detras puedan llegar a horrorizarte.
El corredor era demasiado angosto para que caminaramos los cuatro juntos; Barbatus iba a mi lado y Famulimus y Ossipago detras. Me ha costado mucho librarme de la desesperacion que se apodero de mi en aquel momento.
—?Esta es la primera vez? —pregunte—. ?No nos hemos visto antes?
—Aunque nosotros no te conocemos, Severian —gorjeo Famulimus— tu nos conoces. Ya note lo mucho que te alegrabas cuando nos viste. Nos hemos encontrado muchas veces y somos amigos.
—Pero no volveremos a encontrarnos —dije—. Para vosotros, que cuando nos despidamos retrocedereis en el tiempo, esta es la primera vez. Entonces para mi es la ultima. La primera vez que nos vimos me dijisteis: «?Bienvenido! No hay para nosotros alegria mayor que saludarlo, Severian», y al partir os pusisteis tristes. Me acuerdo muy bien, me acuerdo muy bien de todo, conviene que lo vayais sabiendo, de que yo estaba en el techo del castillo de Calveros, bajo la lluvia, y vosotros me saludasteis desde la borda de vuestra nave.
—Solo Ossipago tiene una memoria como la tuya —susurro Famulimus—. Pero yo tampoco lo olvidare.
—De modo que ahora me toca a mi daros la bienvenida y entristecerme de que nos separemos. Hace mas de diez anos que os conozco, y se que las horribles caras que hay detras de esas mascaras son solo mascaras tambien: cuando nos conocimos Famulimus se quito la suya, aunque entonces no comprendi que ya lo habia hecho a menudo. Se que Ossipago es una maquina, si bien no tan agil como Sidero, de quien empiezo a sospechar que tambien es una maquina.
—El nombre significa hierro —dijo Ossipago, hablando por primera vez—. Aunque a el no lo conozco.
—Y el tuyo significa criador de osamentas. Tu cuidaste a Barbatus y Famulimus, te ocupaste de alimentarlos y desde entonces has permanecido con ellos. Eso me conto Famulimus una vez.
Barbatus dijo: —Hemos llegado —y me abrio la puerta.
En la infancia uno imagina que toda puerta cerrada puede abrirse a un prodigio, un lugar diferente de todos los que conoce. Eso es porque en la infancia ha sucedido asi muchas veces; al nino, que conoce otro lugar que el suyo, lo asombran y regocijan visiones nuevas que el adulto preveria con facilidad. Cuando yo era un chico, la puerta de cierto mausoleo era para mi un umbral de maravillas; y cuando lo cruzaba no me decepcionaba nunca. En esa nave volvia a la infancia, porque no sabia mas que un nino del mundo de alrededor.
Para Severian el hombre —para el Autarca Severian, que tenia que sostener la vida de Thecla, y la del antiguo Autarca, y cien vidas mas— la camara a la cual me condujo Barbatus era tan fabulosa como el mausoleo para el Severian nino. Estoy tentado de escribir que parecia subacuatica, pero no era eso. Daba la impresion, mejor dicho, de que estabamos inmersos en un fluido distinto del agua, algo que era a otro mundo lo que el agua a Urth; o de que estabamos bajo agua, si, pero tan fria que en cualquier lago de la Comunidad hubiera sido hielo.
Era todo un simple efecto de la luz, creo, del viento glacial que vagaba por la estancia, casi estancado, y de los colores, tintes verdosos sombreados de azul y de negro: iridio, berilo y aguamarina, con dispersos y reticentes destellos de oro brunido y marfil amarillento.
No habia lo que nosotros entendemos por muebles. Moteadas laminas de algo que parecia piedra y cedia al tacto se apoyaban en dos paredes, torcidas, o se repartian por el suelo. Del techo colgaban gallardetes deshilachados; ligeros como eran y en la escasa atraccion de la nave, apenas parecian necesitar algo que los sujetara. Hasta donde yo podia juzgar, el aire era tan seco como en el corredor; y sin embargo sentia en la cara el golpe espectral de un rocio gelido.
—?Este lugar tan raro es vuestro camarote? —pregunte a Barbatus.
Asintio mientras se quitaba las mascaras, revelando un rostro a la vez agradable, inhumano y familiar.
—Hemos visto las habitaciones de tu especie. Nos alteran tanto como debe alterarte esta a ti, y como somos tres…
—Dos —dijo Ossipago—. A mi no me importa.
—?No es ninguna ofensa, estoy encantado! Es un inmenso privilegio ver como vivis cuando vivis como os gusta.
El rostro falsamente humano de Famulimus habia desaparecido, revelando un espanto de ojos enormes con dientes como agujas; tambien se quito ese y (por unica y ultima vez, pense entonces) vi la belleza de una diosa no nacida de mujer.
—Que pronto aprendemos, Barbatus, que estas pobres gentes a cuyo encuentro vamos, y que apenas saben lo que nosotros sabemos tan bien, conocen la cortesia del huesped.
De haber puesto atencion a lo que Famulimus habia dicho, yo habria sonreido. Lo cierto es que aun estaba muy ocupado mirando el extrano camarote. Por fin dije:
Se que los hierogramatos os moldearon a semejanza de la raza que los habia moldeado a ellos. Ahora comprendo, o creo comprender, que en un tiempo vivisteis en lagos y estanques, que fuisteis ninfas como esas de las que hablan nuestros campesinos.
—Igual que en la vuestra, en nuestra casa la vida salio del mar —dijo Barbatus—. Pero esta estancia lleva la impronta de ese comienzo tanto como lleva la tuya la de los arboles donde brincaban tus antepasados.
Ossipago rezongo: —Es temprano para empezar a discutir. —No se habia quitado el disfraz, supongo que porque no se sentia asi menos comodo; la verdad, nunca he visto que se lo quitara.
—Barbatus sabe hablar —canto Famulimus. Y luego a mi—: Dejas tu mundo, Severian. Como tu, nosotros tres dejamos el nuestro. Nosotros remontamos la corriente del tiempo; tu eres arrastrado hacia abajo. Esta nave nos lleva a todos. Para ti, los anos en que te aconsejaremos han quedado atras. Para nosotros empiezan. Ahora te saludamos, Autarca, con el consejo que hemos traido. Una sola cosa precisa para que salves el sol de tu raza: que sirvas a Tzadkiel.
—?Y ese quien es? —pregunte—. ?Y como voy a servirlo? Nunca lo he oido nombrar.
Barbatus bufo: —Lo cual no sorprende en absoluto, pues supuestamente no era ese el nombre que Famulimus debia darte. No lo usaremos mas. Pero… la persona que Famulimus menciono… es el juez designado para tu caso. Como cabia esperar, es un hierogramato. ?Que sabes de ellos?
—Muy poco, aparte de que son vuestros senores.
—Entonces sabes realmente poco; ni siquiera eso es cierto. Vosotros nos llamais hierodulos, y la palabra es vuestra, no nuestra, como vuestras son Barbatus, Famulimus y Ossipago, palabras que elegimos porque no son comunes y nos describen mejor que otras. ?Sabes que significa hierodulo, esa palabra de tu propia lengua?
—Se que sois criaturas de este universo, pero que os moldearon los del siguiente para que los sirvierais aqui. Y que el servicio que quieren de vosotros es que moldeeis nuestra raza, la humanidad, porque somos afines a quienes los moldearon a ellos en las edades de la creacion anterior.
—Hierodulo quiere decir «esclavo santo». ?Como podriamos ser santos si no sirvieramos al Increado? El es nuestro senor, y solo el.
Barbatus anadio: —Tu, Severian, has mandado ejercitos. Eres rey y heroe, o al menos lo eras hasta que dejaste tu mundo. Y tambien puede ocurrir que vuelvas a gobernar, si fracasas. Has de saber que los soldados no sirven a un oficial, o al menos no deberian. Sirven a una tribu, y del oficial reciben instrucciones.
Asenti.
—Entonces los hierogramatos son vuestros oficiales. Comprendo. Tal vez no os hayais dado cuenta, pero yo tengo los recuerdos de mi antecesor; por eso se que el fue puesto a prueba, como yo, y fracaso. Y siempre me ha parecido que lo que le hicieron, devolverlo acobardado a mirar como nuestra Urth empeoraba cada vez mas, a responsabilizarse de todo sabiendo que habia fallado en el unico lance que podria haberlo arreglado, fue verdaderamente cruel.
Famulimus estaba casi siempre seria; ahora parecia mas seria que nunca.
—?Recuerdos, Severian? ?Solo tienes recuerdos?
Por primera vez en muchos anos senti que me subia la sangre a las mejillas.
—Menti —dije—. Soy el, lo mismo que soy Thecla. Vosotros tres habeis sido amigos mios cuando tenia muy pocos; no deberia mentiros por mas que a menudo deba mentirme a mi.
Famulimus gorjeo: —Entonces debes saber que a todos los castigan de ese modo. Pero cuanto mas se acerca cada uno al triunfo, peor es el dolor que siente. Es una ley que no podemos cambiar.
En la pasarela de fuera alguien grito, no muy lejos. Fui hacia la puerta y el grito acabo en el gorgoteo de una garganta que se llena de sangre.
—?Espera, Severian! —exclamo Barbatus, y Ossipago me cerro el paso a la puerta.