las manos y las rodillas. El rio diciendo:— ?Ponte de pie! Eres una perra inteligente, puedes caminar con tus patas traseras, ?verdad? Muy bien. ?Comportate como si fueras un ser humano! Tenemos un largo camino por delante. ?Ven! —Todavia tenia la correa atada al cuello y el la tironeo. Ella lo siguio.

—Bien, ahora la llevaras tu —dijo el hombre y ahora era ese, su amado, ya no recordaba su nombre, el que llevaba la correa.

Salieron todos juntos del lugar oscuro. Las piedras se separaron para dejarlos pasar y se cerraron con un chirrido a sus espaldas.

El hombre se mantenia al lado de ella y del que llevaba la correa. Mas atras venian otros hombres, tres o cuatro.

Una nube de rocio cubria los campos. La montana se elevaba sombria contra el cielo palido. Los pajaros empezaban a cantar en los huertos y los setos, cada vez mas fuerte.

Llegaron al borde del mundo y caminaron a lo largo de ese borde por un rato hasta llegar alli donde no habia mas que rocas y el borde era muy angosto. Habia un surco en la roca, y ella lo miro.

—El podria empujarla —dijo el hombre—. Y luego el halcon podria volar, solo.

Le desato la correa que tenia atada al cuello.

—Parate en la orilla —le dijo. Ella fue siguiendo la huella que habia en la roca hasta llegar a la orilla. A sus pies, el mar; nada mas que el mar. El vacio se abria delante de ella.

—Ahora Gavilan la empujara —dijo el—. Pero antes de eso tal vez quiera decir algo. Tiene mucho que decir. Las mujeres siempre tienen mucho que decir. ?Querriais decirnos algo, Senora Tenar?

Tenar no podia hablar, pero apunto al cielo sobre el mar.

—Albatros —dijo el.

Ella lanzo una carcajada.

En los abismos de luz, desde las puertas del cielo, aparecio volando el dragon, dejando una estela de fuego detras del cuerpo arqueado y cubierto de escamas. Entonces Tenar hablo.

—?Kalessin! —grito y luego se volvio, tomo a Ged del brazo, lo obligo a tumbarse sobre la roca mientras el rugido de fuego pasaba por encima de ellos, las escamas se entrechocaban y el viento silbaba en las alas extendidas, las garras golpeaban la roca como guadanas.

El viento soplaba desde el mar. Un minusculo cardo que crecia en una hendedura de la roca cerca de su mano se inclinaba una y otra vez bajo el viento que venia del mar.

Ged estaba a su lado. Estaban acuclillados lado a lado, el mar a sus espaldas y el dragon delante de. ellos.

El dragon los miro de soslayo con un ojo rasgado y amarillo.

Ged hablo con voz ronca, temblorosa, en la lengua de los dragones. Tenar comprendio las palabras, que eran solamente: «Os agradecemos, Anciano».

Mirando a Tenar, Kalessin dijo con voz atronadora como un cepillo de metal frotado contra un gong: —?Aro Tehanu?

—?La nina! —dijo Tenar—. ?Therru! —Se puso en pie para echarse a correr en busca de su nina. La vio avanzar por la saliente rocosa entre la montana y el mar, hacia el dragon.

—?No corras, Therru! —grito, pero la nina la habia visto y corria, corria directamente hacia ella. Se aferraron una a la otra.

El dragon hizo girar su enorme cabeza color de hierro para mirarlas con los dos ojos. Un brillo ardiente y rizos de fuego brotaban de los ollares anchos como marmitas. El calor del cuerpo del dragon se expandia en el viento frio que venia del mar.

—Tehanu —dijo el dragon.

La nina se volvio a mirarlo.

—Kalessin —dijo.

Entonces Ged, que seguia arrodillado, se puso de pie, aunque tembloroso, y se afirmo en el brazo de Tenar. Rio. —?Ahora se quien te llamo, Anciano! —dijo.

—Yo lo llame —dijo la nina—. Fue lo unico que se me ocurrio hacer, Segoy.

No apartaba los ojos del dragon y hablaba en la lengua de los dragones, con las palabras de la Creacion.

—Hiciste bien, criatura —dijo el dragon—. Llevo mucho tiempo buscandote.

—?Tenemos que ir alli ahora? —pregunto la nina—. ?Donde estan los otros? ?En el otro viento?

—?Los abandonarias?

—No —dijo la nina—. ?Pueden venir?

—No pueden venir. Su vida esta aqui.

—Me quedare con ellos —dijo, casi sin aliento.

Kalessin se aparto para lanzar un inmenso «?Ja!» de risa o desden o satisfaccion o colera que parecia un estallido. Luego dijo, mirando una vez a la nina: —Esta bien. Tienes una tarea que hacer aqui.

—Lo se —dijo la nina.

—Volvere a buscarte —dijo Kalessin—, cuando llegue el momento. —Y a Ged y Tenar les dijo:— Os doy a mi nina, como vosotros me dareis a vuestra nina.

—Cuando llegue el momento —dijo Tenar.

Kalessin inclino apenas la enorme cabeza y fruncio un costado del ancho hocico de dientes afilados.

Ged y Tenar se apartaron con Therru mientras el dragon giraba, arrastrando su armadura a lo largo de la saliente, apoyando cuidadosamente las garras de las patas, recogiendo las ancas negras como un gato, hasta saltar al aire. Las alas como aspas de molino lanzaron destellos carmesies a la luz del alba, la cola espinosa silbo sobre la roca, y alzo vuelo, desaparecio… como una gaviota, una golondrina, un pensamiento.

Alli donde habia estado el dragon quedaban jirones chamuscados de tela y de cuero, y otras cosas.

—Venid —dijo Ged.

Pero la mujer y la nina se quedaron quietas, mirando las cosas.

—Son personas de hueso —dijo Therru. Entonces se volvio y echo a andar. Se adelanto al hombre y a la mujer por el angosto sendero.

—Su lengua —dijo Ged—. Su lengua materna.

—Tehanu —dijo Tenar—. Su nombre es Te-hanu.

—Se lo ha dado aquel que da los nombres.

—Ha sido Tehanu desde un comienzo. Siempre ha sido Tehanu.

—?Venid! —dijo la nina, mirando hacia atras—. Tia Musgo esta enferma.

Consiguieron sacar a Musgo a la luz y al aire, lavarle las heridas y quemar las ropas de cama malolientes, mientras Therru traia otras limpias de la casa de Ogion. Tambien regreso con Brezo, la pastora de cabras. Con la ayuda de Brezo acostaron comodamente a Musgo en su cama, rodeada de sus pollos; y Brezo prometio regresar con algo de comida.

—Alguien tiene que ir al Puerto de Gont —dijo Ged—, a buscar al hechicero. Para que atienda a Musgo; puede sanar. Y para que vaya a la mansion. El anciano morira ahora. El nieto puede seguir viviendo, si se purifica la casa… —Se habia sentado en el peldano de la entrada de la casa de Musgo. Recosto la cabeza en la jamba de la puerta, bajo la luz del sol, y cerro los ojos.— ?Por que hacemos lo que hacemos? —pregunto.

Tenar estaba lavandose la cara y las manos y los brazos en una vasija con agua clara que habia sacado del pozo. Cuando hubo terminado, miro en torno. Agobiado de cansancio, Ged se habia quedado dormido, con el rostro vuelto hacia la luz matinal. Tenar se sento a su lado en el peldano y apoyo la cabeza en su hombro. «?Nos hemos salvado?», penso. «?Como es que nos hemos salvado?»

Bajo los ojos para mirar la mano de Ged, floja y abierta sobre el peldano de tierra. Recordo el cardo que se inclinaba bajo el viento y las zarpas de la pata del dragon y sus escamas rojas y doradas. Casi se habia dormido cuando la nina se sento a su lado.

—Tehanu —musito.

—El arbolito se murio —dijo la nina.

Al cabo de un rato, la mente fatigada y sonolienta de Tenar comprendio, y se despabilo lo suficiente como para decir: —?Hay melocotones en el viejo arbol?

Hablaban en voz baja, para no despertar al hombre dormido.

—Solo pequenitos y verdes.

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