contessa no ponia los pies en la cocina. Aunque, de todos modos, Luciana tampoco la habria dejado pasar del umbral.

El se levanto y ella lo imito y lo acompano hasta la puerta del estudio, mientras le pedia que diera besos de su parte a Paola y a los ninos. El se inclino de nuevo y la beso.

– Si me entero de algo, te lo dire -le prometio, y el se fue a casa a almorzar.

CAPITULO 6

Cuando llego al penultimo rellano de la escalera, Brunetti no percibio en el aire indicios de almuerzo. Si, por algun impedimento, Paola no habia tenido tiempo de prepararlo, quiza podrian comer fuera. Antico Panificio, que estaba a menos de dos minutos, hacia pizza a mediodia y, aunque Brunetti preferia comerla por la noche, ahora le apetecia. Quiza la de rucola y tocino, o mozzarella di bufala con pomodorini. Mientras salvaba los ultimos peldanos, iba anadiendo y quitando aditamentos a su pizza imaginaria hasta que, al introducir la llave en la cerradura, se quedo con rucola, salchicha y champinones, aunque ignoraba de donde habia sacado los dos ultimos ingredientes.

La perspectiva de la pizza se desvanecio cuando, al abrir la puerta, vio a Paola entrar en la sala portando una enorme ensaladera. Ello significaba que uno de los chicos, sin duda, en un momento de optimismo suicida, habia decidido almorzar en la terraza. Sin pararse a cerrar la puerta, Brunetti dio tres pasos por el pasillo y, asomando la cabeza a la sala, grito a los tres miembros de su familia, que ya estaban sentados fuera, esperandolo:

– Mi silla, en el sol.

En esta epoca del ano, el sol empezaba a hacer acto de presencia en la terraza durante un rato, que iba prolongandose a medida que avanzaba la estacion. Pero, en estas primeras semanas de primavera, daba solo en un extremo y apenas dos horas, una antes y una despues del mediodia astronomico, de manera que en la zona soleada cabia una unica silla y, como Brunetti consideraba que era no solo prematuro sino temerario comer a la intemperie en estas fechas, siempre reclamaba para si aquel sitio de privilegio.

Despues de hacer valer su derecho una vez mas, el padre de familia volvio sobre sus pasos y cerro la puerta. Desde la sala, donde habia estado dando el sol durante buena parte de la manana, oyo arrastrar sillas en la terraza.

Su sitio, en la cabecera de la mesa, quedaba de espaldas al sol. Fue hacia el y, al pasar, oprimio el hombro de su hija. Chiara llevaba un fino jersey, y Raffi, solo una camisa de algodon, mientras que Paola se habia puesto, encima del jersey, un chaleco de pluma que, segun creia recordar Brunetti, pertenecia a Raffi. ?Como unos padres tan frioleros habian podido traer al mundo estas dos tropicales criaturas?

Se agradecia el sol en la espalda. Paola tomo el plato de Chiara y, del gran bol situado en el centro de la mesa, le sirvio fusili con aceitunas negras y mozzarella. Aun era un poco pronto para ensaladas, pero a Brunetti esta le recreaba la vista y el olfato. Paola dejo el plato delante de Chiara y le paso una pequena fuente de hojas de albahaca, de las que Chiara tomo un par y las desmenuzo sobre la pasta.

Paola sirvio entonces a Raffi y a Brunetti, que tambien picaron albahaca en la pasta y, por ultimo, se sirvio a si misma. Antes de sentarse, dejo la cuchara a un lado y tapo la ensaladera con un plato.

– Buon appetito -dijo sentandose.

Brunetti tomo unos bocados, saboreandolos con todo el cuerpo. La ultima vez que habian comido esa ensalada era a finales del verano, y destapo una botella del Masi rosato para acompanarla. Se pregunto si no seria pronto para un rosato, y entonces vio la botella que estaba encima de la mesa y reconocio el color y la etiqueta.

– Despues hay calamari ripieni -dijo Paola, sin duda para ayudarles a decidir si repetian de pasta. Chiara, que la vispera habia decidido anadir el pescado y el marisco a la lista de cosas que, en su calidad de vegetariana, no debia comer, opto por mas pasta, lo mismo que Raffi, quien sin duda despacharia tambien la racion de calamari de su hermana sin merma de apetito ni remordimiento de conciencia. Brunetti se sirvio una copa de vino y asumio la expresion del hombre que jamas pensaria en quitar el alimento de la boca a sus hijos hambrientos.

Chiara ayudo a llevar los platos a la cocina y volvio con una fuente de zanahorias y guisantes, mientras Paola sacaba una bandeja de calamari, y a Brunetti le parecio oler la zanahoria, el puerro y quien sabe si los langostinos picados del relleno. La conversacion era general y monotematica: escuela, escuela y escuela, en la que Brunetti introdujo una variacion al decir que aquella manana habia visto a la contessa, que le habia dado carinosos saludos para todos. Paola volvio hacia el una mirada larga al oirlo, pero los chicos no encontraron en la noticia nada de particular.

Al ver a Chiara alargar la mano hacia la bandeja de los calamares, Paola distrajo a Raffi con la pregunta de si el y Sara Paganuzzi aun pensaban ir al cine aquella noche y si querria comer algo antes de salir. Raffi respondio que el cine habia sido sustituido por una traduccion del griego que Sara tenia que terminar, y que aquella noche el iria a su casa, a cenar y ayudarla en el trabajo.

Paola pregunto cual era el texto, lo que dio lugar a un cambio de impresiones sobre el atolondramiento y la insensatez de la Guerra del Peloponeso, lo bastante interesante para ambos como para no darse cuenta de que Chiara y Brunetti acababan con los calamares. Ni observaron que Brunetti tapaba el plato de Chiara con el suyo vacio.

Derrotada Atenas y destruidas las murallas, Raffi acabo con las verduras y pregunto que habia de postre.

Pero ya el sol habia desaparecido no solo de la espalda de Brunetti sino del cielo, que se habia cubierto rapidamente de nubes llegadas del este.

Paola se levanto, recogio los platos y dijo que de postre solo habia fruta y que podian comerla dentro. Brunetti no se lo hizo repetir, echo la silla hacia atras, agarro la fuente de la verdura y la botella de vino y se fue a la cocina. Despues de permanecer tanto rato expuesto a las veleidades de la primavera, sentia frio en todo el cuerpo y no le apetecia la fruta. Paola dijo que prepararia cafe mientras fregaba los cacharros y lo envio a la sala a leer el periodico.

Alli lo encontro al cabo de veinte minutos, contemplando los tejados y el cielo, con el periodico en el regazo, sin abrir. En primera plana, el titular del dia pregonaba nuevos detalles sobre la reciente captura de uno de los jefes de la Mafia.

Ella se paro detras del sofa, con una taza de cafe en cada mano y pregunto:

– ?Leyendo la cronica de vuestro triunfo?

Brunetti cerro los ojos.

– Eso es -respondio-. Un triunfo.

– Basta con eso para que uno se plantee seriamente emigrar, ?no?

– Cuarenta y tres anos buscandolo, y lo encuentran a dos kilometros de su casa. -El levanto una mano y la dejo caer en el periodico, con una palmada de impotencia-. Cuarenta y tres anos, y los politicos entonan himnos de alabanzas a la policia. Un triunfo.

– Quiza en realidad quieren decir triunfo para el poder de la Mafia -sugirio Paola-. Seria mas facil que el Gobierno, sencillamente, les diera el derecho de nombrar a su propio ministro. -Tras una pausa de reflexion, pregunto-: ?Como podria llamarse? ?Ministro del Poder Alternativo? ?Ministro de Extorsion?

Dejo el cafe en la mesa y se sento al lado de su marido.

A pesar de saber que no debia decir tal cosa, Brunetti pregunto:

– ?Que te hace pensar que no?

– ?No que?

– Que no tienen su propio ministro.

Ella le lanzo una mirada de subita alarma, al comprender que acababa de oir algo que el no debia haber dicho. No respondio, y su silencio se hizo tan elocuente que el se sintio obligado a continuar:

– Se alzan voces -dijo inclinandose a tomar la taza.

– ?Voces?

Brunetti asintio y tomo un sorbo de cafe, sin mirarla.

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