El joven alto y delgado se quedo de pie con la mirada fija en la alcancia.
—Llevaoslo todo. No lo quiero —dijo en voz baja.
—No lo necesito. Pero te agradezco, hijo. Quedate con esas cuatro monedas. Cuando te cases, piensa que son mi obsequio para tu mujer.
Tenar guardo la alcancia detras de la fuente, en la repisa mas alta del aparador, donde la guardaba Pedernal. —Therru, ve a preparar tus cosas, porque saldremos muy temprano.
—?Cuando regresareis? —pregunto Chispa y el tono de su voz le hizo pensar a Tenar en el nino inquieto y fragil que habia sido. Pero solo dijo—: No se, querido. Si me necesitas regresare.
Tenar comenzo a buscar los zapatos de viaje y los morrales. —Chispa —dijo—, hay algo que puedes hacer por mi.
El se habia sentado en la solera del hogar, perplejo y arisco. —?Que?
—Ve a Valmouth, pronto, y ve a ver a tu hermana. Y dile que he regresado al Acantilado. Dile que, si desea verme, simplemente me lo haga saber.
El asintio. Observaba a Ged, que ya habia guardado sus escasas pertenencias con la destreza y la rapidez de alguien que ha viajado mucho, y ahora estaba guardando los platos para dejar ordenada la cocina. Cuando lo hubo hecho, se sento frente a Chispa a pasar una nueva cuerda por los ojetes de su' morral para cerrarlo por arriba.
—Hay un nudo que hacen para eso —dijo Chispa—. Un nudo marinero.
Ged le paso el morral por encima del hogar sin decir nada y se quedo observando mientras Chispa le mostraba, sin decir nada, como hacer el nudo.
—Se cierra hacia arriba, ?ves? —dijo, y Ged asintio.
Se marcharon de la granja en medio de la oscuridad y el frio de la manana. El sol tarda en iluminar la ladera occidental de la Montana de Gont, y solo el caminar les dio algo de calor hasta que finalmente el sol se elevo sobre la enorme mole del pico austral y brillo a sus espaldas.
Therru caminaba mucho mas rapido que el verano pasado, pero de todos modos tardarian dos dias en llegar. Ya entrada la tarde, Tenar les pregunto: —?Deberiamos tratar de llegar hoy mismo al Manantial de los Robles? Hay una especie de posada. Alli bebimos un vaso de leche, ? te acuerdas, Therru ?
Ged contemplaba la ladera con una expresion distante. —Conozco un lugar…
—?Que bien! —dijo Tenar.
Poco antes de llegar al elevado recodo del camino desde el cual se divisaba el Puerto de Gont por primera vez, Ged se aparto del camino y se interno en el bosque que cubria las empinadas laderas de los costados. Los inclinados rayos rojidorados del sol poniente iluminaban la oscuridad que se extendia entre los troncos y bajo las ramas. Subieron alrededor de una milla, sin seguir ningun sendero, por lo que Tenar alcanzaba a ver, y llegaron a una pequena saliente o promontorio de la ladera, una pradera protegida del viento por los riscos que se elevaban detras de ella y los arboles que la rodeaban. Desde alli se alcanzaban a ver las cumbres de la montana hacia el norte y entre las puntas de altos abetos se distinguia claramente el mar del poniente. Nada perturbaba el silencio, salvo el roce del viento en los abetos. Una aloya entono un largo y dulce canto en las alturas iluminadas por el sol, antes de dejarse caer a su nido entre la hierba virgen.
Los tres comieron el pan y el queso que llevaban. Contemplaron la oscuridad que se elevaba por la montana desde el mar. Se acostaron sobre sus capas y se echaron a dormir, Therru junto a Tenar y Tenar junto a Ged. Tenar se desperto en plena noche. Un buho cantaba cerca, su canto era una dulce nota repetida que parecia una campana y, a la distancia, en lo alto de la montana, su pareja le respondio como el eco de una campana. Tenar penso: «Vere ponerse las estrellas en el mar», pero se durmio nuevamente con el corazon en paz.
Se desperto bajo la luz gris de la manana y vio a Ged sentado a su lado, con la capa cubriendole los hombros, contemplando la quebrada del oeste. Su rostro oscuro estaba muy quieto, henchido de silencio, como lo habia visto una vez hacia ya mucho tiempo en la playa de Atuan. No tenia un gesto hosco en la mirada, como entonces; contemplaba el oeste ilimitado. Siguiendo su mirada, vio despuntar el dia, la maravilla de rosa y oro que se reflejaba claramente en el cielo.
El se volvio hacia ella y ella le dijo: —Te he amado desde la primera vez que te vi.
—Dadora de vida —dijo Ged y se inclino a besarla en los pechos y en la boca. Ella lo abrazo por un instante. Se levantaron y despertaron a Therru, y siguieron su camino; pero cuando se internaron entre los arboles Tenar se volvio a mirar una vez mas la pequena pradera, como convirtiendola en testigo de la felicidad que habia conocido alli.
El unico proposito de su primer dia de viaje habia sido avanzar. Ese dia llegarian a Re Albi. Por eso, Tenar pensaba mucho en Tia Musgo, preguntandose que le habria sucedido y si en realidad estaba muriendose. Pero a medida que fue pasando el dia y que fueron avanzando por el camino no pudo seguir pensando en Musgo, ni en nada. Se sentia agotada. No le gustaba acercarse a la muerte de esa manera una vez mas. Pasaron por el Manantial de los Robles, y bajaron por el desfiladero y volvieron a subir. En el ultimo y largo trecho cuesta arriba hacia el Acantilado, le costaba mover las piernas y se sentia atontada y confundida, se aferraba a una idea o a una imagen hasta que perdia todo sentido… La alacena donde guardaban los platos en la casa de Ogion o las palabras
Ged caminaba a trancos largos en su tranquilo andar de caminante, y Therru caminaba a su lado, la misma Therru que se habia agotado en esa misma larga subida menos de un anos atras y que habia tenido que llevar en brazos. Pero eso habia sido despues de una jornada mas larga de marcha. Y entonces la nina aun se estaba recuperando de sus heridas.
Se estaba volviendo vieja, demasiado vieja para caminar tanto y tan rapido. Era tan dificil ir cuesta arriba… Una vieja debia quedarse en casa junto al fuego. El delfin de hueso, el delfin de hueso. Hueso, inmovil, el sortilegio de atadura. El hombre de hueso y el animal de hueso. Se le adelantaron. La estaban esperando. Caminaba lentamente. Se sentia fatigada. Se esforzo por subir el ultimo tramo de la colina y los alcanzo alli donde el camino quedaba a la misma altura que el Acantilado. A la izquierda, los techos de Re Albi inclinados hacia la orilla del precipicio. A la derecha, el camino que subia hacia la mansion. —Por aqui —dijo Tenar.
—No —dijo la nina, apuntando a la izquierda, hacia la aldea.
—Por aqui —repitio Tenar y tomo el camino de la derecha. Ged la siguio.
Caminaban entre los huertos de nogales y los campos cubiertos de hierba. Era un atardecer calido de comienzos de verano. Los pajaros cantaban en los arboles, cerca y a lo lejos. El hombre bajo caminando desde la mansion en direccion a ellos, el hombre cuyo nombre no conseguia recordar.
—?Bienvenidos! —les dijo y se detuvo, sonrien-doles.
Se detuvieron.
—?Que personajes tan importantes han venido a honrar la casa del Senor de Re Albi! —dijo. Tuaho, ese no era su nombre. El delfin de hueso, el animal de hueso, la nina de hueso.
—?Mi senor Archimago! —Hizo una profunda reverencia y Ged se inclino ante el.
—?Y mi senora Tenar de Atuan! —Se inclino aun mas ante Tenar y ella se arrodillo en el camino. Bajo la cabeza hasta apoyar las manos en la tierra y se agacho hasta que tambien su boca rozo la tierra del camino.
—Ahora arrastrate —dijo el y ella comenzo a andar a gatas hacia el.
—Detente —dijo el, y ella se detuvo.
—?Puedes hablar? —le pregunto. Ella no respondio, porque se habia quedado sin palabras, pero Ged contesto en su habitual tono sereno—: Si.
—?Donde esta el monstruo?
—No se.
—Pensaba que la bruja vendria con sus familiares. Pero, en cambio, te ha traido a ti. Al Senor Archimago Gavilan. ?Que extraordinario sustituto! Lo unico que puedo hacer con las brujas y los monstruos es librar al mundo de ellos. Pero contigo, que fuiste hombre en otra epoca, contigo puedo hablar; al menos eres capaz de hablar como un ser racional. Y puedes comprender un castigo. Creias que estabas a salvo, supongo, con tu rey en el trono y mi amo, nuestro amo, aniquilado. Creias que habias conseguido lo que te proponias y habias acabado con la promesa de vida eterna, ?verdad?
—No —dijo la voz de Ged.
Ella no alcanzaba a verlos. Solo veia el polvo del camino y lo sentia dentro de la boca. Oyo hablar a Ged. El dijo: —En la muerte hay vida.