—Lo hare. ?Te molestara quiza que alguna vez vaya a hablar contigo? Disculpa que te lo diga asi, pero tu no sabes nada de barcos y yo no se nada de lugares como…

—?Urth?

—Nada sobre mundos. He visto unas pocas fotos, pero en verdad estos son lo unico que conozco —senalo vagamente a las bestias—. Y son malos, siempre malos. Pero quizas en los mundos tambien haya seres buenos, que no viven lo suficiente como para llegar a las cubiertas.

—Seguro que no todos son malos.

—Oh, si. Vaya si lo son. Y yo, que tengo que ir detras de ellos limpiando, y darles de comer, y si les hace falta ajustar la atmosfera, preferiria matarlos; pero si lo hiciera, Sidero y Zelezo me pegarian.

—No me sorprenderia que te mataran —le dije. No deseaba ver una coleccion tan fascinante borrada por el desprecio de ese hombre mezquino—. Lo cual seria justo, supongo. Tu pareces uno de ellos.

—Oh, no —dijo seriamente—. Sois Purn, tu y los demas los que se parecen. Yo naci aqui, en la nave.

Algo en su actitud me dijo que intentaba arrastrarme a conversar y de buena gana se habria peleado si hubiera servido para hacerme seguir hablando. Por mi parte yo no tenia ningun deseo de charlar, y mucho menos de pelearme. Estaba tan cansado que me caia, y con un hambre feroz.

—Si yo pertenezco a esta coleccion de bestias exoticas —le dije— a ti toca alimentarme. ?Donde esta la cocina?

Idas vacilo un momento, a todas luces debatiendo algun intercambio de informacion: me lo diria si antes yo le contestaba siete preguntas sobre Urth, o cosa por el estilo. Luego se dio cuenta de que si decia algo asi yo estaba dispuesto a tumbarlo de un golpe, y aunque con muchas reticencias, me dijo como llegar a la cocina.

Una de las ventajas de una memoria como la mia, que almacena todo y no olvida nada, es que en momentos semejantes sirve tanto como el papel. (Por cierto, quiza sea la unica ventaja.) Esa vez, sin embargo, no me fue mas util que cuando habia intentando seguir las instrucciones de la barrera de peltastas que cerraba el puente sobre el Gyoll. Idas, sin duda, habia supuesto que yo conocia mejor la nave y no tendria que contar las puertas ni fijarme exactamente donde doblar.

Pronto comprendi que habia equivocado el camino. Donde debia haber dos corredores se abrian tres y una escalera prometida no aparecio. Volvi atras, encontre el punto en el cual (segun creia) me habia perdido y empece de nuevo. Casi en seguida me encontre avanzando por un pasillo amplio y recto como el que Idas me habia dicho que llevaba a la cocina. Supuse que el vagabundeo me habia alejado en parte de la ruta prescrita y segui adelante de muy buen animo.

Para los patrones del barco el lugar era amplio y ventoso. Sin duda recibia directamente la atmosfera de los dispositivos que hacian circular el aire y lo purificaban, pues olia como una brisa del sur en un dia lluvioso de primavera. El suelo no era ni la extrana hierba que yo habia visto antes ni la rejilla que ya habia llegado a odiar, sino madera pulida muy sepultada en barniz claro. Los muros, que en la zona de la tripulacion habian sido de un gris oscuro y cadaverico, aqui eran blancos, y una o dos veces vi asientos acolchados cuyos respaldos miraban a la pared.

El pasillo dio una vuelta y otra y senti que subia continua, levemente, aunque el peso que levantaban mis pasos era tan ligero que no podia estar seguro. En las paredes habia cuadros, y algunos se movian; en un momento vi un cuadro de la nave como podrian haberla dibujado desde muy lejos: no pude sino pararme a mirar, y temble pensando en lo poco que me habia faltado para verla asi.

Otra vuelta; pero esta resulto no ser una curva, sino el fin del pasillo en un circulo de puertas. Elegi una al azar y entre en una angosta pasarela tan oscura, despues del pasillo blanco, que apenas me dejaba ver mas que las luces de arriba.

Momentos despues me di cuenta de que acababa de pasar ante una compuerta, la primera que veia desde que volviera a entrar en la nave; no del todo libre aun del miedo que me habia asaltado al mirar ese cuadro terrible y hermoso, mientras seguia andando saque el collar y me cerciore de que no se habia danado.

La pasarela dio dos vueltas y se dividio; luego se torcio como una serpiente.

Una puerta se abrio a mi paso, soltando un aroma a carne asada. Una voz, la voz fina y mecanica de la cerradura, dijo entonces:

—Bienvenido a casa, amo.

Mire por el vano y vi mi propia cabina. No, por supuesto, la que habia tomado en la zona de la tripulacion, sino el camarote que solo un par de guardias antes habia dejado para lanzar el cofre de plomo a la gran luz del nuevo universo naciente.

V — El heroe y los hierodulos

El camarero me habia llevado la comida, y como no me encontro, la habia dejado sobre la mesa. La carne todavia estaba tibia bajo la tapa de la fuente; la comi con voracidad, y con ella pan fresco y manteca salada, y apio y salsifi y vino tinto. Luego me desvesti, me lave y me dormi.

Me desperto sacudiendome el hombro. Era extrano, pero en el momento de subir a bordo yo —el Autarca de Urth— apenas habia reparado en el, por mas que me llevaba las comidas y atendia gustosamente mis pequenas necesidades; sin duda esa buena voluntad lo habia borrado injustamente de mi atencion. Ahora que yo tambien estaba entre los tripulantes era como si de pronto me mostrase otra cara.

Estaba inclinado sobre mi, los rasgos apruptos pero inteligentes, los ojos brillando de excitacion contenida.

—Hay alguien que quiere verlo, Autarca —murmuro.

Me sente. —?Y pensaste que valia la pena despertarme?

—Si, Autarca.

—El capitan, quizas. —?Iban a censurarme por haber salido a cubierta? Parecia improbable, aunque me hubieran dado el collar para casos de emergencia.

—No, Autarca. Estoy seguro de que nuestro capitan ya lo ha visto. Tres hierodulos, Autarca.

—?Ah, si? —Intente ganar tiempo.— ?Esa voz que se oye a veces en los corredores es la del capitan? ?Cuando me vio? Yo no recuerdo haberlo visto.

—No tengo idea, Autarca. Pero nuestro capitan lo ha visto, estoy seguro. Es probable que muchas veces. Nuestro capitan ve a la gente.

—Desde luego. —Saque una camisa limpia mientras digeria el indicio de que dentro de la nave habia una nave secreta, tal como dentro de la Casa Absoluta estaba la Casa Secreta.— ?No… interfiere eso en su otro trabajo?

—No creo, Autarca. Estan esperando fuera… ?Podria darse prisa?

Despues de eso, claro, me vesti mas despacio. Para sacar el cinturon de los pantalones sucios tuve que desenganchar la pistola y el cuchillo que me habia encontrado Gunnie. El camarero me dijo que no iba a necesitarlos; asi que los lleve, sintiendome tan absurdo como si fuera a inspeccionar una formacion de alabarderos. Al cuchillo no le faltaba mucho para parecer una espada.

No se me habia ocurrido que los tres pudieran ser Ossipago, Barbatus y Famulimus. Hasta donde yo sabia, los habia dejado en Urth, alla lejos, y sin ninguna duda no habian estado conmigo en la chalupa, aunque por supuesto tenian su embarcacion. Ahora estaban alli, disfrazados (y mal) de seres humanos igual que en nuestro primer encuentro en el castillo de Calveros.

Ossipago se inclino con la rigidez de siempre; Barbatus y Famulimus con la misma gracia. Devolvi los saludos lo mejor posible, y disculpandome de antemano por el desorden, les sugeri que si querian hablarme serian bien recibidos en mi cabina.

—Por mucho que queramos —me dijo Famulimus— no podemos entrar. La habitacion adonde te llevaremos no esta lejos. —Como siempre, la voz de ella parecia el habla de una alondra.

—Los camarotes como el tuyo no son todo lo seguros que deseariamos —anadio Barbatus con su viril timbre de baritono.

—Entonces ire adonde me lleveis —dije—. En fin, es una verdadera alegria volver a veros. Aunque esas caras sean falsas, son caras de mi hogar.

—Veo que nos conoces —dijo Barbatus cuando tomamos por el corredor—. Pero temo que las caras de

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