estaba gustando, y cuando vi eso, me gusto mucho mas.

—Pontelo en el cinturon.

Le hice caso, y me lo coloque a la izquierda para que equilibrara el peso de la pistola.

—Diria que un velero esta asi mejor estibado.

Gunnie se encogio de hombros.

—En realidad esto no es carga. Solo trastos. ?Sabes como esta construido?

—No tengo la menor idea.

Se rio. —Lo mismo que todos, supongo. Nosotros nos pasamos ideas unos a otros, pero al final siempre descubrimos que son equivocadas. En parte, al menos.

—Habria pensado que conociais vuestra nave.

—Es demasiado grande, hay muchos lugares adonde no nos llevan nunca, y solos no podemos saber donde estan. Pero tiene siete lados; asi puede soportar mas velamen. ?Me sigues?

—Comprendo.

—Algunas cubiertas, creo que tres, tienen bodegas profundas. Alli va la carga principal. En las otras cuatro dejan unos espacios en forma de cuna. Algunas, como esta, se usan para los trastos. Una parte es para camarotes y salas de la tripulacion. Y a proposito, es mejor que regresemos.

Me habia guiado hasta otra escalerilla y otra plataforma.

—En cierto modo —dije— imagine que pasariamos por un panel secreto, o que tal vez mientras caminabamos estos trastos, como los llamas tu, se transformarian en un jardin.

Gunnie meneo la cabeza. —Veo que ya la conoces un poco. Encima eres poeta, ?no? Y apuesto a que mientes bien.

—Yo era el Autarca de Urth; eso me exigia mentir de vez en cuando, si asi te gusta. Nosotros lo llamabamos diplomacia.

—Bien, dejame decirte que esta es una nave de trabajo; solo que no la construyo gente como tu y yo. Autarca… ?quiere decir que gobernabas toda Urth?

—No, apenas una pequena parte, aunque era el jefe legitimo de todo. Y desde que empece el viaje he sabido que si tengo exito no volvere como Autarca. Te veo singularmente impavida.

—Hay tantos mundos… —me dijo. De golpe se agacho y dio un salto, y se elevo en el aire como un gran pajaro azul. Aunque yo habia dado saltos asi, me extrano verlo en una mujer. El ascenso la llevo algo menos de un codo por encima de la plataforma, y no habria sido incorrecto decir que flotaba.

Yo habia pensado que el alojamiento de la tripulacion seria una sala angosta como el castillo de proa del Samru. En cambio habia una conejera de grandes cabinas, y muchos niveles que se abrian a andenes alrededor de un pozo de ventilacion comun. Gunnie dijo que era hora de que ella regresara a su puesto y sugirio que me buscara un camarote vacio.

Estuve a punto de recordarle que ya tenia un camarote, del que habia salido hacia apenas una guardia; pero algo me retuvo. Asenti y le pregunte cual era la mejor ubicacion, queriendo decir —y Gunnie lo entendio bien— en que cabina estaria mas cerca de ella. Me la indico y nos separamos.

En Urth las cerraduras mas antiguas se dejan encantar con palabras. Mi camarote tenia cerradura parlante, y aunque las escotillas que habiamos abierto Sidero y yo no habian necesitado que les hablasemos, las puertas color oliva de los compartimientos de la tripulacion eran de ese tipo. Las primeras dos que aborde me informaron que los camarotes que protegian estaban ocupados. Eran sin duda mecanismos viejos; note que empezaban a tener diferentes personalidades.

La tercera me invito a entrar diciendo:

—?Que cabina mas bonita!

Le pregunte cuanto hacia que la bonita cabina estaba deshabitada.

—No lo se, amo. Muchos viajes.

—No me llames amo —le dije—. Todavia no he decidido tomar tu cabina.

No hubo respuesta. Es obvio que esas cerraduras tienen una inteligencia seriamente limitada; de lo contrario se podria sobornarlas y seguro que pronto enloquecerian. Al cabo de un momento se abrio la puerta. Entre.

Comparada con el camarote que yo habia dejado, no era una cabina bonita. Habia dos literas angostas, un armario y un baul; en un rincon, enseres sanitarios. Todo lo cubria tal capa de polvo que no me costo imaginarmelo entrando en nubes grises por la rejilla de ventilacion, aunque las nubes solo pudiera verlas alguien capaz de comprimir el tiempo, de alguna manera, como lo comprimia la nave; alguien que viviera como los arboles, para los cuales cada ano es un dia; o como el Gyoll, corriendo por el valle de Nessus durante edades enteras del mundo.

Mientras pensaba esas cosas, cuya meditacion me llevo mas tiempo que hace un instante escribirlas, habia encontrado un trapo rojo en el armario; despues de humedecerlo en la pila, habia empezado a quitar el polvo. Cuando adverti que ya habia limpiado la tapa del baul y el bastidor metalico de una litera, supe que quiza de un modo inconsciente habia decidido quedarme. Localizaria mi camarote, por supuesto, y mas que a menudo dormiria alli.

Pero tambien tendria esta cabina. Cuando me aburriera, me uniria a la tripulacion para aprender algo mas del manejo de la nave, lo que nunca aprenderia como pasajero.

Ademas estaba Gunnie. Yo habia tenido suficientes mujeres en los brazos como para no jactarme del numero —uno descubre pronto que la union mutila el amor cuando no lo acrecienta— y la pobre Valeria ocupaba muchas veces mi pensamiento; sin embargo tenia hambre del afecto de Gunnie. Como Autarca no me sobraban amigos: pocos aparte del padre Inire, y la unica mujer era Valeria. Cierta calidad de la sonrisa de Gunnie me recordaba la infancia feliz con Thea (?como aun la echaba de menos!) y el largo viaje hasta Thrax con Dorcas. Entonces yo habia considerado ese viaje un mero exilio, y cada dia me habia apresurado a seguir adelante. Ahora sabia que en muchos sentidos habia sido el verano de mi vida.

Enjuague de nuevo el trapo, consciente de que lo habia hecho muchas veces aunque no pudiera decir cuantas; cuando busque otra superficie polvorienta, descubri que ya las habia limpiado todas.

El colchon no era asunto tan facil, pero de alguna manera habia que limpiarlo: estaba sucio como lo demas, y seguro que de vez en cuando querriamos usarlo. Lo saque al anden que colgaba sobre el pozo de aire y lo golpee hasta dejarlo sin polvo.

Cuando habia terminado y lo estaba enrollando para llevarlo de nuevo a la cabina, el viento del pozo de aire trajo un grito salvaje.

IV — Los ciudadanos de las velas

Venia de abajo. Atisbe por sobre la baranda fina como una varilla y mientras atisbaba lo oi de nuevo, lleno de angustia y una soledad que sono y resono entre los pasadizos metalicos, las hileras metalicas de cabinas metalicas.

Oyendolo, por un momento me parecio que era un grito mio, algo que habia llevado muy escondido en mi desde la manana aun oscura en que anduviera por la playa con el acuastor maestro Malrubius y viera disolverse al acuastor Triskele en polvo reluciente. El grito se habia librado y separado de mi, y estaba abajo, elevandose en la tenue luz perdida.

Tuve la tentacion de saltar por sobre la baranda, porque entonces no conocia la profundidad de ese pozo. Lo cierto es que tire el colchon dentro de mi nueva cabina y baje por la angosta escalera en espiral saltando de tramo en tramo.

Desde arriba, el abismo del pozo parecia opaco, como si el extrano fulgor de las lamparas amarillas no alcanzara a difundirse. Yo habia supuesto que cuando llegara a los niveles inferiores la opacidad desapareceria; pero en cambio se solidifico, al punto de hacerme recordar la camara de nubes de Calveros, aunque en realidad no era tan gruesa. El aire arremolinado tambien se volvio mas caliente, y acaso la niebla que lo envolvia todo solo resultara de la mezcla entre el tibio vapor de las entranas de la nave y la atmosfera mas fresca de los niveles superiores. Pronto empece a sudar bajo la camisa de terciopelo.

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