—Bla, bla, cita los Cantares, Maestro de Roke, ?maestrillo! ?Que imagen tan ridicula!, el gran archimago vestido como un pastor de cabras y sin una pizca de magia… ni una sola palabra poderosa. ?Puedes urdir un sortilegio, archimago? ?Nada mas que un pequeno sortilegio…, un diminuto hechizo de ilusion? ?No? ?Ni una sola palabra? Mi amo te derroto. ?Lo reconoces? No lo dominaste. ?Su poder no ha desaparecido! Podria mantenerte vivo aqui por un tiempo, para contemplar ese poder…, mi poder. Para contemplar al viejo que mantengo vivo… y podria aprovechar tu vida para eso si quisiera… y para ver a tu entrometido rey haciendo el ridiculo, con sus senores melindrosos y sus estupidos hechiceros, ?buscando a una mujer! ?Una mujer que nos gobierne! Pero aqui esta la autoridad, aqui esta el senorio, aqui, en esta casa. He pasado todo este ano congregando a un grupo de hombres en torno a mi, hombres que dominan el verdadero poder. Algunos de ellos vienen de Roke, se los saque a los maestrillos de delante de las narices. Y otros vienen de Havnor, de delante de las narices de ese al que llaman el Hijo de Morred, ese que quiere que una mujer lo gobierne; tu rey, que se siente tan seguro que se hace llamar por su nombre verdadero. ?Sabes como me llamo, archimago? ?Te acuerdas de mi, recuerdas hace cuatro anos cuando eras el gran Maestro de Maestros y yo era un simple estudiante de Roke?

—Te llamabas Alamo —dijo la voz paciente.

—?Y mi nombre verdadero?

—No se cual es tu nombre verdadero.

—?Como? ?No lo sabes? ?No puedes adivinarlo? ?No conoceis todos los nombres vosotros los magos?

—No soy un mago.

—?Como? Repitelo.

—No soy un mago.

—Me gusta oirtelo decir. Dilo nuevamente.

—No soy un mago.

—?Pero yo si lo soy!

—Si.

—?Dilo!

—Eres un mago.

—?Ah! Esto es mejor de lo que esperaba. Sali a pescar anguilas y pesque una ballena. Ven, entonces, ven a conocer a mis amigos. Puedes caminar. ?Ella puede andar a gatas!

Asi subieron por el camino que llevaba a la mansion del Senor de Re Albi y entraron en la casa, Tenar avanzando a gatas por el camino, y por los escalones de marmol que conducian a la puerta, y por el piso de marmol que cubria los pasadizos y los cuartos.

La casa estaba a oscuras. La oscuridad nublaba los pensamientos de Tenar, de modo que cada vez entendia menos lo que decian. Solo oia claramente algunas palabras y voces. Comprendia lo que decia Ged y cada vez que hablaba pensaba en su nombre, y se aferraba al nombre en su mente. Pero Ged hablaba muy poco y solo lo hacia para responder a ese hombre que no se llamaba Tuaho. El hombre le hablaba a ella ahora, llamandola Perra. —Esta es mi nueva mascota —les dijo a los otros hombres, a varios hombres que habia en la oscuridad, alli donde las velas proyectaban sombras—. ?Veis lo bien ensenada que esta? Revuelcate, Perra. —Ella se revolco y los hombres rieron.

—Tenia una perrita —dijo el—, yo pretendia terminar de darle su merecido, porque solo la habian quemado a medias. Pero, en lugar de traerla, me trajo un pajaro que habia cazado, un gavilan. Manana le ensenaremos a volar.

Oyo las palabras que decian otras voces, pero ya no comprendia las palabras.

Le ataron algo alrededor del cuello y la hicieron subir a gatas otras escalinatas y la metieron en un cuarto que olia a orina, a carne descompuesta y a perfume de flores. Oyo voces. Una mano fria como una piedra le acaricio apenas la cabeza mientras algo reia. —?Je, je, je! —como una puerta vieja que rechinara sobre sus goznes. Le dieron un puntapie y la hicieron recorrer pasadizos a gatas. No podia avanzar con suficiente rapidez, y la pateaban en los pechos y en la boca. Una puerta retumbo, silencio, oscuridad. Oyo llorar a alguien y penso que era la nina, su nina. Queria que la nina no llorara. Finalmente dejo de llorar.

14. Tehanu

La nina tomo el sendero de la izquierda y avanzo un trecho antes de mirar hacia atras, dejando que los setos floridos la ocultaran.

El hombre al que le decian Alamo, que se llamaba Brisen y al que veia como una sombra dividida y serpenteante, habia atado a su madre y a su padre, con una correa ensartada en la lengua de ella y una correa ensartada en el corazon de el, y los llevaba a su escondite. El olor del lugar le resultaba nauseabundo, pero los siguio un poco para ver que hacia el hombre. El los llevo al lugar y cerro la puerta a sus espaldas. Era una puerta de piedra. No podia entrar.

Tenia que volar, pero no podia hacerlo; no era una criatura alada.

Atraveso los campos corriendo lo mas rapido que podia, paso delante de la casa de Tia Musgo, delante de la casa de Ogion y la casa de las cabras, hasta llegar al sendero que cruzaba el promontorio y llegaba hasta la orilla del precipicio, donde no debia ir porque solo veia con un ojo. Avanzo con cuidado. Miro atentamente con ese ojo. Se detuvo en la orilla. El agua estaba mucho mas abajo, a sus pies, y el sol se iba poniendo a lo lejos. Miro hacia el oeste con el otro ojo y grito con su otra voz el nombre que le habia oido decir en suenos a su madre.

No espero a que le respondieran, sino que se dio media vuelta y regreso, pasando primero por la casa de Ogion para ver si su melocotonero habia crecido. El viejo arbol se erguia cargado de diminutos melocotones verdes, pero no quedaban rastros del nuevo arbol. Se lo habian comido las cabras. O habia muerto porque ella no lo habia regado. Se quedo de pie por un rato mirando la tierra, luego respiro profundamente y atraveso otra vez los campos hacia la casa de Tia Musgo.

Los pollos que ya se iban a dormir empezaron a chillar y a revolotear, protestando al verla aparecer. La cabana estaba a oscuras y repleta de olores. —?Tia Musgo? —dijo la nina, en el tono en que solia hablar con gente como ella.

—?Quien anda por ahi?

La vieja estaba en cama, escondida. Tenia miedo y habia tratado de levantar una valla alrededor de ella para que nadie se le acercara, pero no lo habia logrado; no tenia fuerzas para hacerlo.

—?Quien es? ?Quien anda por ahi? ?Oh, queri-dita…, oh, mi nina querida, mi pequena quemada, mi preciosa!, ?que haces aqui? ?Donde esta, donde esta tu madre?, ?oh!, ?esta aqui? ?Ha venido? No entres, no entres, queridita, me han echado una maldicion, ese hombre le echo una maldicion a la vieja, ?no te me acerques! ?No te acerques!

Se echo a llorar. La nina extendio la mano y la toco. —Estas fria —le dijo.

—Estas ardiendo, nina, tus manos me queman. ?Ay, no me mires! Ese hombre hizo que se me pudriera la carne y que se me arrugara y que se siguiera pudriendo, pero no me deja morir… Dice que os traere aqui. Intente, intente hacerlo, pero no me dejo, me mantiene viva contra mi voluntad, no quiere dejarme morir, ?ay, dejame morir!

—No debes morir —dijo la nina, frunciendo el entrecejo.

—Nina —musito la vieja—, queridita…, di mi nombre.

—Hatha —dijo la nina.

—?Ah! Yo sabia… ?Liberame, queridita!

—Tengo que esperar —dijo la nina—. Hasta que vengan.

La bruja se recosto aliviada, respirando sin dolor. —?Hasta que venga quien, queridita? —dijo en un susurro.

—Los mios.

La manota fria de la bruja parecia un manojo de varillas entre las suyas. Therru se la empuno. Ahora estaba tan oscuro afuera de la cabana como adentro. Hatha, a la que todos llamaban Musgo, se durmio; y poco despues la nina, sentada en el suelo junto a su jergon, con una gallina echada cerca de ella, tambien se quedo dormida.

Al despuntar el dia llegaron varios hombres. El le dijo: —?Levantate, Perra! ?Levantate! —Ella se apoyo en

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