: la ondina que habia encontrado dos veces me habia dicho que en ocasiones nadaba en el vacio, y por alli volaba tambien el ser alado que yo habia entrevisto en el libro del Padre Inire.